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Santiago de Compostela

Asunta «sobraba» para sus padres tras la separación

La ilusión de Francisco Porto era tener nietos y convenció a Rosario para que adoptase a la menor

Asunta «sobraba» para sus padres tras la separación larazon

El verdadero interesado en que el matrimonio formado por Alfonso Basterra y Rosario Porto adoptarán a un hijo, en este caso a una niña, era el padre de ella, el abogado Francisco Porto, auténtico patriarca de la familia y que era el que manejaba el patrimonio, el que tenía la llave del dinero. Su ilusión, según han informado a LA RAZÓN fuentes conocedoras del asunto, era tener un nieto y, ante la falta de descendencia directa, fue el que convenció a su hija para que iniciara los trámites de adopción. Más que la adopción de un hijo era la de un nieto, agregaron. El dato, en apariencia de poca importancia, ha sido tenido en cuenta por los investigadores, ya que era el abuelo el que más quería a la niña. Por fin, tenía la nieta que tanto ansiaba. Pero todo cambió cuando falleció, en junio de 2012 –su esposa, María del Rosario Ortega, había muerto siete meses antes–. Un hecho que llamó la atención en los distintos registros que se efectuaron fue la falta de fotografías de la niña con los padres, algo que es más que habitual en cualquier domicilio familiar.

En los primeros días de las pesquisas, tras la muerte de Asunta, y cuando se hablaba erróneamente de un posible móvil económico, se llegó a decir que los padres de Rosario podrían haber sido también asesinados, extremo que no era objeto de las diligencias abiertas y sobre el no existe, que conste, ningún dato que avale tal hipótesis. Uno de los misterios que rodea el asesinato de la niña, cuyo cadáver apareció en una pista forestal de Cacheiras, en la parroquia de Teo, cerca de Santiago de Compostela, es el del móvil del asesinato.

Aunque, bajo el secreto del sumario que pesa sobre este asunto, se van a realizar en los próximos días diligencias importantes para determinar este extremo, la sospecha que existe es que, una vez desaparecidos los abuelos, en especial Francisco Porto, la niña, en un matrimonio en trance de separación, «materialmente sobraba», por dura que pueda ser la expresión y que, en cualquier caso, deberá quedar acreditada a lo largo de la instrucción del sumario, ya que la presunción de inocencia ampara tanto al matrimonio como a la tercera persona que pudo participar en los hechos.

Asunta se habría convertido en un «estorbo», según las citadas fuentes, hasta el punto, como publicó en su día «La Voz de Galicia», de que Alfonso Basterra ya no se refería a ella como su hija o por su nombre, Asunta, sino que la llamaba «la asiática» en lo que aparentaba un cierto desapego hacia ella. Algo que no pasó inadvertido para quienes le escucharon. ¿Qué había pasado?

Por otra parte, la madre, según comentarios que circulaban por Santiago, podría haber iniciado algún tipo de nueva relación sentimental, de la que también se habló en los primeros días de la investigación sin que, hasta el momento, esa persona, de nacionalidad marroquí, haya sido relacionada de ninguna manera con el crimen.

Unos hechos aberrantes

Las fuentes subrayan que si, al final, se llega a demostrar que el móvil del crimen es el de que la pequeña Asunta no encajaba en los planes de unos y otros, estaríamos, como se ha dicho desde el principio, ante unos hechos aberrantes. Además de las diligencias antes citadas, para esta semana está prevista la realización de otras, derivadas de un minucioso informe elaborado por el Laboratorio de Criminalística de la Guardia Civil relativo a los posicionamientos de los teléfonos del matrimonio Basterra-Porto; de personas de su entorno; llamadas entrantes y salientes, etcétera. El informe abarca no sólo el día del crimen y las jornadas anteriores, sino que se extiende hasta el mes de julio, que es cuando Asunta empezó a presentar cuadros de desfallecimiento e inasistencia a clases, en el colegio y extra-escolares, debido, según parece haber quedado acreditado, a que se le estaba suministrando un ansiolítico, lorazepam, en lo que podía ser un trágico ensayo –o intento– de lo que se consumó el pasado 21 de septiembre.

El examen por el juez instructor, José Antonio Vázquez Taín; y el fiscal Jorge Fernández de Aránguiz, del informe de la Guardia Civil podría aclarar si, como se sospecha, existe una tercera persona implicada en el crimen. No obstante, además de la del posicionamiento de los teléfonos, se siguen otras pistas para poder identificar a esta persona.

La investigación, tanto por parte del magistrado, el fiscal y la Guardia Civil, se lleva con gran minuciosidad, con el fin de no dejar ningún cabo suelto y que todos los posibles culpables de este crimen se sienten en el banquillo ante el jurado popular que deberá dilucidar si son culpables o inocentes. Por otra parte, las mismas fuentes han negado que las pruebas sobre el cordel con el que, antes de que muriera, fue atada Asunta de pies y manos, hayan terminado. El Laboratorio de Criminalística ha aportado un avance sobre la composición de dicho cordel, pero la prueba microscópica, para saber si los cortes de las ataduras de la niña coinciden con las de un ovillo hallado en una casa de Teo, propiedad de Rosario Porto, aún no han terminado.

Asimismo, subrayaron que se ha descartado que las manchas de semen y otros fluidos, encontrados en la camiseta que llevaba la niña el día en que fue asesinada, estuvieran allí por un efecto de contaminación, y mucho menos de los agentes de la Benemérita intervinientes, sino que se trata de pistas que se investigan; es decir, se trata de un asunto abierto.

La minuciosidad con la que los especialistas de la Guardia Civil actuaron en el examen del lugar del crimen y de los inmuebles que frecuentaba Asunta llevó a tomar el ADN hasta al propio juez José Antonio Rodríguez Taín y los agentes judiciales intervinientes, por si en algún momento aparecía en alguno de los objetos examinados, que podrían haber sido «contaminados» por la obligada presencia de estas personas, en el ejercicio de su función profesional.

Un «triángulo» conocido

Los padres de Rosario Porto eran una de las parejas más reconocidas en Santiago de Compostela. Muchos de los transeúntes que se cruzaban con ellos en las calles de la ciudad les reconocían. Ella, María Socorro Ortega Romero, fue catedrática de Historia del Arte en la Universidad de Santiago y miembro de la Real Academia Gallega de Bellas Artes. Por su parte, Francisco Porto Mella llegó a ser un reputado abogado. De hecho, fue cónsul de Francia en la «grande cidade». Después de uno de sus habituales paseos, Francisco halló muerta en casa a su esposa un 11 de diciembre de 2011. Siete meses después, encontraron el cuerpo sin vida de Francisco a los 88 años. Ambos, al igual que harían con Asunta, fueron incinerados en la intimidad. De la relación que tenían con Rosario poco ha trascendido pero sí se llegó a rumorear que su hija había cometido un parricidio.