Aquí estamos de paso
Resurrección
Todo listo para la pasión, muerte y resurrección del San Carles del evangelio «indepe»
La España que a duras penas sestea en este agosto que no para quieto, con tanto acuerdo, desacuerdo, compromiso y desagravio a cuenta de la política, está a punto de asistir a la luminosa resurrección de un muerto viviente. O lo que creíamos que lo era. Entre palmas, vítores, y cánticos de religiosa devoción se prepara ya la escenificación del ascenso de Carles Puigdemont hacia el martirologio de la Causa Suprema de la Libertad de Cataluña. Llevará, según dicen, una llave de oro en la mano izquierda y un garrote en la derecha, como atributos de la divinidad que le ha sido otorgada. La primera simboliza su generosa disposición a abrirle a su benefactor la puerta de la gobernabilidad que con tanta determinación persigue.
El segundo, su firme voluntad de castigar incumplimientos y desviaciones. Se espera que le aplaudan en el público martirio hasta los que en voz no siempre baja le afearon que en su día escapara del castigo que le tocó a sus compañeros de aventura «indepe». Unos fueron a la cárcel, el inminente mártir a una fuga pagada en la que parecía que se iba a consumir poco a poco. En la que se estaba consumiendo poco a poco. Pero en esto llegó el verano del 23 y todo cambió. Se hizo la luz. El apestado dejó de serlo. Y, como si del cuento de Scott Fitzgerald se tratara, el mundo entero vio que lo que se creía marchitado, era en realidad un Benjamin Carles Button que se hacía más fuerte, más joven y con más futuro a medida que pasaba el tiempo. Hasta los más lúcidos catadores de la cosa política hablaban de decadencia cuando en realidad estaba rampando. Creíamos que era un zombi, pero no estaba muerto, no; estaba de parranda con su cuadrilla política haciendo cálculos y preparando la resurrección por si llegaba el momento. Y llegó. Y lo aprovecharon, y vimos que el silencio del adiós agónico era en realidad la discreta preparación para la Restauración.
Y nos encontramos ya ante el momento supremo.
En este agosto que no duerme Carles Puigdemont va a regresar a España con los brazos en cruz para ser sacrificado en nombre de la Causa de la Libertad del Pueblo Catalán. Y con ese martirio alcanzar la cota suprema de vitalidad y futuro. Sabe que la feroz dictadura judicial que impera en este Reino, le pondrá los grilletes y enviará a la sombra, y ese será su martirio. Pero la resurrección que llevan años soñando y preparando no tardará. No saben los cronistas ni los escribas si al tercer o cuarto día, pero llegará porque la necesidad de su benefactor y sus antiguos compañeros es tal que romperán las cadenas y las palabras que haya que quebrar para que la resurrección sea posible.
Camino de la frontera el próximo legionario del santoral del independentismo catalán aprieta la llave en la izquierda y el palo en la derecha. Una por otro.
Otea el horizonte. Todo listo para la pasión, muerte y resurrección del San Carles del evangelio «indepe». No falta nada, ni faltará nadie. Por no faltar, hasta se le dará una pista de por dónde tirar con la querella que ha puesto su benefactor contra la Justicia por el caso de su mujer.
También ahí le están marcando el camino, están alimentando su Resurrección.
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