Letras líquidas
La Pija, la Quinqui... y la Prensa
Es un valor, sin duda, que la política y el interés por ella se expandan y lleguen a quienes de otra forma quedarían al margen, pero esa opción exige un esfuerzo de rigor y contextualización
Cenar pizza fría, confesar la admiración por Rosalía y Taylor Swift y hasta bromear con el mote propio (y perruno) son elementos imprescindibles del manual más básico de lucimiento de cualquier candidato y Pedro Sánchez lo cumplió fielmente al acudir al pódcast «La Pija y la Quinqui». Aceptó, raudo, la invitación que le lanzaron en redes y logró doce millones de visualizaciones en algo más que un guiño electoral al «target» milenial: el porcentaje de jóvenes de 18 a 29 años supone el 14,4 por ciento del censo, casi cinco millones y medio de votantes, aunque, según datos de NC Report, quedarían reducidos a tres, ya que un 43,8 por ciento ha mostrado su intención de abstenerse. Un nicho muy jugoso en la reñida competición del 23J. Y motivo más que suficiente para acercarse a ellos y a sus canales de comunicación. Sin embargo, y más allá de esa intención de atraerlos, la presencia del candidato socialista en un formato alternativo, o que se sale del circuito más convencional, conecta con otro debate, uno de los más profundos a los que se enfrentan las democracias del siglo XXI. Cómo y dónde informarse.
En una campaña como ésta, tan marcada por la verdad y la mentira, cual aprendices de Arendt, la importancia del papel de los medios adquiere toda su dimensión. La lucha contra el algoritmo, la defensa del rol de contrapoder, como puntal de garantía y fiabilidad, de certeza frente a los vaivenes del «clickbait» y del titular de meme refuerzan el carácter imprescindible de la información frente al entretenimiento. Es un valor, sin duda, que la política y el interés por ella se expandan y lleguen a quienes de otra forma quedarían al margen, pero esa opción exige un esfuerzo de rigor y contextualización de los distintos niveles comunicativos. Válidos todos ellos en una sociedad madura y plural, siempre que no interfieran unos y otros. Porque, al final, la clave está en tener claro quién es la Pija, quién la Quinqui y quién la Prensa.
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