Historia
Justo y Pastor, los «Rómulo y Remo» de Alcalá de Henares
El culto de los Santos Niños se extendió por toda la península ibérica, el sur de Francia e incluso Italia
Todos los pueblos tienen sus santos patronos. Y las naciones, sus santos protectores. Hace unos días celebrábamos al nuestro: Santiago apóstol. Aunque desde el siglo IX los reyes de la Reconquista establecieron el voto de Santiago, fue definitivamente en 1630 cuando el papa Urbano VIII decretó que Santiago el Mayor fuera considerado el único patrono de España, frente a quienes postulaban también como patrona a «la santa», Teresa de Jesús. Pero pocos saben que el rey Chindasvinto, dos siglos antes, había considerado a dos pequeños hermanos, de siete y nueve años, patronos de la Hispania visigoda: los santos niños Justo y Pastor.
Su «dies natalis», el día del nacimiento al cielo por el martirio, se celebra cada año el 6 de agosto. La historia del martirio de los hermanos Justo y Pastor –acontecido a comienzos del siglo IV, bajo la última persecución de Diocleciano, en la antigua ciudad de Complutum– nos es conocida por diversas fuentes: literarias, litúrgicas y arqueológicas. Hablan de ellos el poeta Aurelio Prudencio, el senador Paulino de Nola, el Pasionario hispánico, el himno O Dei perenne Verbum, el arzobispo Ildefonso de Toledo… También la arqueología ha documentado recientemente el uso celebrativo por parte de la comunidad cristiana del espacio principal de la Casa hispano-romana de Hyppolitus, convertido en templo, con su ábside y su baptisterio, así como la existencia de enterramientos «ad martyras» (junto a los mártires) bajo la actual Catedral Magistral de Alcalá de Henares y en sus inmediaciones. Pero el mayor testimonio de la huella imborrable que dejó el martirio de los dos hermanos complutenses es la actual ubicación de la ciudad, trasladada desde la antigua Complutum hasta el conocido como Campo Laudable, lugar de enterramiento de Justo y Pastor, en la antigua necrópolis romana.
Si Rómulo y Remo –los dos legendarios hermanos criados por una loba– son considerados los fundadores de la ciudad eterna, Justo y Pastor lo son de la Alcalá de Henares cristiana, la de san Félix y san Diego, la de Cisneros, su Universidad y su Políglota, la de los frailes evangelizadores de América, la de tantos sabios y santos.
El culto de los Santos Niños se extendió por toda la península ibérica, el sur de Francia e incluso Italia. Según la tradición, san Urbicio llevó los cuerpos de los pequeños mártires hacia el norte de la península, para evitar su profanación en tiempos de la dominación musulmana, llegando hasta Narbona –donde se conserva la cabeza de san Justo– y depositándolas finalmente en el valle del Nocito, de donde pasaron a la Iglesia de San Pedro el Viejo, en Huesca. El 7 de marzo de 1568 parte de sus reliquias volvió, con gran devoción y aparato barroco, a la cripta de la Magistral de Alcalá de Henares. Es la fiesta que conocemos como «la Reversión», ampliamente narrada por el cronista de Felipe II, Ambrosio de Morales. Recientemente el obispado de Alcalá, en colaboración con el grupo de investigación del siglo de oro de la Universidad de Navarra, ha editado dos autos sacramentales escritos a finales del siglo XVI, con ocasión del regreso de las reliquias de Justo y Pastor.
Y en 1683 un músico napolitano, Donato Ricchezza, al servicio del virrey español, escribió un Oratorio dedicado a ellos. La composición comienza con estas palabras: «La fiamma bambina / ch’al cielo s’avanza / crescendo ha speranza / di farsi gigante. / Il foco d’amore / raddoppia l’ardore / son maestri di fe / Giusto e Pastore». Es cierto, la llama infantil, el fuego de amor, ha crecido a lo largo de los siglos, se ha hecho gigante y mantiene vivo el ardor de los cristianos complutenses. También este año, el 6 de agosto, la ciudad de Alcalá de Henares honrará a sus patronos, «gloria y honor de la cristiandad».
Juan Miguel Prim Goicoechea
Vicario episcopal para la evangelización de la cultura de la diócesis de Alcalá
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