El preguntón
¿Cuál es el primer parto registrado de la historia?
Desde que existe vida, existen nacimientos. Parece una obviedad. Pero realmente no sabemos cómo eran aquellos nacimientos ancestrales, los producidos por los seres que habitaron la Tierra en sus albores.
No es posible remontarse demasiado al registro fósil en el trance de parir, los datos que se han obtenido son casi siempre indirectos: conocemos la estructura de los canales de parto de las hembras de los animales de hace millones de años, sabemos cuándo comenzaron a aparecer los primeros seres reproducidos sexualmente, los primeros artrópodos, los primeros mamíferos. Pero, ¿hay alguna fotografía de cómo nació un animal de aquellos? ¿Algún registro del instante mismo del alumbramiento?
Ahora, sí. Un equipo de científicos de varios países, entre los que se encuentra el español Enrique Peñalver, del Instituto Geológico y Minero de España, ha podido capturar el instante en el que un insecto de hace 130 millones de años rompió el envoltorio de su huevo para salir de él, dejar de ser una larva y convertirse en un insecto hecho y derecho.
Y el logro ha sido posible gracias al hallazgo de una pieza de ámbar en un yacimiento de Líbano datado en esa edad del Cretáceo temprano.
El ámbar es una resina que tiene dos propiedades muy interesantes para la paleontología: solidifica muy rápidamente y conserva durante millones de años todo lo que queda atrapado en su interior.
A menudo restos de animales, plantas y objetos son envueltos por una gota de ámbar y quedan atrapados formando una suerte de fotografía del momento. Hay veces que se conserva el aspecto exacto de un animal del pasado. Otras, queda inmortalizada la forma de una planta, incluso una burbuja de aire de hace millones de años.
Estudiando esas reliquias del pasado los paleontólogos pueden aprender muchas cosas sobre la fauna y la flora de entonces. En este caso, el ámbar atrapó un insecto de la familia de los crisópidos que habitó la Tierra hace 130 millones de años. Y lo hizo en el momento exacto en el que el animal utilizaba una estructura cortante de su organismo para rasgar el huevo en el que creció e iniciaba su eclosión.
Se sabe que muchos animales salen del caparazón de sus huevos o pupas utilizando alguna parte de sus incipientes cuerpos. Los polluelos, por ejemplo, rasgan la cáscara del huevo con una protuberancia llamada «diente de huevo».
Nunca se había visto un «parto» (realmente no se puede llamar así, sino eclosión) tan antiguo como éste. De hecho, este hallazgo ofrece pistas fundamentales para el estudio de la evolución neonatal de los insectos.
¿Cómo se refrigeraban los dinosaurios?
El enorme cuerpo de esos animales era una máquina generadora de energía. Para evitar que las altas temperaturas pusieran en peligro sus órganos más sensibles contaban con un sofisticado sistema de refrigeración. Investigadores de la Universidad de Ohio han reconstruido la estructura de las narices de dos tipos de dinosaurio: el Panoplosaurus, que era del tamaño de un hipopótamo, y el Euoplocephalus, como un rinoceronte. Y han descubierto que tenían conductos nasales muy largos y enrollados muy eficaces a la hora de calentar y humedecer el aire que aspiraban del exterior. Pero, además, cumplían otra función. Había un suministro sanguíneo procedente del corazón y rumbo al cerebro, cerca de donde se encontraban dichos canales, donde las fosas nasales extraían la humedad de la sangre y la enfriaban antes de que llegara al cerebro.
¿Desde cuándo hay flores en la Tierra?
Las angiospermas son lo que comúnmente conocemos como plantas con flores. Hasta la fecha se pensaba que la aparición de las flores en la Tierra se produjo hace aproximadamente 130 millones de años. Pero el descubrimiento de un nuevo fósil en China acaba de revelar que su origen es bastante más antiguo. La antigüedad aproximada de estos restos es de unos 174 millones de años, lo que sitúa el origen de las angiospermas al menos unos 54 millones de años antes de lo que siempre se había creído.
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