A pesar del...
Varoufakis y el euro digital
En realidad, las CBDC son una reacción de gobernantes, burócratas y otros antiliberales ante la amenaza que representan las monedas digitales privadas
Quienes creen que la digitalización del dinero público puede ser una alternativa liberal, con más mercado y menos Estado, tendrán ahora la oportunidad de explicar por qué se les ha unido con entusiasmo un economista tan enemigo del mercado como Yanis Varoufakis, y tan amigo del estatismo que llegó a criticar a Piketty por ¡no ser realmente marxista!
La argumentación del exministro griego sigue la línea habitual de los defensores de las monedas digitales de los bancos centrales (CBDC por sus siglas en inglés). Se trataría de terminar con la banca tradicional de reserva fraccionaria, porque la banca privada ya no podría crear dinero: lo haría directamente la banca central, en donde tendríamos los ciudadanos depositados nuestros euros digitales con total seguridad.
Este proceso de desintermediación frenaría el crecimiento de los bancos y por tanto el peligro de quiebras sistémicas de grandes entidades que desemboquen en rescates con cargo al Presupuesto. Varoufakis se erige así en defensor de los contribuyentes, cosas veredes.
Y hay más: asegura que no es posible la pérdida de privacidad, por un doble motivo. De una parte, ya no tenemos privacidad, porque las autoridades tienen toda nuestra información. De otra parte, el euro digital garantizaría nuestra privacidad porque «las cuentas del banco central podrían ser totalmente anónimas», salvo, claro está, a la hora de perseguir la evasión fiscal o «luchar contra la deflación». Angelito de Dios.
En realidad, las CBDC son una reacción de gobernantes, burócratas y otros antiliberales ante la amenaza que representan las monedas digitales privadas –véase «César sin cesar» aquí: https://bit.ly/3zqCHqs; y entradas sobre el bitcoin en https://bit.ly/40viGuy.
Los riesgos de la remonopolización del dinero son incuestionables, desde el control político hasta la fantasía keynesiana de forzar al público a gastar mediante tipos negativos en un escenario sin efectivo. Escribió Peter Goettler en International Banker: «la provisión directa de dinero a las personas por la banca central politizaría hasta extremos nunca vistos la política monetaria, destruyendo lo que queda de su independencia».
Ya había razones para sospechar del euro digital. Varoufakis es una más. Porque, en palabras de Nicholas Anthony y Norbert Michel, del Instituto Cato: «Una CBDC puede parecer una opción atractiva para la gente que desconfía de la banca, pero hay un problema: la gente también desconfía del Estado».
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