Tratamientos
Científicos del CNIO identifican fármacos que potencialmente reducirían las muertes por Covid-19
La clave sería que actúan contra un mecanismo de defensa de nuestro propio cuerpo
Uno de los mecanismos de defensa del nuestro cuerpo, para combatir patógenos, es la inflamación. El pequeño problema es que tiene que estar localizada y equilibrada: si es generalizada y excesiva, puede agravar la patología e incluso provocar la muerte.
Una de las formas en que se produce esta respuesta excesiva se denomina tormenta de citoquinas, un proceso inflamatorio producido por estas proteínas, las citoquinas, que envían una señal que dispara el sistema inmunitario… provoca el temido desequilibrio. “Esta respuesta suele ser la causa de la muerte de los pacientes afectados por el SARS-CoV-2 y no el propio virus”, explica Óscar Fernández-Capetillo, jefe del Grupo de Inestabilidad Genómica del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO).
Fernández-Capetillo es el líder de un equipo que recientemente ha publicado un estudio en Scientific Reports. En él se establece una lista jerárquica de compuestos que potencialmente podrían ayudar a reducir la mortalidad en los pacientes más graves de COVID, gracias a su capacidad para detener la tormenta de citoquinas.
Para llegar a esta conclusión y hallar estos “antídotos”, los autores utilizaron los estudios científicos de los últimos 2 años, más precisamente aquellos que surgieron a partir de abril de 2020 y que sirvieron para identificar cambios en la expresión génica en células pulmonares de pacientes con SARS-CoV-2 y que fallecieron como resultado de una tormenta de citocinas.
Toda esta información se usó para crear la base de datos Connectivity Map, desarrollada por el MIT y la Universidad de Harvard. Allí están señalados unos 5.000 compuestos que producen cambios en la expresión génica. Como un catálogo de los compuestos que lucharían contra la tormenta de citoquina.
“Nuestro estudio predice que los glucocorticoides como la dexametasona – añade Fernández-Capetillo – deberían ser efectivos para combatir la mortalidad en pacientes con COVID-19, lo cual fue reconfortante porque estos medicamentos, junto con otros, ya se están utilizando en los hospitales para combatir la muerte por COVID-19″.
Pero hay más. Para sorpresa del equipo había otros compuestos, también ya usados y aprobados que mostraban un potencial similar. El equipo de Fernández-Capetillo identificó y más tarde validó en pruebas in vitro, que los inhibidores de la proteína MEK, comúnmente utilizados en tratamientos contra el cáncer, tenían un fuerte efecto en actuar contra la inflamación descontrolada.
“Creo que esta propiedad antiinflamatoria de los inhibidores de MEK es bastante desconocida – afirma Fernández-Capetillo– y se necesitan más conocimiento al respecto de sus capacidades, principalmente porque aumenta nuestro arsenal de compuestos antiinflamatorios que podrían contribuir a mitigar las tormentas de citoquinas que pueden ocurrir en varios contextos, como después de trasplantes, quimioterapia y otras enfermedades infecciosas, incluida la COVID-19″.
Pese a esto, los investigadores destacan que, en cualquier caso, las terapias basadas en medicamentos antiinflamatorios, incluidos los glucocorticoides, debe restringirse a las fases tardías y graves de la COVID-19, ya que el uso de terapias antiinflamatorias en las primeras etapas de la enfermedad limitaría la eficacia del sistema inmunitario en su lucha contra las infecciones.
Otro aspecto importante es que todos los análisis realizados como parte del estudio indican que las hormonas femeninas podrían ayudar a combatir la tormenta de citoquinas, lo que podría explicar por qué los hombres tienden a contraer formas más graves de COVID.
“Este hallazgo – apunta Fernández-Capetillo –, sería coherente con el hecho de que la diferencia de mortalidad por sexo se mitiga en edades avanzadas, cuando aparece la menopausia y descienden los niveles de estrógenos”.
Finalmente, además de predecir fármacos que podrían combatir la tormenta de citocinas, el artículo también identifica compuestos que potencialmente podrían agravar esta patología. Como era de esperar, esta lista incluye medicamentos que activan el sistema inmunológico o mejoran la inflamación. Pero, además, revela posibles interacciones con algunos tratamientos oncológicos o con la vía de señalización de la insulina.
Como muchos otros estudios sobre la COVID, este ha sido llevado a cabo en parte gracias a la persistencia de sus autores, en tiempos de confinamiento.
“Los hallazgos realizados – concluye Fernández-Capetillo – han sido en gran parte fruto de la constancia y el trabajo de Laura Sánchez-Burgos, una estudiante que durante el duro confinamiento en Madrid recurrió a aproximaciones computacionales para que, aunque no pudiera acudir al laboratorio, fuera posible investigar problemas relevantes asociados con el SARS-CoV-2″.
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