Jorge Alcalde
¿Cómo influyeron las guerras en los primeros trasplantes de órganos?
En 1837 se realizó la primera intervención de intercambio de retinas en modelos animales que sirvió de experiencia base para el primer trasplante de córnea humana en 1905 en Austria
En 1837 se realizó la primera intervención de intercambio de retinas en modelos animales que sirvió de experiencia base para el primer trasplante de córnea humana en 1905 en Austria.
En 1837 se realizó la primera intervención de intercambio de retinas en modelos animales que sirvió de experiencia base para el primer trasplante de córnea humana en 1905 en Austria. En aquellas décadas, en buena parte del mundo occidental se estaban sentando las bases para una gran revolución médica. Algunos anatomistas comenzaban a conocer como la palma de su mano las conexiones de las arterias y las venas, hasta el extremo de que Alexis Carrel pudo obtener en 1912 el Nobel de Medicina gracias a sus trabajos sobre el trasplante de segmentos arteriales. Este mismo cirujano había comenzado en 1902 a realizar sistemáticamente intercambios de hígados, riñones y corazones en perros. En dichos trabajos identificó por primera vez de manera científica el problema del rechazo. La llegada de la Primera Guerra Mundial fue un buen caldo de cultivo para estas experiencias. Durante la contienda se produjeron interesantes avances en el trasplante de piel que sirvieron de pistoletazo de salida para los primeros intentos serios de cirugía reconstructiva en la Segunda Gran Guerra. Sin embargo, la técnica del trasplante no puede considerarse plenamente nacida hasta dos momentos estelares. El primero es el intento de donación de un órgano de un cadáver a un enfermo vivo, protagonizado por el cirujano ucraniano Yu Yu Vorony en 1930, que acabó con la muerte del receptor por un rechazo fatal. Pero ese paso sirvió de punto de partida para la gran hazaña de Joseph Murray, el autor del primer trasplante plenamente eficaz, un intercambio de riñón entre gemelos idénticos en 1954 sin problemas para el receptor, ya que la inmunosupresión no fue necesaria entre individuos genéticamente idénticos.
La operación y las consiguientes líneas de investigación abiertas fueron merecedoras del Nobel de Medicina para Murray en 1990. De las palabras que el cirujano leyó en el discurso de recepción del premio se desprende una de los relatos más cercanos y autorizados de la historia reciente de la medicina. Un relato de éxitos y fracasos ya que, «si existieran medallas de oro y premios para las instituciones en lugar de para los individuos, el hospital Peter Brent Brigham hace 30 años habría merecido la primera. Y es que la estructura de aquella institución no flaqueó en el inopinado empeño de curar enfermedades renales terminales a pesar de la larga lista de tristes fracasos que resultó de aquellos primitivos esfuerzos. Todos los que estuvieron allí en la década de los 50 y 60 fueron dotados del don del liderazgo, la creatividad, el coraje y la generosidad». Aunque el trasplante renal se había intentado de manera esporádica en la primera mitad del siglo XX, los planes estratégicos serios no comenzaron hasta los años 40. Sin embargo, muchos médicos seguían sin entender bien el asombroso optimismo de los cirujanos que, deseosos de abordar cualquier estrategia posible para curar a los enfermos terminales, insistían en proponer el trasplante como alternativa terapéutica. Las muertes por fallo renal eran una terrible fuente de frustración entre los doctores, ya que solían producirse en individuos jóvenes y sanos que no padecían más síntomas de nada que los derivados del defectuoso funcionamiento de sus riñones.
¿Los chimpancés podrían ser aún más inteligentes?
Un equipo de científicos chinos ha tratado de reducir el salto evolutivo entre los humanos y nuestros primos, creando varios monos macacos transgénicos. Llevan copias adicionales de un gen humano que se supone que participa en la confección de nuestra inteligencia. Estos primates obtuvieron mejores resultados en pruebas cognitivas y sus cerebros también tardaron más en desarrollarse, al igual que lo hacemos nosotros. Eso sí, no se detectó ninguna diferencia en el tamaño de los cerebros. El gen que se ha utilizado en este estudio es el MCPH1, un gen que se expresa durante el desarrollo del cerebro en el feto. En total, el equipo de Bing modificó un total de once monos, cinco de los cuales sobrevivieron y fueron analizados posteriormente, mediante tests e imágenes de resonancia magnética. El próximo paso de estos científicos es llevar a cabo más ensayos con más monos y también con otros genes.
¿Que son los baños del bosque?
Los baños de bosque son una tendencia que sigue ganando adeptos en España. Esta práctica terapéutica originaria de Japón –donde se conoce como «shinrin yoku»– consiste en recorrer de manera relajada un ecosistema forestal y sumergirse en el entorno empleando todos nuestros sentidos.
Según algunos estudios científicos, los espacios verdes disminuyen los niveles de estrés, ansiedad, insomnio y depresión. También ayudan a reducir la obesidad, la diabetes y la presión arterial. Los baños de bosque se promueven como práctica terapéutica desde principios de la década de los 80. En la actualidad, el «shinrin yoku» forma parte de sus políticas de medicina preventiva y cuenta con entre uno y dos millones de practicantes japoneses.
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