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Ciencia
El Premio Nobel español 'con tanto músculo como cerebro' que le debe todo al deporte
La trayectoria vital de este genio científico fue de lo más curiosa y variopinta
Muchas veces se ponen en un pedestal inmaculado a grandes figuras de la historia y la ciencia que, por sus grandes contribuciones para la humanidad, se obvian otros aspectos de sus vidas que hayan podido ser más controvertidos. Por ejemplo, el famosos astrofísico y divulgador Carl Sagan consumía habitualmente marihuana, y llegó incluso a recomendar su uso para adquirir inspiración durante periodos de investigación y reflexión.
No llegan al nivel de desfase o excentricidad de 'estrellas del Rock & Roll', pero es conocido que a lo largo de los siglos muchas personalidades clave a lo largo de la historia no han encajado en los estereotipos más comunes o normativos de tipos introvertidos y 'ratas de laboratorio'. Es importante desmitificar estas figuras para romper la imagen tan sacralizada que se tiene de los hombres y mujeres de ciencia.
Por suerte, muchas de las grandes mentes de la humanidad no han seguido caminos estrictamente rectos, y su legado nos enseña que la ciencia no es un concepto puro y académico, sino un fin al que llegar desde multitud de vías distintas. Solo han existido dos científicos españoles que hayan obtenido el Premio Nobel, aunque del que hablaremos hoy ni siquiera quiso dedicarse a ello.
Fueron dos grandes mentes las que ganaron el Premio Nobel de Medicina: Santiago Ramón y Cajal en 1906 y Severo Ochoa en 1959. Aparte de estos dos hombres, tan solo otros cinco españoles han logrado esta distinción, y siempre en el campo de la Literatura. Para esta edición de 2024, no hay muchos compatriotas entre los favoritos, aunque ayer contábamos en LA RAZÓN cómo la inteligencia artificial sí tenía la vista puesta en un escritor español para el premio.
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¿Quién fue el Nobel español 'con tanto músculo como cerebro'?
Es un hecho conocido que Santiago Ramón y Cajal no sentía una especial atracción hacia el oficio de la medicina, que era la profesión de su padre. Además, Santiago fue un estudiante pésimo, y en varias ocasiones le sacaron de la escuela para que aprendiera algún trabajo, en vista de que no parecía progresar académicamente.
Finalmente acabó graduándose, con algo más de vocación gracias a otra curiosa afición que comentaremos más adelante, en la Universidad de Zaragoza. Tras haber ejercido de médico militar y una pequeña aventura algo desafortunada en Cuba, regresó a España. Su padre le insistía en que se convirtiese en médico rural, pero Ramón y Cajal acabó por obtener una cátedra en Valencia y después en Barcelona.
Durante su etapa en la enseñanza fue cuando hizo uno de los más importantes descubrimientos en la historia de la anatomía: que las neuronas son células independientes y separadas entre sí. En 1906 obtuvo el Premio Nobel en Medicina, de manera compartida junto a Camillo Golgi. Ramón y Cajal había hecho importantes descubrimientos sobre la estructura real del sistema nervioso y de la red neuronal, para lo que se había valido de un método de tinción celular desarrollado por Golgi.
Lo que no mucha gente conoce de la vida de este importante científico especializado en histología y en anatomía patológica es que fue practicante del fisicoculturismo. De hecho, el español fue un gran amante del levantamiento de peso y el fortalecimiento de su propio cuerpo, un hecho que muchos han calificado de trascendental en su vida, ya que se cree que es uno de los motivos por los que sobrevivió a varias enfermedades complicadas que contrajo.
De hecho, fue su pasión por el deporte y el bienestar lo que le impulsó en gran parte su vocación por la medicina después de algunos complicados años de juventud renegando de ella. Ramón y Cajal llegó a defender, de hecho, que su compromiso con mantenerse en forma en la juventud, además de para alimentar su ego, le transmitieron buenos valores muy útiles en la investigación, como la disciplina. Así, aseguró que en las competiciones deportivas "se templa y robustece el cuerpo y se prepara el espíritu para la ruda concurrencia vital de la edad viril".
Aunque el español, tras una trayectoria vital que le enseñó mucho sobre aspectos muy diferentes del conocimiento, promovió siempre una vida sana y equilibrada, sin excesos por ninguna de las partes. Se posicionó en contra de la vigorexia, una obsesión desmedida por el culto del propio cuerpo, así como contra el fanatismo en los deportes de masas.
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