Letras líquidas
La lengua del Dalai
Unas chanzas sin gracia, otras usadas como excusas e, incluso, encontramos, una tercera categoría, más grave y peligrosa, la de aquellas que acaban convertidas en burlas colectivas
Coinciden los estudios de psicología en elogiar las bondades del humor y sus consecuencias positivas. Mejoran la comunicación, facilitan las relaciones interpersonales y permiten ver la realidad desde otros puntos de vista, más flexibles, menos rígidos y encorsetados. La alabanza al ingenio es un mecanismo recurrente en los seres humanos, hasta Churchill advertía que «una broma es una cosa muy seria», y esa oda a la comedia la consolida como perspectiva cualificada para interpretar mejor lo que nos rodea o como salvadora válvula de escape, en su dimensión puramente lúdica. Eso, claro, siempre que aplique una cierta inteligencia. Y es ahí, precisamente, donde radica el eterno dilema inherente a chistes y chascarrillos: ¿dónde situar el límite que separa lo gracioso de lo zafio u ofensivo?
La polémica ha vuelto estos días a cuenta de un programa de TV3 emitido en plena Semana Santa. Mofas facilonas y toscas en un intento de llamar la atención ofendiendo sentimientos religiosos (con la Virgen del Rocío como diana) y tirando de tópicos antiandaluces (qué originales, a costa del acento). Un clásico que, en sociedades avanzadas, está tan amparado por la libertad de expresión como impregnado por un evidente mal gusto y que revela más del emisor que del destinatario. Y, mientras ese debate encara ya la vía judicial, da la vuelta al mundo la imagen del Dalai Lama justificando como «una tomadura de pelo, inocente y traviesa» la petición a un niño de que «chupara su lengua». Unas chanzas sin gracia, otras usadas como excusas e, incluso, encontramos, una tercera categoría, más grave y peligrosa, la de aquellas que acaban convertidas en burlas colectivas. Como el despropósito de la ley del «solo sí es sí»: seis meses en vigor, casi mil casos de agresiones sexuales en los que se ha rebajado la pena, más de un centenar de delincuentes excarcelados y todavía enredados en los pormenores para acordar su reforma. Broma macabra donde las haya.
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