OTAN
La OTAN, impulso clave para ingresar España en la Comunidad Económica Europea
Tras la visita de Mitterrand a Madrid, el freno francés disminuyó su presión
A partir de 1957, España pasó a considerar, acertadamente, que su futuro dependía de una amplia apertura económica al exterior. Para esto, uno de sus puntos clave era ingresar en la CEE. El inicio había tenido lugar con las conversaciones de Ullastres en Bruselas, culminadas con el Acuerdo Preferencial de 1970. Cuando llegó al poder el Partido Socialista de Mitterrand, Francia pretendió que la CEE denunciase aquel acuerdo, firmado con condiciones tan favorables para España –cuando su Jefe del Estado era Franco–. Son multitud los datos, en forma de diario, que aparecen en la obra de Jacques Attali, Verbatim I, parte primera, 1981-1983 y segunda 1983-1986, (Fayard, París).
Marcelino Oreja, siendo Ministro de Asuntos Exteriores de España, presentó, el 27 de julio de 1977, al Consejo de Ministros de las Comunidades, la solicitud de ingreso –en forma de carta que Adolfo Suárez dirigía a Henri Simonet, que presidía el Consejo–. El resultado de esta gestión fue muy negativo, debido a los problemas planteados por la posible extradición de etarras –aunque no hubiesen efectuado infracciones en territorio francés–, encontrándose Francia en una situación de crisis económica. Y daba la impresión de que la competencia española, en el terreno agrario, podía ser colosal.
Alcanzó Felipe González la Presidencia del Gobierno, y, en la Cumbre Europea que iba a celebrarse en Copenhague, se habla, en primer lugar, sobre la ampliación a España, como se había acordado con Kohl. Francia reaccionaba favorablemente, tras la elección de González, pero exigiendo que la adhesión de España «quede subordinada a la solución de los problemas agrícolas y a los vinculados con la financiación del presupuesto (comunitario)». El comentario de Attali es claro: «Fiasco… La prensa española denuncia nuestro imperialismo y considera que ahí se ve un nuevo retraso para la adhesión de España». Y Attali también recoge, el 20 de diciembre de 1983, esta declaración efectuada por Mitterrand a Felipe González, durante una cena celebrada ese día, al llegar a la Presidencia de la Comunidad: «Poseemos un papel determinante: es preciso abordar, en relación con la adhesión de España a la CEE, los temas esenciales de la pesca y de la agricultura», lo que exigía un cambio muy sensible en la actitud administrativa francesa relacionada con estas cuestiones, así como en la medida de lo posible, por parte de los medios profesionales y de los responsables de las regiones del Midi francés, pues «electoralmente decir sí a la adhesión –indicaba Mitterrand– sería negativo para nosotros». Pero como «aparentemente», pretendía que España entrase en Europa, solicitó que nuestro país asumiese «muchos puntos de la negociación y concretamente en los de la pesca y la agricultura, si es que se quería contar con el apoyo francés; de lo contrario, Francia le retiraría su apoyo, por lo que la adhesión de España a la Europa comunitaria se aplazaría indefinidamente». Ante este panorama, recuerdo que publiqué en el diario Ya, el 31 de enero de 1984, un artículo titulado No a cualquier precio.
¿Qué fue lo que alteró todos estos planteamientos? Se atisba, tras una reunión en Latché, entre Mitterrand y el Canciller alemán Helmut Schmitt durante los días 7 y 8 de octubre de 1981, en relación con el incremento de una tensión suma Este-Oeste que entonces tenía lugar –con un Reagan en actitud muy dura, y progresos del movimiento Solidaridad, en Polonia–, que todo ello se manifestó en el Congreso de Gdansk, así como nuestro papel ante la crisis. Allí, había señalado el canciller alemán, que era necesario un refuerzo, abarcando a Portugal, Italia, España y Francia. Comenzó, así, un cambio de perspectivas europeas, que provocaron que el 8 de mayo de 1982 anotase Attali que en la Cumbre de la OTAN que iba a celebrase en Bonn, España había decidido «ingresar en esta Organización y nada menos que Reagan pasa a celebrarlo como prueba de la utilidad de este Acuerdo del Atlántico Norte, simbolizada por esta adhesión española». Y el 30 de mayo de 1982 anota esto: «España se convierte en el decimosexto miembro de la Alianza Atlántica». Y, tras la visita de Mitterrand a Madrid, el freno francés disminuyó su presión, y el 31 de octubre de 1982, Attali destacaba el deseo alemán de que «concluyan las adhesiones de España y Portugal antes de julio de 1983». Y a partir de febrero de 1984, todo se aceleró y en la cumbre de Bruselas, 29 de marzo de 1985, quedó claro que «España y Portugal podrían entrar en el Mercado Común». La puerta la habían abierto, con fuerza, la OTAN, la presión alemana y la de los Estados Unidos. Una vez más, un problema de defensa tuvo consecuencias favorables para nuestra economía.
Juan Velarde Fuertes es economista y catedrático.
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