Corinna Larsen
Los delirios de la arribista Corinna
«La historia romántica se ha convertido en algo sórdido gracias a la delirante ambición de su protagonista»
No hay nada peor que alguien despechado, no importa hombre o mujer, porque estará dispuesto a cualquier acto abyecto con tal de vengarse. Corinna Larsen es una arribista de manual que puso su inteligencia y encantos al servicio de su ambición de abandonar la clase media para ingresar en el Gotha.
Lo que sabemos es que no le gusta su apellido y prefiere los de sus maridos, aunque no consiguió culminar su escalada enlazando con un riquísimo duque británico y un rey de España.
Ahora anda en líos judiciales, organizando su disparatada estrategia de defensa y buscando perpetrar su venganza. La realidad es que parece salida de uno de esos folletines que hacían las delicias de los lectores en el siglo XIX y que tuvieron en Alejandro Dumas su máximo exponente.
Nuestra moderna milady de Winter esperaba que don Juan Carlos hiciera como Eduardo VIII y se casara por amor, aunque manteniendo el título de rey. Era la culminación del ascenso social, porque enlazaba con el descendiente de las dinastías reales más prestigiosas y antiguas de Europa. Habría pasado de un segundón de una familia noble alemana a un monarca. Por el camino se enriqueció gracias a la irracional generosidad de un hombre bueno y los contactos que consiguió a su lado.
La historia romántica, que parece surgida de esas novelas de bolsillo que acaban olvidadas en apartamentos, habitaciones de hotel o playas, se ha convertido en algo sórdido gracias a la delirante ambición de su protagonista. Es verdad que el rey padre, por más respeto que sienta por él, lo hizo rematadamente mal.
La ofuscación le llevó a cometer errores que está pagando muy caro, porque un rey no puede olvidar que por encima de una amante siempre está la Corona, la dinastía y España.
En la recta final de su vida tuvo una relación inapropiada, no lo digo por la condición social o la relación sentimental, porque, a pesar de su experiencia, no se dio cuenta de que dormía con el enemigo.
El esperpento final es que Corinna ha pedido una indemnización por los costes de su tratamiento médico de salud mental y la instalación de medidas de seguridad personal. Y eso que le regaló más de sesenta millones de euros. Desde luego, no tiene ninguna categoría.
Francisco Marhuenda es catedrático de Derecho Público e Historia de las Instituciones (UNIE).
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