Conferencia Episcopal

Veto a las misas de sanación y los ritos para limpiar a antepasados

Los obispos españoles frenan en seco las oraciones y retiros de nuevos movimientos carismáticos

La Conferencia Episcopal ha puesto coto a unas prácticas que considera "mágica"
La Conferencia Episcopal ha puesto coto a unas prácticas que considera "mágica"Alberto R. Roldán

Ni misas de sanación ni ritos que pretenden «limpiar» los pecados de los antepasados. La Conferencia Episcopal Española ha puesto coto a unas prácticas que están proliferando «en el ámbito de oraciones y retiros organizados por nuevos movimientos religiosos de carácter carismático». No suele ser habitual que los obispos den un toque de atención oficial a las celebraciones litúrgicas. De ahí la relevancia del documento que, aunque fue aprobado por la Comisión permanente el pasado septiembre, fue hecho público ayer.

Elaborado por la Comisión para la Doctrina de la Fe que capitanea el obispo de Solsona, Francisco Conesa, se da la voz de alarma para «detectar y corregir estas prácticas que se alejan de la Tradición y el Magisterio de la Iglesia, y pueden causar un gran daño moral y espiritual al pueblo santo de Dios».

«Queremos afirmar que a nadie puede imputársele pecados ajenos ni se le debe hacer responsable de los pecados de generaciones anteriores, sino que cada uno es responsable de su propia vida y de sus propios pecados», detallan sobre unos rituales que buscarían redimir a la persona por las faltas de su árbol genealógico como si se trataran de una enfermedad hereditaria que llegara incluso a afectar a sus relaciones, a su afectividad…

El propio Conesa aclara que esta praxis «parte de la idea de que las culpas de los antepasados pesan sobre mí, porque cometieron un delito como un aborto y yo estoy pagando las consecuencias y eso se manifestaría en elementos psíquicos, en enfermedades o en otro tipo de comportamientos que se considera que no son por mi culpas».

Aunque llegan a dejar caer que estas prácticas pueden realizarse «con la mejor intención» para «aliviar el sufrimiento», lo cierto es que consideran que estas celebraciones eliminan «la responsabilidad personal en el pecado y la libertad del ser humano, afectando a su relación con Dios», y desde el punto de vista de la teología de los sacramentos, pueden afectar «especialmente» a la comprensión de la eucaristía y del bautismo.

Fuera del Ritual Romano

El documento se detiene en las llamadas «misas de sanación o de liberación»: « Hemos de advertir que no son consideradas en el Ritual Romano», subrayan. De la misma manera, clarifican que «sí contempla, en cambio, la celebración de la misa por diversas necesidades, entre cuyas intenciones se encuentra la petición por los enfermos, en la que se pide consuelo y fortaleza espiritual y física para las personas en situación de sufrimiento».

De la misma manera, la Conferencia Episcopal detalla que «la Iglesia contempla el ofrecimiento de la celebración eucarística como sufragio por los difuntos, pero no ha de confundirse con una sanación o liberación de los pecados de los antepasados». « Por tanto, la introducción de tales intenciones en el ámbito de la celebración de la Santa Misa desnaturaliza y distorsiona gravemente la celebración eucarística», enfatiza el texto de Doctrina de la Fe.

«Al fusionar aspectos propios de la fe católica con otros que le son ajenos, resulta un sincretismo de apariencia católica con aspectos que incumben de manera explícita o implícita a cuestiones de escatología», detallan los obispos. Los prelados aclaran en su nota que «el único pecado que se hereda de generación en generación es el pecado original, que no tiene carácter de culpa personal ni su castigo pasa a la siguiente generación». En esta misma línea, al referirse a las oraciones de curaciones y de exorcismo, litúrgicas o no litúrgicas, se sentencia que « no pueden introducirse en la celebración de la Santísima Eucaristía, de los Sacramentos y de la Liturgia de las Horas».

Para fundamentar su postura, además de remitirse al Catecismo y al magisterio papal, también echan mano de los dictámenes ya emitidos por los prelados franceses y polacos, entre otros, que condenan estas celebraciones por considerarlas «mágicas, siguiendo una lógica lineal simplista».