Nueva York
El piropo, ¿una invasión de la intimidad?
La presidenta del Observatorio contra la Violencia de Género aboga por erradicarlo, aunque «sea bonito».
Parece que corren malos tiempos para los piropos y para aquellos que acostumbran lanzarlos. A uno de ellos, el actor Arturo Fernández, considerado galán de galanes en nuestro país, le provoca desazón no poder decir a Ángeles Carmona, presidenta del Observatorio contra la Violencia de Género, «lo bellísima que es, porque nada más lejos de su intención invadir su intimidad». Y es que la también vocal del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) lanzó ayer una advertencia contra los piropos, a los que considera, como refería Fernández, una invasión de la intimidad de la mujer. Pero Carmona no se quedó ahí, pidió que se eliminarlos de la sociedad. «El piropo ha sido siempre permitido y se ha asumido como algo normal, pero lo cierto y verdad es que supone una invasión en la intimidad de la mujer, porque nadie tiene derecho a hacer un comentario sobre su aspecto físico», dijo en RNE. Al hilo de esta cuestión, recordó cómo algunas mujeres en El Cairo tienen que llevar auriculares y taponerspara no escuchar los comentarios que sobre ellas realizan algunos hombres: «Aunque sean bonitos, buenos y agradables y sean actitudes absolutamente permitidas en nuestra sociedad, deben ser erradicadas y debe haber mucho más respeto por la imagen de la mujer». Las explicaciones tampoco convencen a Fernández, que reconoce a LA RAZÓN que le sube la moral cuando le llaman guapo. Ya en serio, concluye que «hay que distinguir entre un piropo y una grosería».
Aunque la de Ángeles Carmona es una opinión meramente personal, ésta ha generado un gran ruido en redes sociales y medios de comunicación, donde enseguida partidarios y detractores enfrentaron sus posturas. Pero, ¿es realmente el piropo una invasión? ¿cuál es la línea que separa el piropo del acoso? ¿es posible erradicar esta conducta? Son algunas de las preguntas que quedan en el aire, en busca de respuesta. Algunos expertos ofrecen sus claves.
El sociólogo Julio Iglesias de Ussel es de esta opinión: «Habría que definir el piropo y el contexto en el que se produce. Si se dirige a alguien que no se conoce, puede tener componentes censurables; elogiar y enaltecer a una persona, sea varón o mujer, en un ambiente de confianza, no es que sea malo, sino que es positivo y elogiable». En este sentido, cree que es importante favorecer en la sociedad española que se elogie y piropee a las personas, siempre en contextos de confianza y amistad. En cualquier caso, no cree que el piropo «sea una de las cuestiones de envergadura en las relación entre varones y mujeres».
Por su parte, Marisa Soleto, presidenta de la Fundación Mujeres, va más allá. Cree que la responsable del Observatorio contra la Violencia de Género ha errado al utilizar la terminología, pues en vez de piropo tendría que haber hablado de «acoso callejero», que en su opinión está muy arraigado en España en una especie de «mitología en torno al piropo». Al igual que Iglesias de Ussel, Soleto apunta que hay que diferenciar entre los calificativos que se producen en la calle al piropo en un marco de confianza. Aún así, apunta que lo que se produce fundamentalmente es «acoso callejero», una situación que las mujeres están empezando a denunciar, en muchos casos, a través de redes sociales y medios de comunicación. De hecho, insiste en que las declaraciones de Carmona se producen tras ver un vídeo sobre este tipo de acoso. «Hay que dejar claro que a las mujeres no nos gustan los piropos que se producen en la calle, siempre con un alto contenido sexual, así como que estamos hablando de una realidad que sufren muchas mujeres en todo el mundo», concluye Soleto.
Desde el mundo de la psicología, Iñaki Piruel, experto en acoso hacia la mujer, cree que los piropos tienen que ver con «una conducta de intimidación», que ha contado, además, «con una amplia tolerancia social». «A las mujeres no les gusta que un desconocido haga un comentario sobre su aspecto físico. Son conductas más propias de la mala educación que de otra cosa, comportamientos del pasado, fuera de uso, y que no creo que haga falta prohibir», añadió en declaraciones a LA RAZÓN. En su opinión, el Observatorio contra la Violencia de Género debería ocuparse de otros asuntos más urgentes, como la discriminación y el acoso laboral o las presiones que tienen que ver con la maternidad. «Al lado de estos graves problemas, lo de los piropos es una tontería. Me gustaría escuchar declaraciones sobre el «mobbing» a mujeres en el ámbito del trabajo y no estas bobadas», concluyó.
Al igual que en España, los piropos en la calle también generan polémica y debate en otras partes del mundo. Por ejemplo, en Estados Unidos, una asociación neoyorquina grabó a una actriz caminando durante diez horas por las calles de Nueva York, tiempo durante el que tuvo que soportar todo tipo de insinuaciones, miradas, comentarios... El vídeo, que ha recibido casi 40 millones de visionados, es ya un fenómeno viral, y pretende mostrar a los hombres cómo se sienten las mujeres en estas situaciones. En Suramérica, los apelativos a las mujeres han entrado en la agenda política de gobiernos como el de Perú, que ha propuesto penas de hasta 12 años de cárcel.
La conclusión a este debate en torno al piropo parece claro. Su aceptación o no depende del contexto y las circunstancias en las que se produzca, si es un halago o una grosería, si es denigrante para la mujer y la invade realmente... Más que de prohibir, parece una cuestión a abordar desde la educación.