Francisco Nieva
El quijote antes y después del cinema
Nada tan estimulante para mí como el título y el contenido de este discurso de ingreso en la Academia de Darío Villanueva, su actual director. Nos descubre en el cinematógrafo todo un continente informativo, histórico, educativo y formativo por explorar, con muy útiles resultados en el conocimiento del ser humano, en su complejidad ideológica y moral. Ahora yo vivo pendiente de sus trabajos, que se anuncian impresionantes: «El Quijote antes y después del cine». Tanto más cuanto comencé mi carrera en el cine, como discípulo y ayudante de Enrique Alarcón.
Mis primeros trabajos fueron para la película «El clavo», que dirigió Rafael Gil, con Amparo Rivelles de protagonista, junto a Rafael Durán. Lejos de todo prejuicio político, debemos reconocer en Rafael Gil a un muy eficiente director de cine y creador de mundos novelescos y narrativos para la gran pantalla española. Aquella su misma versión de «El clavo», sobre el relato de Pedro Antonio de Alarcón, pone en evidencia su sensibilidad artístico-literaria en la fiel evocación del Romanticismo español, de un lirismo sombrío y, a veces, esperpéntico. «El clavo» no ha perdido con los años su valor estético documental, como pudiera serlo un film de John Ford.
Y, a propósito de Don Quijote, es el autor de la versión fílmica más fiel de todas las que conozco, comenzando por la de Pabst. Del cual he descubierto lo mucho que se informó estéticamente, con base en las ilustraciones de Daniel Urrabieta Vierge, tenido por Víctor Hugo por el padre de la ilustración moderna. Y, en efecto, así es: El gran dibujante español, influyó seriamente, a nivel mundial, en la ilustración literaria, pues era en extremo original en sus encuadres, se diría que, proféticamente, eran ya cinematográficos pues, de hecho, todos los directores de la novela de Cervantes se documentaron en él. En alguna de sus escenas, Pabst reproduce con toda fidelidad determinadas ilustraciones al pie de la letra. Vierge era condiscípulo y amigo íntimo de Moreno Carbonero, junto al que trabajó pintando decorados en los talleres del Teatro Real de Madrid. Son también innumerables los cuadros sobre motivos quijotescos realizados por este pintor, famoso por su composición de doña Juana de Castilla velando el cadáver de Felipe El Hermoso, en pleno campo y bajo un clima tormentoso, el cual figuró en los billetes de cien pesetas. Un gran ejemplo de pintura de Historia que se conserva en el museo del Prado.
Vierge publicó un libro en inglés con innumerables dibujos sobre La Mancha, su campesinado y sus costumbres. El título del libro es «On the trail of Don Quixote». Una verdadera joya, dibujado con la mano izquierda, pues quedó paralítico de un insolación precisamente el día que se celebraba la inauguración del Arco de Triunfo, recién erigido en la Place de l’Étoile. Anduvo todo el día a pleno sol, sacando apuntes de todos y cada uno de los eventos oficiales de aquella fecha. Mediante una férrea voluntad, recuperó su destreza, y sus mejores obras son de ese periodo.
No necesitó Rafael Gil recurrir a él en su versión quijotesca, pues ya contaba con Enrique Alarcón, manchego de una gran cultura iconográfica. Alarcón también colaboró con Buñuel desde su producción de «Viridiana» en adelante. Mucho y bueno le debe el cine español al escenógrafo manchego. Su trabajo en «Pequeñeces» y en el «Don Quijote» nada tiene que envidiar al mejor cine de Hollywood. No obstante, la película en sí adolece de una saturación de estampas fantásticas sin explicación, dada la complejidad de un argumento tan profuso. Solo considero excelentes dramáticamente las pocas escenas del final.
Su reparto aglutina lo mejor del ramo interpretativo de la época de su realización, 1947. El protagonista, Rafael Rivelles, padre de Amparo, encarna un Don Quijote memorable por su justeza vocal, psicológica y plástica. No hay que olvidar la interpretación de Sancho Panza por Juan Calvo, asimismo un excelente antagonista e interlocutor.
Recuerdo que cuando me presenté a Enrique con una nota de presentación, estaba trabajando sobre maquetas y departiendo de igual a igual con Abel Gance –inventor del cine envolvente, con tres pantallas conectadas. Gran acontecimiento en el cine francés–. Se había refugiado de la guerra en España, en donde también intentó dirigir y trabajar.
Aún me precio de haber comenzado mi carrera al lado de aquellos dos buenos ejemplos profesionales, como lo fueron Rafael Gil y Enrique Alarcón. Tratemos de ser objetivos y justos con el cine español, tan denostado vulgarmente.
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