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Rebeca Pino: Diario de una superviviente de cáncer de mama

Tras ser diagnosticada de cáncer de mama hace un año, Rebeca comenzó a plasmar sus sentimientos en un diario que ahora nos muestra con orgullo: «Ha sido una terapia, podía desahogarme tranquila sin preocupar más a mis seres queridos», confiesa esta burgalesa que ha sido sometida a una doble mastectomía y a la extirpación de los ovarios.

Rebeca Pino: Diario de una superviviente de cáncer de mama
Rebeca Pino: Diario de una superviviente de cáncer de mamalarazon

Tras ser diagnosticada de cáncer de mama hace un año, Rebeca comenzó a plasmar sus sentimientos en un diario que ahora nos muestra con orgullo: «Ha sido una terapia, podía desahogarme tranquila sin preocupar más a mis seres queridos», confiesa esta burgalesa que ha sido sometida a una doble mastectomía y a la extirpación de los ovarios

Hace un año, Rebeca estaba en un centro comercial de Burgos con sus dos hijas, Yasmina e Irene. Habían ido allí a echar la tarde y ya de paso a hacer alguna compra, pero su cabeza estaba en otro sitio. En su mente sobrevolaba el diagnóstico que le habían dado hacía pocos días. La palabra cáncer resonaba en su mente con pesar, incertidumbre y sobre todo, con mucho miedo. No quería preocupar a sus hijas porque ni ella misma sabía lo que estaba por llegar. «De repente vi un cuaderno que me gustó y lo cogí. Mi hija Yasmina me miró con cara rara: ‘’¿Para quién es eso, para ti? ¿Para qué lo quieres, mamá?’’, me preguntó. Yo no sabía para qué lo quería realmente, pero al llegar a casa lo saqué y decidí que sería para contar, día a día, mi enfermedad», explica esta burgalesa de 38 años.

Así nació el diario que ahora nos abre emocionada y que custodia como si fuera un miembro más de la familia. «El día 9 de octubre de 2018 empezaba con la quimioterapia, estaba muy asustada, pero no quería preocupar a mi familia más de lo que ya estaban así que empecé a escribir. Era la manera que tenía para desahogarme, un tipo de terapia que me salía sola, nadie me aconsejó que lo hiciera. Tengo que reconocer que al principio me costaba un poco, pero según pasaban los días comenzó a salir todo seguido» relata. Explica que ha sido una especie de «conversación conmigo misma», ya que si «descargaba sus sentimientos» en el diario no tenía que ponerse una máscara ni suavizar su ira, su dolor. «Nadie me decía eso de: ‘‘Estate tranquila’’. Es algo que me pone muy nerviosa. Me sentía segura, muy a gusto», confiesa.

A lo largo de las 80 páginas de este cuaderno que guarda en su dormitorio, además de sus sentimientos también hay lágrimas, tinta corrida, tachones, correcciones y muchas palabrotas, «es así como hablo, qué le voy a hacer», justifica. La noche era el momento en el que escribía más tranquila, «cuando las niñas ya estaban en la cama», matiza. «Había días en los que no tenía ni fuerzas para coger el boli y otros, sobre todo cuando iba a las revisiones, no podía parar de contar lo que sentía, me venían muchas cosas a la cabeza», afirma con pesar.

Los gastos «extra»

Se considera una afortunada pese a todo lo vivido en este tiempo. Justo hace uno año comenzaba con la quimio, luego vino la operación, una doble mastectomía «y también me extirparon los ovarios por precaución». En julio terminó la radioterapia y en agosto, para celebrar que la médica le había dicho que estaba limpia, se fue a Málaga con su esposo y sus hijas. «La lucha no ha terminado aún, me quedan tres operaciones de reconstrucción del pecho, pero cuando echo la vista atrás y caigo en la cuenta de todo lo que han pasado en estos 365 días no lo puedo creer», confiesa.

Uno de los capítulos que relata con más precisión es el día de la operación, cómo fue la noche previa a entrar en quirófano y la bajada en el ascensor la mañana siguiente. Se queja, «del gasto» que supone tener cáncer. «Nadie te cuenta la pasta que tienes que dejarte en cremas y otra serie de productos que no cubre la Seguridad Social. No todo el mundo puede permitírselo», dice. También habla de «la peluca». «Al principio me negaba a llevarla, no quería disfrazarme, pero después, cuando me vi con aquel gorro... Fui a la asociación de pacientes con cáncer de mama de Burgos, pero claro, las que tienen allí son muy básicas y no encajaban con mi rostro, así que tuve que comprarme una. Aquello sí que fue una inversión», dice ahora que ya ha recuperado su melena aunque «no tan larga como la que tenía cuando comenzó a caerse el pelo».

Ya pronuncia la palabra cáncer con decisión y sin que le tiemble la voz, pero le ha costado tiempo hacerlo. «En el diario me refiero a mi enfermedad como el bicho u otras palabras, nunca por la ‘‘oficial’’, no me atrevía», dice.

La última vez que puso negro sobre blanco en este cuaderno de bitácora fue en julio y entonces decidió que todo aquello que había «vomitado» durante meses, quizá podría serle de ayuda a otras mujeres en su misma situación, así que contactó con una pequeña editorial y lo convirtió en un libro, «Te vencí», del que ya lleva 300 copias vendidas. «Con que le sea de utilidad a una mujer, me quedo satisfecha. Además, al haberlo hecho público, mucha gente de mi entorno ha sabido cómo me he sentido realmente, algunos no sabían ni la mitad de las cosas», reconoce.

