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Apuntes
La batalla del salmón en California
Nadie de quienes se oponen a las obras hidráulicas se hace responsable en las tragedias climáticas
Si fuera un estado independiente, California representaría la quinta economía del mundo. Y, sin embargo, los bomberos enviados a combatir los incendios de Pacific Palisades, en las montañas de Santa Mónica, se encontraron con falta de presión en los hidrantes, sin suministro desde el embalse de Santa Ynez, en el condado de Santa Bárbara; con centenares de vehículos antiincendios inutilizados por falta de mantenimiento y los nefastos efectos del recorte de personal decidido por el Ayuntamiento demócrata de Los Ángeles para afrontar el déficit público. El resultado: un millar de casas devoradas por las llamas en el barrio angelino más chic –incluida la mansión de Paris Hilton– y hasta quince mil estructuras arrasadas en la media docena de incendios declarados a lo largo y ancho del área metropolitana. Las pérdidas materiales, por encima de los 150.000 millones de dólares, palidecen ante la muerte de una docena larga de personas y las decenas de miles que han perdido sus hogares o sus medios de vida.
Donald Trump, el mismo tipo que advirtió a Angela Merkel del riesgo de atarse al gas barato ruso, lleva años criticando a los demócratas californianos por unas políticas medio ambientales que priman la protección del salmón Chinook y su desove en el delta del río Sacramento al incremento de los trasvases de agua desde las montañas del norte del Estado al valle de San Jacinto –desde donde se exportan a medio mundo las nueces y el heno– y a las grandes aglomeraciones urbanas de Los Ángeles, con sus diez millones de habitantes, y San Diego, con otros cuatro millones. En realidad, la California seca al sur de Sacramento vive de dos obras hidráulicas llevadas a cabo en 1930, con un canal de mil kilómetros, y en 1960, con un acueducto de 700 kilómetros de longitud. Claro, que eso era antes de la legislación sobre «Ríos salvajes y escénicos» y de las batallas entre los partidarios del salmón Chinook y los agricultores del valle de San Jacinto. Por cierto, entre los primeros, los de los peces, muchos artistas de Hollywood que han visto cómo las llamas devoraban sus mansiones.
Ayer, el gobernador de California, Gawin Newson, un tipo que, ante la victoria electoral de Trump, solicitó al Congreso estatal un incremento de los fondos para pleitear contra el gobierno federal mientras los bomberos de Los Ángeles y de San Diego veían cómo se reducían sus plantillas, exigía explicaciones por los fallos de los hidrantes y la falta de agua en el embalse de Santa Ynez («Inés» en la vieja grafía castellana), lo que ha llevado al malvado Trump a la hilaridad, que ya se sabe que el presidente electo no es muy elegante. El caso es que existe en un proyecto, el del Delta, con una conducción subterránea de 70 kilómetros, para llevar agua desde los ríos Sacramento y San Joaquín hasta el embalse de Betania, lo que garantizaría el líquido elemento a unas áreas urbanas en constante crecimiento. El proyecto –lo tienen expuesto en internet– cuesta unos 20.000 millones de dólares, entre otras razones, porque es a prueba de terremotos. Es decir, mucho menos de las pérdidas de los últimos incendios. Pero como ha ocurrido en Valencia, nadie de quienes se opusieron a las infraestructuras necesarias en Cheste, las ramblas del Poyo y Pozalet y el río Magro admite responsabilidad alguna en la tragedia. Como sea verdad lo del calentamiento global, estamos listos.
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