Cargando...

Ceuta

El ardor patriótico mediático

La sistemática descalificación de un país aliado, que es fundamental para nuestros intereses, no creo que sea una estrategia adecuada para superar la crisis.

No ayuda mucho a resolver la grave crisis de Ceuta el ardor patriótico mediático que muestran algunos políticos, analistas, periodistas y politólogos arreándole a Marruecos y despotricando, con esa característica arrogancia eurocentrista, al régimen marroquí y su monarca. Este conflicto necesitaría prudencia y rigor, pero parece que no vivimos tiempos de templanza y sosiego sino de exabruptos. Desde luego no aprendemos de los errores del pasado y se ha instalado el buenismo ideológico del pensamiento único para complacer a las redes sociales. Europa, la zona más rica y avanzada del mundo, tiene problemas graves con sus fronteras y esa vieja idea de «papeles para todos» y «pobres migrantes» no es la solución más adecuada. No hay duda de que detrás de los migrantes existe una historia que rasga nuestros corazones, pero luego está la dura realidad. Otro aspecto que estamos descubriendo es la geopolítica donde cada país aprovecha sus oportunidades para defender sus intereses. En el caso de Marruecos está la fragilidad de nuestras fronteras y la aprovecha ante una agresión política como el acogimiento incomprensible del polémico líder del Frente Polisario. La mala gestión de esta cuestión ha provocado una grave crisis diplomática.

El Gobierno y la izquierda política y mediática piden ahora una oposición de Estado, pero es una apelación que hacen sólo cuando la necesitan porque el resto del año no cuentan con ella para nada. Ni un atisbo de autocrítica. No creo que el ardor patriótico y la sistemática descalificación de un país aliado, que es fundamental para nuestros intereses, sea una estrategia adecuada para superar la crisis. Hay una cuestión de fondo que deberíamos plantearnos y es el problema migratorio sin tantas soflamas buenistas, porque también lo es para Marruecos que tiene que controlar en beneficio nuestro, tanto para España como para el conjunto de Europa, esos flujos de centenares de miles de personas que quieren dar el salto y abandonar las pésimas condiciones de sus países de origen. Está muy bien que seamos solidarios y estos días podemos ver gestos de extraordinaria generosidad, pero la crisis nos pone, una vez más, ante el espejo de nuestras contradicciones. Hay una enorme hipocresía, no me importa ser políticamente incorrecto, porque luego nadie se quiere apretar el cinturón y que le suban los impuestos para hacer frente a esas exigencias de solidaridad con las que todos nos llenamos la boca. Y esto coincide, además, con las consecuencias demoledoras de la crisis pandémica que está siendo una debacle económica.