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Un volumen reúne los cuentos completos del escritor, uno de los creadores del llamado 27 del humor.

El escritor Edgar Neville acompañado de su amigo Charles Chaplin. Foto: Efe larazon

Un volumen reúne los cuentos completos del escritor, uno de los creadores del llamado 27 del humor.

Existen dos generaciones del 27. Una es la que aglutina al grupo poético que se reunió en diciembre de 1927 en Sevilla para rendir homenaje a Luis de Góngora. Es decir, Federico García Lorca, Rafael Alberti, Jorge Guillén, Dámaso Alonso y muchos más. Pero luego hay otro 27, el del humor, el que entendía que se podía hacer literatura a la vez que se divertía al lector. Por allí pasaban nombres como Enrique Jardiel Poncela , Miguel Mihura, Tono o Edgar Neville. De este último podemos leer ahora la totalidad de su narrativa breve gracias a un estupendo libro preparado por el periodista José María Goicochea.

«Cuentos completos y relatos rescatados», editado por Reino de Cordelia, es una magnífica oportunidad para conocer a un autor polifacético, alguien que supo llevar su talento a la literatura, pero también al cine, al teatro o a la pintura. El «castizo universal», como lo definió su amigo Luis Escobar, es uno de esos autores que han sido silenciados injustamente por el paso del tiempo y, en ocasiones, por motivos extraliterarios. La labor de Goicochea ha permitido desempolvar cuentos que no habían vuelto a ser publicados desde que vieron la luz por primera vez.

A lo largo de cuatro décadas, entre 1926 y 1966, Neville escribió uin centenar se relatos que aparecerían en seis libros. