Restringido

Eficacia contra la yihad

Todos los imanes registrados en territorio español deberían condenar los atentados y si fallaran en ello, clausura administrativa de su mezquita y deportación del imán. No podemos pensar en los imanes comparándolos con nuestros sacerdotes.

La Razón
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En la Tribuna del pasado domingo expuse algunas ideas sobre las que basar nuestra imprescindible ofensiva en esta guerra que nos viene declarando el islamismo radical sunita y que ellos denominan yihad en una interpretación –fuera de contexto histórico y no evolucionada– de este concepto establecido en los orígenes de su religión. Aunque sin pasar a la ofensiva nunca podremos alcanzar la victoria, esto no significa que haya que descuidar la atención a nuestra defensa tratando de disminuir riesgos de atentados como los últimos en Cataluña. La moral de nuestra población está especialmente ligada a la calidad de esta defensa.

Quisiera hoy aventurarme con alguna de estas medidas defensiva, las que imagino más eficaces para reducir el riesgo de atentados, aun admitiendo que nunca podrá eliminarse totalmente el peligro mientras el Islamismo radical sea una opción para ciertos sectores musulmanes.

Agruparemos en dos categorías estas medidas empezando por las más importantes dada la naturaleza del conflicto: las ideológicas.

Si el concepto de su religión es el factor primordial y motivador de los islamistas, es en este campo donde hay que ser más eficaces. De dos maneras; primero indirectamente, reforzando el valor de nuestra ideología occidental basada en conceptos morales judeo-cristianos que hemos combinado a lo largo de nuestra evolución con el laicismo liberal que impregna nuestra actual ordenación política, jurídica y administrativa. No todos nuestros compatriotas estarán de acuerdo con la interpretación de qué es ser español hoy en día, de nuestra identidad. Será difícil –por ejemplo– contar con los de Podemos, con los anarquistas de la CUP y sus otros variopintos compañeros de viaje unidos sólo por la crítica feroz y destructiva a todo lo establecido. Pero tampoco necesitamos unanimidad en la definición de cuál es la España que merece ser conservada y por lo tanto hay que defender. Siempre habrá marginados cegados por el odio a lo cercano que no ven lo que les pasaría –a ellos y a sus creencias– si cayeran en manos de los yihadistas. El aprecio por el núcleo de nuestra identidad es imprescindible a la hora de luchar. Cuál es esa idea concreta de nuestra España que los islamistas quieren destruir.

La segunda categoría de medidas ideológicas actuaría sobre lo que quieren o creen nuestros enemigos. Los terroristas supongo que quieren a su familia, a sus padres, hijos o hermanos. Por cada terrorista condenado o eliminado debería considerarse deportar automáticamente a todos sus familiares en primer grado a Marruecos o aquel país musulmán de origen, salvo que hayan denunciado previamente la radicalización del terrorista en su seno. Si han adquirido la nacionalidad española, deberían ser despojados de la misma. El imán de la mezquita a la que asistía, también deportado.

Todos los imanes registrados en territorio español deberían condenar los atentados y si fallaran en ello, clausura administrativa de su mezquita y deportación del imán. No podemos pensar en los imanes comparándolos con nuestros sacerdotes. Son más bien comisarios políticos ya que su religión no distingue creencias religiosas personales, de la vida social y colectiva. Por lo tanto las ideas que expresan los imanes –condicionadas por sus fuentes de financiación– afectan al comportamiento social de sus seguidores y consecuentemente a nuestra seguridad.

También deberíamos contemplar aplicar medidas que impidieran el enterramiento según ritos musulmanes de los terroristas abatidos y cualquier otra que permitiera distinguirlos de los musulmanes pacíficos que viven entre nosotros. Hay que recordar que no todos los alemanes eran nazis, pero todos acabaron luchando por Hitler en la Segunda Guerra Mundial. Para evitar que vuelva a pasar algo así, habría que obligar a los musulmanes que viven entre nosotros a elegir: o aceptan nuestras reglas básicas o no tienen lugar en nuestra sociedad. En esta lucha ideológica no cabe la neutralidad pues son diferentes interpretaciones de una misma fe las que hacen los musulmanes pacíficos y los radicales. Hay que separar el trigo de la cizaña obligando a las espigas a escoger si no queremos que el pan de nuestra convivencia sea muy amargo.

Fuera ya del campo religioso, ciertas medidas de coordinación policial deberían acometerse urgentemente y sin complejos. Si la Audiencia Nacional centraliza los juicios por terrorismo, ¿cómo puede quedar en manos de las policías autonómicas las vitales funciones preventivas y de investigación? La magnitud de la tragedia que se ha cernido sobre Cataluña, el largo tiempo que ha estado sin ser detectado el nutrido grupo terrorista y los antecedentes del imán Satty, el fallo en la interpretación de la explosión en Alcanar, etc. nos debería hacer reflexionar. Nos hemos salvado de una masacre de dimensiones bíblicas por casualidad, no por haber hecho las cosas bien. Creo que habría que empezar a pensar en recentralizar en un único Cuerpo policial todas estas medidas de investigación; sobre todo dada la dimensión transnacional del terrorismo islamista. Y no creo que nadie dude que es la Guardia Civil la que tiene más capacidad y vocación para ello. El darle funciones internacionales a las policías autonómicas sería ahondar el socavón de la descoordinación policial en el que hemos caído. Para salir de este agujero hay que avanzar justo en la dirección contraria: volver a centralizar.

Soy consciente de lo difícil políticamente que será abordar medidas análogas a las mencionadas, pero ¿quién ha dicho que la defensa sea fácil? Los vientos apaciguadores que soplan desde nuestro Gobierno para no agravar el independentismo de algunos sectores catalanes son claramente detectables. Pero reducir a bolardos sí, bolardos no, las medidas defensivas a adoptar es trivializar el desafío que tenemos por delante durante bastantes años, hasta que la víbora islamista quede neutralizada en el seno del mundo musulmán. La próxima vez a lo mejor no tenemos tanta suerte. Los catalanes, como el resto de los españoles, lo que exigen es eficacia en la represión del terrorismo yihadista y no politiqueos para apaciguar a los que nunca van a aceptar nuestra convivencia secular.