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Parresía

Puigdemont quiere más

Aquel que se fugó deprisa y corriendo para evitar la cárcel pretende regresar a Cataluña como un héroe

La ley de Amnistía es un hecho, a pesar de lo que opinen la mayoría de los españoles, como apuntan las encuestas. Me consta que muchos jueces –estoy pensando en el magistrado Marchena– viven los días más tristes de sus vidas y se sienten absolutamente ninguneados, viendo cómo su trabajo durante todo el Procés ha quedado anulado y cómo Puigdemont y compañía, ya libres de toda causa, preparan sus maletas y nos dicen a todos que la amnistía es solo un paso más hacia la independencia.

Puigdemont pretende estar de vuelta en verano y ser candidato de su partido en las autonómicas. Y quién sabe si también cabeza de lista de Junts en las europeas de mayo. Aquel que se fugó deprisa y corriendo para evitar la cárcel pretende regresar a Cataluña como un héroe. Otra cosa es que los catalanes le vayan a votar de forma masiva, claro. Pero el solo hecho de tenerle ya próximamente de vuelta, y de esta manera, se lo debemos a Pedro Sánchez.

El presidente del Gobierno que tanto interés tiene en pasar a la Historia no deja de acumular motivos. Ahora se enfrenta a un escenario más incierto, si cabe, para continuar en la Moncloa. Se queda sin presupuestos para este año, con una debilidad parlamentaria acentuada por el adelanto electoral en Cataluña y con un escándalo de corrupción que, conforme pasan los días, adquiere más envergadura. El caso Koldo tiene una pinta espantosa y no vale esquivarlo siempre, menos aún si eres presidente del Gobierno y máximo líder del partido del que emana esa trama.

Yo no me caso con nadie, ya os lo escribí un día. Mi grado de desconfianza es directamente proporcional a la edad pero, al mismo tiempo, sé distinguir un caso de presunta corrupción masiva, de libro, –caso Koldo y compañía– de un caso concreto de fraude fiscal –el del novio de Ayuso– que puede resultarnos más o menos ético, poco más. En conclusión, pienso que atacar con tanta saña a Díaz Ayuso resultará, a la larga, más perjudicial para Pedro Sánchez que para ella misma. Los gritos y las maneras del miércoles en el hemiciclo, unos y otros lanzándose acusaciones como puñaladas, fueron vergonzosos.

No pienso que el CIS sea la Biblia, precisamente, pero intuyo que esta vez Tezanos acertó al colocar «el mal comportamiento de nuestros políticos» como el tercero de los grandes problemas nacionales, solo por debajo del paro y de la crisis económica. Y cuando el CIS dispara siete puntos la preocupación de la calle por la corrupción política, no hace más que escuchar el ruido ambiente. ¡Qué nivel, señores! Y qué envidia sana me dan los portugueses. Tan cerca, tan lejos.