Tribuna

Una segunda oportunidad en Siria

Si fallamos los europeos en estabilizar Siria ya sabemos dónde van a intentar huir de nuevo sus martirizados ciudadanos. Se nos ha dado una segunda oportunidad de enmendar los errores

Las tierras sirias, testigo de muchos de los primeros pasos del Cristianismo, fueron parte del botín francés que siguió al reparto con los británicos –acuerdo Sykes-Picot- de los despojos del Imperio Otomano al final de la 1ª Guerra Mundial. Tras la independencia en 1945, nació una República Árabe gobernada por la minoría alauita afrancesada –rama del chiísmo- pese a la existencia de una mayoría sunita y otra notable minoría cristiana. En 1970 Háfez el primero de los dictadores de la familia Assad se hace con el poder y establece un gobierno de dura represión de la disidencia política interna aunque con una excepcional tolerancia -para estar en Oriente Medio- con las creencias religiosas. En el 2000 Háfez muere y es sustituido por su segundo hijo al haber fallecido el primogénito en accidente automovilístico. Bashar al-Assad hereda pues las sangrientas prácticas políticas de su padre compatibles con un cierto laicismo. En el 2010, con el presidente Obama al frente de los EEUU, surge en todo el mundo musulmán la denominada Primavera Árabe que anhelaba unas mayores libertades cívicas –pero sin renunciar a sus creencias religiosas y sociales tradicionales- y que es mal interpretado en Occidente como un deseo de adoptar una democracia análoga a la nuestra. Entre los líderes árabes más odiados de esta Primavera estaba naturalmente el joven Assad y en el 2011 comienza en Siria un levantamiento popular que es reprimido con una dureza increíble destacando el empleo de gases tóxicos contra su propia población; pero el presidente Obama, que había declarado esto una línea roja –interpretada universalmente como una amenaza de intervención militar norteamericana- no hace nada quizás hechizado por el recuerdo del grave error de la invasión de Irak por Bush II. Comienzan pues trece años de martirio para el pueblo sirio y un periodo de progresiva pérdida del liderazgo norteamericano en Oriente Medio que es aprovechado por el Sr. Putin en 2015 para apoyar militarmente a Assad con el cínico pretexto de combatir a los «terroristas». Por afinidad religiosa y sobre todo para hostigar a los EEUU e Israel, el régimen de los ayatolás y sobre todo su brazo armado en el Líbano, Hezbolla, también intervienen, sustancialmente, a favor de Assad.

Hasta el mes pasado, el desánimo había cundido entre las naciones occidentales y de la Liga Árabe que veían remota la posibilidad de cambio del régimen de los Assad tras cincuenta años de tiranía. Un pequeño contingente norteamericano en el nordeste de Siria ayudaba a combatir los restos del básicamente derrotado Estado Islámico (ISIS) que tantas salvajadas había cometido en su dia; un segundo destacamento, cercano a la frontera con Jordania –en al-Tanf- controla la principal carretera M2 de aprovisionamiento iraní al Líbano. Cerca de la frontera con Turquía, al noroeste de Siria, un grupo insurgente sunita el Hayat Tahrir al-Sham (HTS) con un pasado de yihadismo cercano a al Qaeda se mantenía en Idlib -no lejos de Aleppo- más o menos tolerado por el presidente Erdogan que también ocupaba zonas sirias en su eterna obsesión contra los kurdos. Súbitamente, hace unas dos semanas, efectivos del HTS empezaron a avanzar hacia Damasco y el desmoralizado ejército de Assad se deshizo vertiginosamente a una velocidad que recordaba la del ejército afgano tras la retirada norteamericana de hace tres años.

Espero que el paciente lector sepa disculpar el vertiginoso e incompleto relato del sufrimiento del pueblo sirio con la mención de los fallos y omisiones que norteamericanos, europeos y árabes del Golfo hemos tenido durante tantos años. Si los indicios de moderación de los que el líder del HTS presume se confirman -no ajustar cuentas con la minoría alauita y cristiana- y si Turquía e Israel no intentan aprovecharse aún más de la debilidad siria para conquistar nuevos territorios, tenemos todos una segunda oportunidad para hacer lo que Obama debió hacer en 2013. Pero demostrando esta vez que hemos aprendido de nuestros errores. Aunque el futuro presidente Trump será siempre imprevisible, parece lógico no confiar en un protagonismo norteamericano para el apoyo y reconstrucción de Siria. Los europeos deberíamos liderar este apoyo, más económico que militar, pues es mucho lo que nos jugamos si Siria vuelve a desestabilizarse. Lógicamente las naciones árabes deberían continuar el iniciado acercamiento a Siria, con más razón ahora que ha caído el régimen de Assad. Aunque secundariamente, tampoco deberíamos olvidar ofrecer seguridades militares al nuevo gobierno sirio especialmente frente a un acorralado Irán. Toda esta ayuda no debería darse a cambio de exigir al HTS que adopte un régimen democrático inapropiado ante las pasiones que han devastado esta sufriente Nación; bastaría con tolerancia religiosa y una administración eficaz. Aunque la actual situación interna de Francia –que tiene una especial responsabilidad con Siria- no hace fácil este liderazgo europeo, si no lo intentamos nunca podremos enmendar el desastre que los norteamericanos han provocado en Oriente Medio con sus medios militares y aparentando ignorar la rivalidad suní-chiita que define básicamente la región. Si fallamos los europeos en estabilizar Siria ya sabemos dónde van a intentar huir de nuevo sus martirizados ciudadanos. Se nos ha dado una segunda oportunidad de enmendar los errores. Aprovechémosla.