Dolor oncológico
Alertan de la falta de unidades especializadas para tratar el dolor que provoca el cáncer
La cronicidad de algunos tumores dispara la necesidad de crear unidades específicas de dolor oncológico, una secuela con la que convive más del 30% de los supervivientes
Aunque la tasa de supervivencia en varones supera en nuestro país el 55%, en mujeres roza casi el 62% y en niños está por encima del 80%, el cáncer supone una de las piedras más complejas que cualquiera puede encontrarse en su camino, sobre todo si aparece en la infancia. El impacto emocional resulta demoledor, mientras que a nivel físico suele aparecer un indeseado compañero que complica aún más el viaje: el dolor.
Según datos de la Sociedad Española del Dolor (SED), la prevalencia del sufrimiento relacionado con el cáncer oscila entre el 30% y el 50% en los pacientes en tratamiento y es superior al 80% cuando hay enfermedad avanzada. De hecho, el 33% de quienes reciben tratamiento activo del cáncer metastásico padece un dolor significativo relacionado con el propio tumor y este porcentaje aumenta hasta el 90% en las etapas finales del proceso. Además, casi todos los niños con cáncer experimentan dolor como consecuencia directa de la enfermedad o como efecto secundario. Y va a más, ya que «los casos de cáncer crecen cada año, con más personas que logran superar la enfermedad, pero que mantienen secuelas que provocan malestar, lo que convierte al dolor oncológico en una realidad subestimada. La cronificación de algunos tumores, incluso con metástasis, se va a convertir en un tsunami de pacientes con dolor oncológico que exige un abordaje global, ya que ese sufrimiento es evitable y los pacientes no tienen que resignarse a ver mermada su calidad de vida», advierte Jesús García-Foncillas, presidente de la Fundación ECO y director del Instituto Oncológico «OncoHealth» de Madrid.
Los expertos lo tienen claro. Tener cáncer o haberlo superado no significa asumir que hay que sufrir dolor residual o crónico. La piedra angular para lograrlo son las unidades multidisciplinares de dolor oncológico. «Los comités específicos son imprescindibles, aunque en nuestro país no están, ni de lejos, normalizados», lamenta García-Foncillas. Y así lo denuncia también Luz Cánovas, coordinadora del Grupo de Trabajo de Dolor Oncológico de la SED, quien asegura que «en España existen todas las técnicas y tratamientos necesarios para tratarlo de forma adecuada, pero fallan los circuitos prioritarios de derivación. Cada vez se hacen más cosas, pero faltan recursos y, sobre todo, conciencia y voluntad. Esto provoca que en nuestro país hasta el 30% de los pacientes con cáncer no reciba tratamiento adecuado y conviva con dolor, algo que es inasumible, pues sabemos que eso impacta en la supervivencia».
El camino a seguir está dibujado, pero faltan muchas líneas por trazar. Es el caso, por ejemplo, de la inclusión de los cuidados paliativos desde las primeras fases de la enfermedad. «Debemos aspirar a hacer cuidados paliativos lo más precoces posibles, porque es un error pensar que solo actuamos para aliviar la agonía final del paciente. Nuestro trabajo mejora la calidad de vida desde el principio, pero esto se hace de manera errática en nuestro país, pues ni siquiera todos los hospitales tienen cuidados paliativos. De hecho, hay una carencia manifiesta, pues se recomienda tener dos unidades de paliativos por cada 100.000 habitantes y aquí hay 0,6, lo que resulta gravísimo», recuerda Elia Martínez, adjunta en el servicio de Oncología Médica del Hospital Universitario de Fuenlabrada y presidenta de la Sociedad Española de Cuidados Paliativos, Secpal.
En este sentido, Pedro Pérez, miembro de la Comisión Permanente de la Fundación ECO y jefe de Oncología Médica del Hospital Clínico San Carlos de Madrid, insiste en que «el dolor no tiene utilidad, salvo en algunos casos que puede indicar la complicación del cáncer, pero de ninguna manera se debe aceptar. Hay tumores, como el de páncreas o la metástasis en huesos, que hacen que sea difícil reducirlo, pero nuestro trabajo es que el paciente no sufra». Y es que, según añade la presidenta de la Secpal, «si hay dolor se dificulta la adherencia al tratamiento y la carga de la enfermedad sube, porque se come peor, se realiza menos ejercicio, se sociabiliza mal... Por eso, preguntar por el dolor debe ser la primera cuestión en la consulta».
Cuando la respuesta a esa pregunta es afirmativa, el engranaje del trabajo multidisciplinar entra en acción con profesionales de la enfermería, la psicología y la fisioterapia, que trabajan en la sombra desde el propio diagnóstico. «Algunos tumores dan la cara con dolor de espalda, de pecho, etc., y si al tratarlo vemos algunas señales que actúan de bandera roja, el fisioterapeuta debe derivar. Una vez tratado el cáncer, trabajamos sobre las secuelas para mejorar la movilidad, reducir las cicatrices o aliviar el dolor con rehabilitación. Además, es fundamental hacer un seguimiento una vez superada la enfermedad. Sin embargo, no hay una buena colaboración entre rehabilitación y oncología y apenas hay fisioterapeutas como sería necesario en los hospitales», explica Raúl Ferrer, vocal del Grupo de Trabajo de Fisioterapia y Dolor de la SED.
Por su parte, el psicooncólogo cumple una función clave en el abordaje del dolor, ya que «el sufrimiento puede generar ansiedad, tristeza, miedo, impotencia, etc., hasta el punto de dejar atrapado al paciente. Le guiamos con empatía a aceptar la enfermedad y, desde ahí, convivir con ello, pues ver el dolor como un enemigo y focalizarse en él es un error. La terapia, la meditación o las técnicas de relajación ayudan a aliviarlo», aconseja Roberto Álvarez, psicooncólogo de la Secpal, quien reconoce que «cada vez se da mayor peso a la psicooncología, pero todavía son necesarios más profesionales en las unidades específicas».
Y cosiendo todo este trabajo multidisciplinar, la labor de la enfermería resulta crucial, pues «atendemos a las personas desde una perspectiva integral, donde es tan importante la esfera física como la psicoemocional, social y espiritual. La enfermera forma en autocuidado, valora los patrones de salud para identificar problemas y realiza intervenciones de colaboración en la administración de medicación o en otros tratamientos», detalla Manuela Monleón, coordinadora del Grupo de Enfermería de la SED. El arsenal terapéutico y las técnicas no farmacológicas intervencionistas, como la neuroestimulación, los bloqueos, la radioterapia o el uso de bombas de infusión de analgésicos, han mejorado notablemente, lo que lleva a los expertos a insistir en que no hay por qué asumir el cáncer con dolor. De hecho, existen tumores especialmente dolorosos, tanto por la ubicación como por el tratamiento. Sin embargo, «resulta injustificado el miedo a usar fármacos como la morfina o los opioides más potentes, ya que hemos desarrollado destrezas y conocimiento suficiente como para manejarlos sin efectos secundarios adversos. Sabemos cómo rotarlos y existe arsenal terapéutico suficiente y muy eficaz para vivir el cáncer sin dolor y con total seguridad, aunque todavía existe reparo y cierto rechazo por parte de algunos pacientes», afirma la presidenta de la Secpal.
✕
Accede a tu cuenta para comentar