El canto del cuco

Edmundo, presidente

Edmundo González procede de la mejor tradición democrática de Venezuela

Existen pocas dudas de que Edmundo González Urrutia ha ganado las elecciones en Venezuela de manera rotunda. Lo que ha hecho el Parlamento español, por iniciativa del Partido Popular, ha sido reconocerlo oficialmente. Es un acto de justicia frente a la indignidad de la dictadura de Maduro, que se niega a abandonar el poder y, encima, persigue con saña a los representantes legítimos del pueblo venezolano. Entre sus cómplices en el exterior figura el ex presidente Rodríguez Zapatero, que se presenta como mediador para evitar males mayores. Eso dicen. Y también, a cara descubierta, los ministros de extrema izquierda del Gobierno . El propio Pedro Sánchez conecta mejor con la dictadura bolivariana de Nicolás Maduro que con la democracia argentina de Javier Milei. Esto explica la cautelosa actuación de la diplomacia española, mucho más audaz para reconocer a Palestina sin esperar a la decisión europea. O para entregar el Sáhara a Marruecos sin consultar a nadie.

No se reprocha al Gobierno haber intervenido para sacar de Venezuela al presidente electo «por razones humanitarias», aunque está claro que Sánchez le quitó con esto un peso de encima al régimen de Maduro. Un favor por otro. No olvidemos que Edmundo González era un ciudadano perseguido por la Justicia venezolana. No parece de recibo que se permita su salida del país, diga lo que diga con su hueca prosopopeya el ministro Albares, sin contar con el beneplácito oficial del Gobierno bolivariano, no sólo para resolver las cuestiones técnicas de la operación. Y ahí se sospecha que estuvo la mano silenciosa y eficaz de Zapatero. Lo que se reprocha al Gobierno español es su resistencia a reconocer, antes que nadie, al vencedor de las elecciones venezolanas, llevando en Europa la iniciativa que le corresponde en este caso. Y, por supuesto, merece reproche el penoso papel de los diputados socialistas ante la encomiable iniciativa popular a favor del reconocimiento español del triunfo de la democracia en Venezuela, sin esperar a fin de año, como quiere Sánchez.

Edmundo González procede de la mejor tradición democrática de Venezuela. Es heredero político del democristiano Rafael Caldera, una de las figuras más relevantes de la historia de ese país. Tuve la ocasión de conocerlo de cerca en una visita de la mano de los políticos catalanes Durán Lleida y Sánchez Llibre. Nos recibió en su casa de Caracas. En el jardín tenía cotorras y loros. Uno de estos, bien amaestrado, gritaba a todo el que se acercaba a su jaula: «¡Caldera, presidente!». Ahora los diputados españoles no han hecho otra cosa que gritar al mundo: ¡Edmundo, presidente!