Nacionalismo

Jugándose las barbas

La Razón
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Si me tomé la molestia de escuchar íntegra la entrevista que la periodista prosoberanista Mónica Terribas le hacía a Carles Puigdemont hace cuatro días en Cataluña Radio, fue entre otras cosas para corroborar que el ex president se encuentra cada día, cada minuto que pasa, más fugado de la realidad, más ensimismado como don Quijote en las gestas épicas tras la lectura del Amadis de Gaula. A la no tan sorprendente como indicativa agresividad de la entrevistadora, el candidato a regresar al palacio de Sant Jaume y auténtico tábano de ERC y PdCat se limitó a mostrar las únicas lentejas virtuales que ofrece a la mayoría independentista, «o yo, o yo», como en su momento «referéndum o referéndum». Pues bien, este es el trágala al que, treinta y dos días después de los comicios del «21-D», se ha auto abocado el eje soberanista dando por hecho que hoy lunes el flamante presidente del Parlament propondrá a Puigdemont para ser investido. Parece una de esas sagas del cine de terror plagadas de secuelas, en las que el «Alien» que no estaba muerto acaba regresando. Solo que ocurre que en esta película la secuela les puede resultar a algunos especialmente gravosa. Casi de jugarse más que el bigote, las mismísimas barbas.

Una de ellas es la impecable y atractiva del «JASI» –joven aunque sobradamente independentista– presidente de la Cámara autonómica, Roger Torrent. Podrá mantenerla dando recorrido a una prometedora carrera política si, con las consecuencias acarreadas por su antecesora Forcadell bien presentes, opta por el entendimiento con la legalidad constitucional o al menos por limitarse a flirtear con los límites de esa legalidad, pero sin traspasarlos o, por el contrario, toma la vía de retorcer el reglamento del Parlament a mayor gloria del continuismo de un «procés» cuya estación de destino no ha sido otra más que la inevitable e inexorable aplicación del 155. Y aquí lo de desplazarse a Bruselas con dinero público para reunirse con el fugado Puigdemont o no hacerlo supondrá una muy indicativa primera tarjeta de visita.

Entre otras es también otra barba, la de Mariano Rajoy, la que está en juego, y el jefe del Gobierno lo sabe. Tanto como que un desliz a la hora de afrontar el órdago «telemático» del ex president podría resultar fatal, no sólo para los intereses del Partido Popular ya muy dañados de por sí, sino para los de todo el Estado desde un punto de vista tanto económico como de credibilidad. Rajoy y con él su Gobierno, con algunos nombres y apellidos más expuestos que otros, ha empeñado su palabra garantizando que no habrá un presidente de Cataluña afincado en el exterior y esta vez no se puede fallar tras el precedente de un 1 de octubre en el que efectivamente no hubo referéndum tal como se garantizó, aunque sí que hubo algo probablemente peor para nuestra imagen de país y para la propia dignidad de nuestras Fuerzas de Seguridad del Estado. O se acaban las bromas o se forran los barberos.