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El canto del cuco

Cita en la catedral

Algún día conoceremos las verdaderas razones de la «excepción española» en la reinauguración, tras el incendio, de la grandiosa catedral de París, símbolo de la construcción cristiana de Europa.

Dos acontecimientos recientes merecen un repaso crítico por las ausencias institucionales: el solemne funeral por las víctimas de la Dana en la catedral de Valencia y la inauguración de Notre Dame, la reconstruida catedral de París. En el primer caso ha brillado por su ausencia el presidente del Gobierno, y en el segundo, el Rey y el ministro de Cultura, que eran los que habían sido invitados. No se sabe a ciencia cierta cuál ha sido el motivo de estas incomparecencias, que parecían obligadas. Se da el caso de que las dos citas eran en una catedral católica, lo que puede proporcionar quizá una pista razonable para entender lo que ha pasado.

El presidente Sánchez tenía la agenda oficial en blanco a la hora del funeral en la catedral de Valencia. Eso indica que no existía ningún otro compromiso que le impidiera estar presente, como era su obligación, al lado de los familiares de las víctimas. La excusa de que aún quedaban algunos desaparecidos no parece consistente. El recuerdo del mal trago de Paiporta y el temor a que se repitiera el airado rechazo popular hacia su persona puede tener mayor fundamento. Pero no hay que descartar un motivo más ideológico. El socialista Sánchez no es amigo de las catedrales. No siente ningún entusiasmo, sino todo lo contrario, por la España católica. De hecho, su laicismo radical le lleva a organizar un «funeral laico» de Estado en honor de los muertos de la riada. La «interferencia» de la Iglesia, con la misa en la catedral de Valencia, no la ha llevado bien. La efusiva cercanía popular de los reyes, en contraste con su lejanía, tampoco.

Algún día conoceremos las verdaderas razones de la «excepción española» en la reinauguración, tras el incendio, de la grandiosa catedral de París, símbolo de la construcción cristiana de Europa. En el palacio de La Zarzuela han preferido asumir la responsabilidad para evitar conflictos, cuando las relaciones con La Moncloa no pasan, según parece, por su mejor momento. El fallo ha sido estruendoso. Estar presente en París era simbólica y políticamente importante. Y España no estuvo allí. ¿Por qué? Una pista: el ultraizquierdista ministro de Cultura, Ernest Urtasun, que estaba invitado a la catedral de Notre Dame –nunca se había visto en otra– y que era el encargado oficial de acompañar a los reyes, prefirió irse al circo, una sutil forma oficial de desaconsejar la presencia regia en la cita de París. Lo que se sabe a ciencia cierta es que cuando ya nadie se acuerde de este Gobierno «progresista», las catedrales seguirán ahí.