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Belén Tobalina

Las dos lágrimas de Ana Julia

El gesto de taparse la cara con las manos es una forma psicológica de intentar esconderse del horror y lo que se le viene encima/Foto: gonzalo Pérez larazon

Ana Julia Quezada, primera mujer condenada a prisión permanente revisable

El furgón que trasladó a Ana Julia Quezada del Centro Penitenciario de Almería hasta la Audiencia llegó antes de lo esperado. No eran ni las nueve de la mañana cuando Ana Julia se bajó del vehículo. Llamaba la atención el color elegido para su ropa: pantalones y camiseta blancos, y su pelo, liso, bien diferente a esos doce días de búsqueda del menor. Aunque eso es solo anecdótico. Lo importante fue lo que aconteció durante la sala.

Tras la constitución del jurado, que se demoró más de lo previsto inicialmente, entraron los periodistas. A continuación fue el turno del mudo para que los fotógrafos pudieran tomar instantáneas de ella. Quezada optó por no mirarles y seguir hablando con sus abogados. A continuación fue el turno del mudo de las cámaras de televisión. Fue ahí cuando después de que la presidenta de sala pidiera al agente de la Policía Nacional que le quitaran las esposas cuando a la autora confesa de la muerte del pequeño Gabriel se le «escaparon» dos lágrimas. Fueron las únicas. Lo que no soltó durante toda la sesión fue un pañuelo que le dio Beatriz Gámez, colaboradora del despacho de Thiel.

Pero lo más llamativo iba a venir en el turno de exposición de la acusación. Cuando Torres aseveró que Ana Julia lo primero que quiso fue descuartizar al menor, no pudo dejar escapar un «¿qué?» en tono bajito a Gámez. Acto seguido, en el momento en el que la acusación aseguró que nadie arrepentido dice «os voy a dar yo pescaíto, por mis cojones», ella lo negó con la cabeza y le preguntó a Gámez algo así como ¿por qué dice eso? «Es su trabajo», le respondió.