El buen salvaje
Matrimonio
El juez guarda tal vez la sospecha, el anhelo o la intención de pillar al marido a través de la mujer. Por el hilo se saca el ovillo. Ensartaría así el boquerón y la anchoa, esa es la cuestión.
En la «teletienda» anuncian las camas que no son para una persona mirando al techo, los catres de 90 cm. de toda la vida, como «de matrimonio». Una expresión que me resulta anticuada, del diccionario de la generación de las madres que nacieron en la guerra. Solo en sus labios tiene sentido una «sábana bajera de matrimonio», de la cama de Florinda Chico y Paco Martínez Soria. Casi todo el mundo duerme en una «de matrimonio», muchos en una grande como de orgía, aunque no conviva con planta alguna. Digamos que si fuera por el tamaño de la cama, todos formamos parte de un matrimonio en colchón de hotel de ejecutivo.
De ahí que me respingoneara cuando el juez pidió ayer el certificado de matrimonio de Begoña Gómez. Entiendo la importancia que tiene conocer si la mujer del presidente del Gobierno está casada en gananciales o si la pareja va por libre en cuanto a sus ingresos y gastos, pero el certificado de matrimonio sonó de la misma manera que el de defunción de Franco. ¡Lo que faltaba es que Begoña Gómez y Pedro Sánchez no estén casados!
El matrimonio, una vez pasado el calvario inútil del matrimonio gay, por el que hay cientos de parejas más en trámite de divorcio, es solo la unión de un boquerón y una anchoa, que es de sabor fuerte y salado. Ahora se unen Begoña y Pedro. Dos personas que deben dormir en las camas de la teletienda pero en versión deluxe.
El matrimonio Sánchez pasea por Brasil en modo luna de miel. Ella ha conseguido, no todas pueden, que las revistas comenten no lo que va a hacer allí, que supongo que será poca cosa, sino su «look». Traje de chaqueta blanco en alusión a la pureza o la transparencia. Pero solo hay que pensar un poco para llegar a una conclusión: el juez guarda tal vez la sospecha, el anhelo o la intención de pillar al marido a través de la mujer. Por el hilo se saca el ovillo. Ensartaría así el boquerón y la anchoa, esa es la cuestión. No está mal de aperitivo. ¡Vivan los novios!