A pesar del...
Saqueos y libertades
La expresión «saqueo» en bocas y plumas progresistas jamás se refiere a los contribuyentes
Leí un mismo día en El País dos artículos ilustrativos del pensamiento consabido, según el cual los únicos impuestos malos son los que no se pagan, y la libertad no estriba en que el poder debe estar limitado.
Andreu Missé habló del «saqueo fiscal en la UE». La expresión «saqueo» en bocas y plumas progresistas jamás se refiere a los contribuyentes. Tampoco en este caso. El «saqueo» según Missé es el de las empresas que recurren a mecanismos legales en los países de Europa para pagar menos impuestos, como hizo Apple en Irlanda. El Tribunal General de la UE ratificó la validez de los acuerdos entre el país y la empresa, «ventajosos para ambas partes, a costa de saquear a sus vecinos» –otra vez, «saqueo» falazmente atribuido a una menor imposición.
El Tribunal de Justicia de la UE corrigió al TGUE y obligó a Apple a pagar 14.300 millones de euros a Irlanda. Para Missé esto es «una muy buena noticia para los europeos». Parece que les ha preguntado a todos, y todos están felices de que suban los impuestos. Porque pretender que bajen es algo solo propio de «poderosos lobbies». Fantasea finalmente con las muchas cosas buenas que se pueden hacer con esos «ingresos perdidos», como si no importaran los ingresos de los ciudadanos. Como si la mayor fiscalidad sobre las empresas no perjudicara a la gente corriente.
Al profesor Daniel Innerarity le preocupa «el autoritarismo libertario» de Musk, Trump o Milei. Aparte de que rara vez o nunca habrá leído usted en la prensa progre algo sobre el autoritarismo socialista, el texto echa mano de un ardid antiliberal que consiste en distorsionar el liberalismo para concluir que el liberalismo genuino es el intervencionismo.
Así, se parte de una definición de lo libertario como la negación del otro, el «desprecio a cualquier forma de vinculación», porque la libertad «incondicionada» es «un valor que no quieren ver limitado por nada». Será difícil encontrar a liberales o libertarios que rechacen toda dimensión social de la libertad humana, pero a partir de ahí el profesor se precipita a elogiar el Estado, el único que logra «que unas libertades no se ejerzan a costa de otras», que nos protege, y que garantiza «una soberanía democrática» y unos «bienes comunes que requieren intervenciones de las instituciones democráticas».
Los límites al poder –the thing itself que decía Burke– quedan convenientemente difuminados.
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