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El bisturí

La infame visita al gánster de Yolanda «happy flowers»

Aquellos cuestionados líderes alcanzan la categoría de próceres en comparación con los dirigentes actuales del socialismo

Yolanda Díaz, la vicepresidenta «happy flowers» especializada en pregonar naderías con voz dulce mientras ejecuta purgas estalinistas contra los que la auparon en Podemos, ha traspasado todas las líneas rojas. No es que lo digan los fascistas de Vox, siempre con el colmillo a punto. Ni siquiera los peperos de Núñez Feijóo o los «Ayusers», prestos en todo momento a poner palos en las ruedas del «progresismo» de salón. Los que han alzado la voz, los que no dan crédito ante lo que ven, los que alertan del peligro que corre la izquierda, la verdadera izquierda, no la que nos gobierna actualmente, son numerosos históricos del socialismo. Recuerdo que muchos de ellos fueron duramente criticados en su época. Felipe González, por ejemplo, por la deriva en forma de paro que generó su reconversión industrial, por la errática marcha de la economía en los noventa, por la X de los Gal y las cloacas del Estado y por la financiación irregular. A Alfonso Guerra, por las andanzas bochornosas de «mienmano», que era el suyo. Pese a sus pecados, aquellos cuestionados líderes alcanzan hoy la categoría de próceres en comparación con los dirigentes actuales del socialismo y del comunismo. Intelectualmente, entre ellos y los de ahora no hay color. Tampoco resiste comparación alguna su defensa del constitucionalismo, el respeto al Rey y su apuesta indudable por la unidad de España. Con ellos, esos melones nunca se habrían abierto. Sus voces recientes en contra de la travesía que están intentando atravesar Pedro Sánchez y sus compañeros de viaje se han sumado a las de Nicolás Redondo Terreros, Joaquín Leguina y muchos que prefieren aún callar, unos por miedo y otros por no causar aún más estragos a un partido que se encamina hacia el abismo, como en Francia, pese al espejismo de las últimas elecciones. El que mejor ha definido lo que ocurre es Guerra, cuya autoridad moral le otorga amparo suficiente para enfrentarse a los que se han adueñado de su partido. En su opinión, el viaje de la vicepresidenta del Gobierno, Yolanda Díaz, a negociar con Puigdemont, un prófugo de la justicia, es una «auténtica infamia, porque pone patas arriba todo aquello en lo que cree un demócrata».

«Un señor que da un golpe de Estado, que declara independiente una zona del país, que crea, según él, una República en Cataluña, que después, cobardemente, como un gánster de poca categoría se mete en un maletero para fugarse, para evitar que la Justicia le exija responsabilidades, que se marcha a Waterloo en un palacio tremendo que seguramente hemos pagado entre todos aunque todavía esa investigación o no se quiere hacer o no se ha acabado o no sé, y que una vicepresidenta del Gobierno se marche a negociar con este tipo me parece una infamia contra la democracia. Y estos son los de la nueva política que iban a regenerar la política en España... Yo me rebelo contra eso porque esta amnistía es la condena de la transición». Guerra dice en voz alta lo que numerosos socialistas de base piensan. Es cierto que hay otros históricos que sostienen lo contrario, como José Montilla, pero no olviden que con él empezó todo. Su nefasta gestión al frente del tripartito arruinó Cataluña, lo que contribuyó al crecimiento de ERC y a la radicalización de CiU, hoy Junts. De aquellos polvos vienen estos lodos que hoy ensucian el socialismo.