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El Gran Poder y la Esperanza Macarena de Madrid: la semilla andaluza que alumbró una ‘misión’ solidaria
Esta hermandad explica cómo, debido a la crisis, la gente ya no dona tanto como antes: «Simplemente no pueden»
«En un mundo de hombres como es el de las hermandades, el cual siempre ha estado muy ligado a la figura del capataz, del costalero o del hermano mayor, en el Gran Poder y la Esperanza Macarena hay mucha igualdad, estamos dos mujeres al cargo». Habla Begoña Barrenechea, diputada de Asistencia Social, refiriéndose a ella misma y a Mercedes Herranz, encargada de la comunicación de la hermandad. Nos recibe en la sala donde, dentro de la misma colegiata de San Isidro, recogen los alimentos y los bienes que se donan a la parroquia para que, posteriormente, sean repartidos. Ahora está vacía, ya que se dejó todo catalogado y preparado antes de que comenzase la Semana Santa. Los pasos del Cristo y de la Virgen están también prácticamente preparados para la semana grande.
«Mi misión es, sobre todo, intentar de dar respuesta a quienes precisen ayuda, ya sea a nivel económico como con alimentos u otros bienes que puedan hacer falta», explica Begoña, quien señala, además, que cuando se trata de ayuda prestada a miembros de la hermandad «la gente es un poco reacia siempre a que se sepa que han pedido ayuda, así que tenemos que guardar un poco en secreto qué se le da a unos y a otros». En esta hermandad son algo menos de 1.200 cofrades, a través de quienes se sufraga gran parte de la ayuda. «Se hace mucha labor con esta parroquia, en la que hay mucha gente muy mayor y que tiene muchas necesidades», dice. «También nos piden a veces un cochecito de niño, una silla para el coche... Y, como recogemos de todo, muchas veces podemos responder», continúa. Por supuesto, todo ello además de alimentos, ropa, juguetes, libros... que llegan a través de la generosidad de los hermanos, «pero también, muchas veces, de la de la gente que viene a la parroquia».
«Los que vienen buscando ayuda son, en muchas ocasiones, un padre o madre de familia con niños pequeños y que te piden un poco de todo», explica. En el barrio en el que se encuentran, además, señala que hay muchos que están en situación de necesidad. «Durante un tiempo estuvimos haciendo bolsas de alimentos adaptadas a cada una de las familias que ayudábamos, porque no es lo mismo que esté compuesta por padre, madre y tres niños, o que sean padre, madre, un bebé y la abuela. Las necesidades son distintas. O personas que son musulmanas, y no pueden comer cerdo», dice. Sin embargo, a raíz de la pandemia, en esta hermandad «no es que hayamos notado un incremento de las peticiones de ayuda como que la gente ya no dona tanto, simplemente porque no pueden». «Las cosas se han puesto realmente muy difíciles para muchos, y, aunque el altruismo sigue estando, es cierto que no puede materializarse tanto como antes», insiste Barrenechea. Además, indica que durante los dos años después de la pandemia, como no se podía manipular alimentos por los contagios, lo que hicieron fue poner urnas para que la gente pusiera sus donativos. «Esto nos permitía también acceder a otras necesidades, porque hay personas que necesitan una ayuda para pagar el alquiler, no arroz», apunta. Este año, sin embargo, se ha vuelto a incluir también la recogida de alimentos para seguir colaborando con entidades comedores sociales, con las Hermanas de la Caridad, con Sor Ángela de la Cruz, con el Cotolengo...
«Esta hermandad se fundó por un grupo de personas andaluzas que echaban mucho de menos la Semana Santa de Sevilla, ya que antiguamente no te podías coger el AVE y estar allí en tres horas. Ni la situación ni los transportes lo permitían», explica Herranz. «Decidieron fundar la hermandad entre ellos y poco a poco se fueron uniendo hermanos. De hecho es una cofradía de tradición muy familiar, en la que hay personas que llevan muchísimos años, van pasando de generación en generación», añade. «La devoción que he visto aquí no la he visto en otros sitios», asegura Barrenechea, «y la relación entre los hermanos, tampoco». Ella, de hecho, entró en la hermandad por su hija. «Al principio me asusté y le preguntaba que dónde se iba a meter, porque era muy jovencita. Y, al final, mira dónde estoy, aquí, como si fuera mi casa y totalmente comprometida», explica.
Una procesión de sobriedad y música
«Nuestro titular es el Jesús del Gran Poder, y nuestra segunda titular, aunque no menos importante, María Santísima de la Esperanza Macarena», dice Barrenechea. «Son los dos por igual porque ella, como todas las madres, es la que manda en casa», añade. Así, señala que, cuando salen en estación de penitencia el Jueves Santo, se crea una procesión «que tiene una característica muy particular», y es que en la misma hay dos ambientes muy diferentes. Jesús del Gran Poder va en silencio, sin música, rodeado de mucha sobriedad y recogimiento. Y luego, con ella, cambia completamente. La Esperanza Macarena va rodeada de flores y velas blancas, va con banda, la gente le grita desde la calle.
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