Angel del Río
La Celsa, hace 20 años...
Había un Madrid de los Austrias, sobrio, rancio de tanta historia, y le siguió el Madrid de los Borbones, moderno, especialmente significativo en la etapa isabelina, cuando el urbanismo de la ciudad se abrió a Europa por el paseo de la Castellana; nació el barrio de Salamanca como nueva zona para el asentamiento de la democracia y la nobleza, y se hizo apertura urbana en el reinado de Alfonso XIII, con el nacimiento de la Gran Vía. En las últimas décadas se ha consolidado el Madrid de Juan Carlos I, a través de las grandes infraestructuras, los centros del poder económico en la manzana de AZCA o el nuevo modelo arquitectónico de las cuatro grandes torres en la zona norte. En el casco histórico, el Rey pidió a Álvarez del Manzano la reordenación de la plaza de Oriente, y así se hizo, y la Corona fue determinante para abrir al público los Jardines del Campo del Moro y terminar La Almudena, en ese entorno renacentista que da brillo a esta ciudad. Pero la presencia de don Juan Carlos llegó hasta los extrarradios. Hace veinte años, se producía el primer viaje oficial de los Reyes a la Comunidad, concretamente al sur de la región. En apenas unas horas, estuvieron en Leganés, Alcorcón, Móstoles, Fuenlabrada, Parla y Getafe... y en La Celsa, uno de los poblados chabolistas más deprimentes de Madrid. Allí los Reyes se metieron en las chabolas y dialogaron con sus vecinos. En la del hijo del tío Isidoro, tomó café de puchero; el patriarca tío Aquilino le dio el bastón de mando, que le proclamaba «rey de los gitanos», y la familia de Joselito le entregó un ramo de flores, de esas que vendían en las esquinas. Por primera vez un monarca se metía en una chabola de 30 metros de miseria. Después de esa visita, Don Juan Carlos fue Rey para más gente, sobre todo, para muchos de los que vivían de espaldas a la Monarquía. El Madrid de los Borbones también entraba en la última chabola de La Celsa.