Belén Tobalina
De “Patricia es una hija de puta” a las lágrimas de cocodrilo: las dos caras de Ana Julia Quezada
La asesina confesa de Gabriel Cruz mantiene una imagen de persona frágil y arrepentida mientras las pruebas y los testimonios demuestran lo contrario
La asesina confesa de Gabriel Cruz mantiene una imagen de persona frágil y arrepentida mientras las pruebas y los testimonios demuestran lo contrario.
► Ana Julia Quezada, primera mujer condenada a prisión permanente revisable
Durante las dos primeras sesiones del juicio por la muerte del pequeño Gabriel de ocho años, Ana Julia Quezada ha mostrado dos caras totalmente diferentes. Como ya dijo su ex marido Sergio, la acusada es “muy mentirosa”, “al principio da una imagen y luego otra radicalmente distinta”. Una descripción que se ha podido ver durante el juicio.
Así, desde el minuto uno, a Ana Julia se le cayeron las dos primeras lágrimas durante el mudo que hubo el primer día para que las cámaras de televisión pudieran tomar unas imágenes de ella. Instantes después pidió un pañuelo a la colaboradora de Esteban Hernánez Thiel, el abogado de la defensa. Un pañuelo que no soltó durante el primer día de juicio, pese a que ese día no hubo más lágrimas.
Ayer, en cambio, durante la segunda sesión, sus sollozos eran continuos. También destacó su voz muy bajita que en ocasiones resultó inaudible para los presentes en la Sala de Vistas. Lloró, incluso llegó a afirmar que había pensado en suicidarse, pero también mintió. Así, Ana Julia aseguraba en Sala que ella “nunca” había tenido un problema con Patricia, la madre del pequeño Gabriel, y decía que Patricia y Ángel eran buenos padres. Mostraba su cara amable. Pero el Ministerio Fiscal aplacó esa actuación y su “no lo recuerdo”, cuando le puso una grabación de la llamada que hizo la acusada el 5 de marzo de 2018 a las 16:09 horas.
En esa llamada realizada a Miguel Ángel, un familiar de la asesina confesa, tras explicarle que Gabriel estaba desaparecido y que habían encontrado la camiseta con ADN del menor, no dudó en afirmar: “La madre es una hija de puta, es una mala persona. La odia mucha gente porque debe mucho dinero a mucha gente. Están investigando por ahí”. Momento tras el cual Ana Julia se puso a llorar hasta que admitió que se reconocía en la llamada: “Soy yo”.
Pero Ana Julia no sólo mide mucho sus palabras, sino sus gestos, su forma de vestir, su puesta en escena. Es consciente de que se enfrenta a un jurado popular y que el caso fue y sigue siendo muy mediático. Por ello, tiene que dar una imagen angelical, de persona débil, arrepentida, de alguien que cometió un error del que se arrepentirá toda la vida. Se juega mucho. Puede ser la primera mujer condenada a la prisión permanente revisable.
Su defensa pretende una condena de tres años por homicidio imprudente y para ello necesita que Ana Julia represente muy bien su papel. Y lo está haciendo. El primer día llegó visiblemente más delgada, vestida de blanco inmaculado, el blanco de la inocencia, y con el pelo liso. Sus lágrimas, sus palabras de arrepentimiento... Incluso su lenguaje corporal. Durante su declaración ante el juez ha mantenido las manos debajo de la mesa, ocultándolas, para no mostrar nerviosismo, para tener más control, para no gesticular, para centrar las miradas en sus palabras, en sus gestos, en sus lágrimas. Ayer, cuando la padre del pequeño Gabriel, Patricia Pérez, pidió declarar sin biombo y le dijo directamente ""Eres muy mala, rematadamente mala". Ana Julia volvió a llorar una vez más.
Pero nadie la cree, ni siquiera los miembros de su familia. Su ex marido y su hija han dejado claro que es manipuladora y mentirosa. Pero Ana Julia sigue a lo suyo. No abandona el blanco. Los tres días que ha acudido a la Audiencia de Almería lo ha hecho con el color de la inocencia, una inocencia que sigue defendiendo a capa y espada. Es su única posibilidad.
La tercera sesión de la vista oral contra Ana Julia aportará nuevas pruebas sobre lo que sucedió realmente y sobre la personalidad de la asesina confesa. Declararán siete personas, entre ellas un ex marido de la acusada, padre de su hija Judith, que testificó ayer por videoconferencia. Para hoy está previsto que declare este hombre, residente en Burgos, un hermano de Ángel Cruz, padre de Gabriel y expareja de Quezada, un policía local de Níjar (Almería) que también pertenece al entorno familiar del 'Pescaíto' y cuatro guardias civiles.
Tanto el exmarido como, al menos, uno de los agentes de la Guardia Civil, destinado en Burgos, declararán por videoconferencia. El orden de las declaraciones ha sido modificado para que intervenga en primer lugar un capitán de la Guardia Civil que ha acudido en silla de ruedas.
Según explicó anoche en un comunicado el abogado de la familia de Gabriel, Francisco Torres, los cuatro guardias civiles fueron "fundamentalmente instructores y secretarios de los diversos atestados que se produjeron durante la investigación". El letrado también destacó que Patricia Ramírez, la madre del pequeño, mostró ayer "una entereza excepcional", que el progenitor estuvo "muy firme en lo que decía", y que la abuela y la prima declararon "en la línea de lo expresado en el proceso de instrucción".
"En toda caso y como quiera que estas declaraciones han sido en puerta cerrada, pues no toca explicar ningún otro detalle de sus declaraciones dado que nosotros mismos fuimos quienes la solicitamos", precisó.
Ana Julia Quezada, reconoció este martes en su primera declaración que dio muerte al niño, y manifestó durante el juicio que sólo respondería a las preguntas del ministerio fiscal y de su propio letrado. "Sí", dijo Quezada, cuando fue preguntada si acabó con la vida del menor de 8 años.
Llorando al inicio de su interrogatorio, la acusada por delitos de asesinato y lesiones psíquicas a los padres, afirmó que se ve "inocente", ratificando su relato previo por el que sostuvo que mató a Gabriel de forma accidental.
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