Por complicado que sea de pronunciar, uno de los nombres más escuchados en el mundo del deporte en las últimas horas es el de Giannis Antetokounmpo. El jugador griego ha sido fundamental para que su equipo, los Milwaukee Bucks, se hicieran con el anillo de la NBA al imponerse en la serie final de la competición por 4-2 a Phoenix Suns. Cuando todo hacía indicar que Anteto se perdería el resto de la final tras sufrir una escalofriante lesión de rodilla en el primer partido, resurgió de sus cenizas para demostrar que, además de ser un jugador de leyenda, está hecho de goma.

Con 32 puntos de media por partido, 50 en el sexto y decisivo, el concurso de Antetokounmpo ha sido fundamental para que la franquicia de la fría Milwaukee se hiciera con el segundo anillo de su historia; en el primero destacó un tal Lew Alcindor, posteriormente conocido como, nada más y nada menos, Kareem Abdul-Jabbar.

El versátil gigante griego ya inscribió su nombre en el particular libro de los récords de la NBA el año pasado cuando firmó el contrato más alto de la historia del baloncesto profesional norteamericano. El acuerdo se cerró en 228 millones de dólares por cinco años. O lo que es lo mismo, 45,6 millones al año. Ese felicísimo trato le proporcionó a Anteto el honor de ser el quinto deportista mejor pagado del universo, contratos publicitarios aparte, solo por detrás de Leo Messi, Cristiano Ronaldo, Neymar Junior y el boxeador Tyson Fury.

Pero no es la única plusmarca que posee el MVP de las últimas finales de la NBA. Hay otra, menos suculenta para el griego, pero más curiosa. Y es que el pasado mes de septiembre, alguien pagó 1.812.000 dólares por un cromo de Antetokounmpo. Era un ejemplar único, correspondiente a la temporada en la que debutó en la NBA, que estaba acompañado de un trozo de su camiseta y una firma del propio jugador griego. Aquella singular transacción superó, en solo 12.000 dólares, a la que protagonizó otro cromo de LeBron James, el jugador más carismático y popular de la última década en la NBA.