Historia
El balneario de El Retiro: la casa del contrabandista de las aguas oxigenadas
Un establecimiento para “tomar las aguas” que atendía todo tipo de dolencias, desde las afecciones del aparato respiratorio y del corazón, hasta los vómitos de las embarazadas o la alopecia
Madrid tuvo un balneario. No fue una alhama de reminiscencias musulmanas, ni tampoco tuvo origen romano. Su presencia en un lugar tan emblemático como el parque de El Retiro tuvo un origen empresarial. Y una trayectoria de éxito. Así fue conocido “el balneario” por el pueblo de Madrid, y a él acudían los ciudadanos a tomar las aguas. Ocupó un edificio que visitantes y madrileños habrán visto infinidad de veces, justo al lado del Paseo de Coches.
Esa Casa de Aguas estuvo en los que los más viejos del lugar conocieron como la Casa del Contrabandista, un edificio que luego fue conocido en toda España como la sala de fiestas Florida Park, pues desde allí se retransmitían actuaciones y números musicales por la televisión a todo el país.
El caso es que en ese edificio, bastantes años antes, se ofrecían aguas oxigenadas que podían remediar ciertas enfermedades. Pero después de casi veinte años en funcionamiento, su actividad sufrió una etapa “confusa” turbia que llevó a su desaparición.
Todo ello en un edificio de rancia historia, pues la llamada Casa del Contrabandista había sido construida por orden de Fernando VII y fue el arquitecto Isidro González Velázquez quien llevó a cabo su ejecución. Esta edificación es una más entre las que mandó construir el monarca como espacio reservado para su uso exclusivo. Otras obras del Retiro proyectadas por Isidro González Velázquez por orden del rey fueron la Montaña Artificial, la Casita del Pescador o la Casa de las Fieras.
Parece ser que el interior de la Casa del Contrabandista estuvo decorado con una colección de autómatas, entre los que destacaba la figura de un muñeco que representaba a un contrabandista. De ahí viene su nombre. En cuanto a su función, todo apunta a que servía para albergar una noria de uso estrictamente familiar. Cuando Isabel II llega al trono, este recinto es utilizado como pabellón de caza y también como capilla.
Y así pasó el tiempo hasta que en 1890, con Alfonso XIII en el trono, el diario “La Correspondencia de España” se hace eco de una interesante noticia: el alcalde de Madrid, Andrés Mellado, concede el permiso para la instalación en la Casa del Contrabandista de un gabinete terapéutico para tomar aguas oxigenadas. Todo estaba en marcha. Cinco meses después, el noticiario La Época deja constancia de la inauguración del Establecimiento de Aguas Oxigenadas del Retiro. Así sucede un nueve de octubre de 1890, siendo el encargado de su dirección el doctor D. José del Pino y Cuenca. Esta noticia causó sensación entre la población madrileña ya que, con la apertura de este establecimiento terapéutico, era posible poner en práctica la sana costumbre de “tomar las aguas”... pero sin salir de Madrid.
De esta forma, todas las clases sociales tendrían acceso a este servicio sanitario. Y es que el doctor Del Pino debía facilitar de forma gratuita los servicios que ofrecía su establecimiento a los pobres que, por orden de la Beneficencia Municipal, necesitaran tomar las aguas oxigenadas para sanar de sus enfermedades.
Estas Juntas de Beneficencia Municipal estaban distribuidas por los diferentes municipios de la capital. Eran agrupaciones de personas que se encargaban de la administración de las instituciones benéficas que, de forma gratuita, ponían a disposición de los más necesitados una serie de servicios. Entre ello, había inclusas, casas de maternidad, manicomios, hospitales y casas de socorro.
¿Qué enfermedades se podían tratar en el Establecimiento de Aguas Oxigenadas? Al comenzar su actividad, la toma de estas aguas estaba recomendada para todos los enfermos que tuviesen problemas en las vías respiratorias. Pero, con el paso de los años, se pudieron emplear como alternativa para la curación de un espectro más amplio de enfermedades. Así, según un folleto de 1896, las aguas oxigenadas ofrecían muchas posibilidades para mejorar de diversas dolencias que atenazaban la salud de los madrileños. Algunas de estas eran la diabetes, el mal de piedra, la gota, la albuminuria, las anemias, la pérdida del apetito, las afecciones del aparato respiratorio y del corazón, la debilidad, los problemas de estómago, las infecciones de garganta y nariz, la obesidad, la gota, las neuralgias, la fiebre tifoidea y los vómitos de las embarazadas. Un nuevo descubrimiento y los métodos de administración de las aguas Llegó la segunda década del siglo veinte y el problema de la calvicie en los hombres era algo que preocupaba. Había que buscar una solución. Por supuesto, dentro del gabinete médico del balneario del Retiro. Según los estudios de este médico, la alopecia masculina obedecía a la falta de oxígeno que había entre el sombrero y el cuero cabelludo. Por tanto, la mejor solución para este problema eran las aguas oxigenadas...
Llegaron los problemas
El Establecimiento de Aguas Oxigenadas del Retiro, el “balneario” tuvo su apogeo durante los veinte años que siguieron a su inauguración. La clave de su desaparición, su declive, estuvo, en la insuficiencia de los ingresos que generaban el gabinete y sus aguas.
Alguien tuvo una idea. Había que buscar beneficios en otro tipo de negocios... En mayo de 1926, tras una reunión del pleno municipal llegó a oídos de un concejal que las actividades que se estaban desarrollando en el Establecimiento de Aguas Oxigenadas no eran las descritas en el letrero que figuraba en el exterior del edificio. Estas sospechas fueron alimentadas por los ciudadanos que paseaban por sus alrededores y que veían cómo se servían otro tipo de bebidas, nada oxigenadas. Unas bebidas espirituosas que supusieron el fin de los “tratamientos médicos” por otros más mundanos. Y ahí sigue.
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