Efectos en el sector primario
El cambio climático también afecta a la dieta mediterránea
Su impacto en los océanos ha provocado la aparición en España de especies como los peces globo o limón, mientras los cultivos de regadío tienen «los días contados» debido a la sequía
Desde hace unos años los científicos investigan los impactos que puede tener el cambio climático y los episodios cada vez más extremos que causa sobre el futuro de la dieta mediterránea. Una de los modificaciones más llamativas se está produciendo en los océanos, lo que afectará a la disponibilidad y calidad de los productos marinos. En este medio, «los cambios son mucho más rápidos que en el medio terrestre», señala Isabel Riveiro, investigadora del Instituto Español de Oceanografía (IEO). Y los efectos se manifiestan en una gran variedad de aspectos, como «la temperatura del agua del mar y el cambio en los patrones de circulación oceánica, o la acidificación como resultado de la absorción de dióxido de carbono atmosférico», y que tiene un efecto muy negativo en los organismos marinos, porque dificulta la formación y el mantenimiento de conchas y caparazones, «que complica la supervivencia de estas especies y su disponibilidad para nuestra dieta, así como la de especies que se alimentan de ellas».
Por ese motivo, las especies más amenazadas «serán aquellas incapaces de migrar, porque están fijadas al sustrato, como algunas macroalgas o animales sésiles como los percebes, o aquellas con poca capacidad de movimiento, como erizos o peces bentónicos (muy ligados al fondo marino, como el rodaballo, el lenguado, los rapes o diversas especies de rayas)», así como las que tengan poca tolerancia a cambios de temperatura o la acidificación.
Además, eventos climáticos extremos, como las tormentas, «pueden afectar a la supervivencia de las especies, a la actividad pesquera, a las instalaciones de acuicultura y, por consiguiente, a la disponibilidad de pescado», afirma Riveiro.
Los efectos sobre mares y océanos son muy variables dependiendo del lugar, indica esta experta. En España, en el Mediterráneo, al ser un mar tan cerrado las consecuencias «van a ser más importantes que en el Atlántico por la velocidad a la que aumenta la temperatura». Los efectos negativos dependen también de las especies, e incluso «de su ciclo de vida», ya que no es igual por ejemplo en sardinas adultas que en larvas.
Durante sus investigaciones, el IEO ha observado que en las costas atlánticas y el Cantábrico se está produciendo «una disminución de los bosques de algas laminarias y un aumento de las especies que eran propias de zonas más cálidas». A modo de ejemplo, Isabel Riveiro afirma que hay una presencia más abundante y común de las especies templadas nativas de Galicia y el Cantábrico. Además, en los últimos años han llegado a nuestro mares especies más propias del sur, como el pez luna real, el pez globo, el pez limón, el san pedro plateado o el mero africano. El proyecto Diversimar, que dirige Elena Velasco, recibe la información de especies poco habituales del norte de España (con datos que proporcionan los propios ciudadanos) y, junto a los datos de las campañas científicas, «podemos ver a qué ritmo se están produciendo estos cambios».
Entre las medidas que propone esta experta para mitigar las consecuencias del cambio climático está «promover prácticas sostenibles» que tengan en cuenta las nuevas circunstancias, lo que implica «evitar la sobrepesca, introducir medidas de conservación de hábitats críticos, fomentar la pesca selectiva y reducir las capturas accesorias». Asimismo, es necesario «un gran esfuerzo de investigación, por ejemplo estudiando los cambios en la época de reproducción, para poder adaptar las vedas temporales a los cambios en la biología de las especies, o adelantar cómo pueden interactuar las nuevas especies con las nativas, así como si pueden ser objeto de explotación a corto plazo», sostiene Riveiro.
Abandono del medio rural
En la agricultura y la ganadería también se investiga cómo la modificación de las condiciones climáticas afecta a los productos de las explotaciones. En este sentido, la agricultura intensiva, unida al abandono del medio rural, perjudican a la flora y la fauna que depende de los cultivos y repercuten en el futuro de la dieta mediterránea.
El investigador del Museo Nacional de Ciencias Naturales (MNCN-CSIC), Mario Díaz Esteban, afirma que una característica de la zona Mediterránea es la forma de producir alimento: su multifuncionalidad. «Las explotaciones que funcionan son múltiples, un ejemplo de ello es la dehesa (con explotación forestal, ganadera, caza...)».
«El cambio climático ha puesto de relieve problemas que ya existían», afirma, ya que «nuestra forma de gestionar el terreno es muy arriesgada. El problema de base es que ajustamos nuestros recursos a la demanda y no a la oferta».
Esteban indica que en los últimos años se ha tendido a la intensificación, algo que claramente «no funciona» en nuestro país, entre otras cuestiones por los episodios de sequía, «que se nos viene encima con el calentamiento global», asevera. Por ese motivo, defiende la vuelta a los cultivos de secano frente al regadío, «que tiene los días contados», e indica que «hay líneas de investigación para buscar cultivos rentables y más resistentes a la sequía, porque esto toca techo». Así, pone como ejemplo lo que está sucediendo en Doñana o los regadíos del Mar Menor, cultivos del todo insostenibles «por muy eficiente que sea la planta o el regadío». Además, insiste en el peligro que supone el abandono del campo, con lo que aumenta la vegetación en las tierras que antes cuidaban los agricultores, lo que lleva al aumento de los incendios y a que tengan peores consecuencias.
Desde el punto de vista del abastecimiento a la población, Díaz Esteban declara que no hay problemas: «La capacidad de producción de alimento de la UE es más que suficiente. En esta línea, las estrategias europeas «van en la línea de disminuir la producción de comida, y de comer otra cosas. Por ejemplo, Europa produce mucha carne para exportarla. Hay que reenfocar las explotaciones», asegura.
Las recomendaciones de este experto son claras: «Recuperar el cereal de secano y la ganadería extensiva, lo tradicional de España. También los sistemas mezclados (frutales, huerta, ganado, algo de cereal...)». Para él es fundamental «mantener mosaicos en vez de grandes extensiones. Hay que vetar la intensificación, la agricultura bajo plástico en Almería o Huelva (frutos rojos, tomates...) tiene los días contados», señala. Aunque esto trae como consecuencia un grave problema, el financiero, sobre todo para los pequeños agricultores. Por eso, Díaz Esteban tiene claro que la clave es que «agricultores y gobiernos regionales sean flexibles a la hora de cambiar rápido de modelo. La gestión del agua va a ser crucial», concluye.
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