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Y volvieron cantando

La «burbuja» de la M-30

Encerrados en sombrías salas alquiladas en un hotel de Ginebra poniendo en almoneda los designios del país y los intereses de los ciudadanos y se permiten cuestionar lo que se hace, se dice y se decide en el ámbito político de la capital del estado español

Resulta que se marchan a Suiza para encerrarse en sombrías salas alquiladas en un hotel de Ginebra poniendo en almoneda los designios del país y los intereses de los ciudadanos y se permiten cuestionar lo que se hace, se dice y se decide en el ámbito político de la capital del estado español, eso que llaman la «lejana corte» distanciada según ellos de los problemas de la España real arrumbada en la periferia o la meseta. ¿Qué se comenta ahora dentro de la burbuja madrileña de la M-30? La pregunta comienza a resultar cada vez más familiar cuando uno se desplaza a según que sitios fuera de Madrid y sobre todo se mueve en según qué ámbitos de la política, el mundo de la empresa o el propio periodismo. Muy especialmente desde el nacionalismo, el independentismo y no pocos sectores de la izquierda, aunque también desde territorios gobernados por la derecha se ha venido instalando la especie de que en las instituciones radicadas en la capital española, políticos e informadores se mueven en un universo paralelo, una burbuja de ensoñación y ombliguismo en la que permanentemente pedalean en torno a cuestiones que nada tiene que ver con la «España real». Se lo hemos escuchado a dirigentes como el presidente castellano-manchego García-Page, a no pocos comunicadores y opinadores mediáticos especialmente en Cataluña (tiene lo suyo que en Cataluña se hable de «realidades paralelas») y muy particularmente a quienes pretenden vender a la generalidad del país un escenario en el que la comunidad y la capital que siempre se han caracterizado por su vocación hospitalaria y abierta, donde nadie es forastero pasa ahora sin embargo por ser una isla de «ayusismo» y «almeidismo» desconectada del resto del país y dentro de la cual –mayormente dentro de los «elitistas» límites de la M-30– pululan día a día ensimismados en «sus cosas» una casta de políticos y de periodistas ensimismados en sus particulares cuitas, dimes y diretes palaciegos ajenos a los problemas del campo de Gibraltar, de las rías gallegas, del corredor mediterráneo o de los campos extremeño y andaluz. Falso y peligroso mensaje fomentado por quienes entienden una España plural solo acorde a las conveniencias de sus pactos con el separatismo periférico y con la extrema izquierda o en sentido contrario con un gobierno del estado débil, dúctil y maleable. Más M-30 y menos Suiza.