Así, sus hermanos e incluso sus hijas, se emocionaron cuando leían las sensaciones y vivencias de Rebeca. «Dos de mis hermanos me dijeron tras leerlo: ‘‘Siento que no he estado contigo, discúlpame’’. Pero no es culpa suya, fui yo la que decidí no involucrarles en mi dolor», afirma al tiempo que reconoce que ahora comprende mejor a su madre, la cual también pasó por un cáncer, «y siempre se callaba su angustia. No es que no tuviera confianza en los míos, sino que mi objetivo fue no preocuparles», dice.

Remedio contra la ansiedad

Según los expertos, el hacer un registro escrito durante una enfermedad tan dura como es el cáncer es una terapia excepcional. Un estudio realizado por la revista de oncología clínica «Journal of Clinical Oncology» con mujeres diagnosticadas de cáncer de mama concluyó que aquellas que escribían sobre sus experiencias durante el tratamiento presentaban menos síntomas de depresión y estados de ánimos más positivos. Otro relevante informe realizado por la Universidad de Texas, asegura que se refuerza el sistema inmunitario y alivia notablemente los síntomas de estrés y depresión.

Rebeca asevera que ella era completamente ajena a los estudios científicos que apoyan la idea de escribir un diario personal en los momentos de flaqueza. «A mí me gusta leer y escribir así que me salió sin pensarlo y sin que nadie me lo recomendara, pero después de mi experiencia animo a todas la mujeres a hacerlo», dice.

Es más, ella lo relee de vez en cuando para no olvidarse del calvario por el que ha pasado. «La mente tiende a dejar a un lado escondidas las cosas malas que nos pasan y no quiero olvidar, necesito tenerlo presente y, por eso, de vez en cuando lo abro, aunque no me resulte fácil recordar todo aquello», reconoce la burgalesa.

Y es que en cada página, Rebeca desnuda sus sentimientos al completo. «Mi cáncer lo detectaron durante una de las revisiones periódicas a las que me sometía, ya que mi madre lo había padecido áncer y estaba muy vigilada. En una consulta me dijeron que habían visto algo, pero que no conseguían localizarlo. Me hicieron pruebas por todo el cuerpo, lo pasé fatal, no dormía... Pasados unos días me comunicaron que tenía un tumor oculto, escondido, y que aunque no sabían dónde estaba exactamente tenía que empezar a someterme a quimioterapia», nos cuenta. Así comienza su diario. «16 sesiones de quimio, madre mía, estaba aterrorizada. La primera sesión fue fatal, menos mal que mi madre vino conmigo. Fue horrible ver a todo el mundo ahí enchufado a las máquinas. Yo solo quería salir corriendo. Mi madre me tranquilizó y pude seguir por ella», rememora como si hubiera sido ayer.

Un dolor insoportable

Una de sus mejores amigas que la acompaña durante nuestra entrevista no puede evitar las lágrimas. «Es que ha sido muy duro, tenía 37 años cuando me lo diagnosticaron, era muy joven. Lo bueno es que soy una persona fuerte, aunque no pensaba que tanto», dice con una mirada cómplice hacia su amiga.

Para esta madre de familia, que compagina el cuidado de sus hijas con la administración de la empresa familiar, lo peor de esta enfermedad, «han sido los cambios físicos». «Quizá me he centrado más en este aspecto porque al principio no sentía demasiado cansancio y veía cómo iba cambiando y lo llevaba fatal. Recuerdo que, en la primera sesión de quimio, la doctora me dijo que llegaría un día en el que perdería el pelo. Yo estaba obsesionada con la llegada de ese maldito día», explica.

Así, Rebeca todos los días se tiraba del pelo para ver si se desprendía, pero no. Parecía que tardaba. «De repente, una mañana me empezó a doler la cabeza muchísimo, estuve así dos días hasta que ya no podía más y decidí llamar a la oncóloga. Me explicó que ese dolor era porque el poro de la cabeza se estaba abriendo, que la caída iba a comenzar, que intentara hacerme una coleta para que me doliera menos. A los tres días empezaron a desprenderse los mechones. Menuda llantina me pegué», relata.

Otro de los capítulos que describe con mayor precisión es el del día de la operación. Fue en abril. Era la primera vez que entraba en un quirófano. «Estaba aterrada y luego fue menos de lo que esperaba, sobre todo, gracias al equipo sanitario que te ayuda en todo muchísimo. Me hicieron la doble mastectomía y un vaciado axilar del pecho derecho, del izquierdo no hizo falta», dice.

Las secuelas del «bicho»

Todo esto dejó sus secuelas con las que hoy carga: con el brazo derecho no puede coger peso y tuvo que acudir a rehabilitación para poder levantarlo. Además, como también tuvieron que extirparle los ovarios por prevención, «se me adelantó la menopausia y todo lo que esto conlleva. Tengo mal los huesos, los codos y las rodillas me duelen a diario y, encima, durante las 25 sesiones de radio a las que me sometí tras la operación me quemaron la tiroides y tengo que seguir un tratamiento», cuenta con resignación.

Pese a los «daños colaterales» del «bicho», como sigue diciendo ella, trata de buscarle el lado positivo y de hecho piensa ya en escribir una segunda parte de su diario. «Esto no ha terminado aquí. Cada cuatro meses me enfrento a una posible recaída, tengo analíticas, pruebas, la reconstrucción del pecho... me queda mucha tela que contar», confiesa. También le gustaría participar de manera más activa con asociaciones focalizadas en el cáncer de mama. «Tuve la oportunidad de ir al colegio de mis hijas a hablar de mi experiencia. Fue muy bonito y a ellas les hizo mucha ilusión. La labor de concienciación en este tipo de cáncer es fundamental», asevera. De momento recoge su diario, cuya portada han redecorado sus hijas con varios colores y dibujos y lo aprieta con fuerza mientras nos despedimos, a la espera de la segunda parte.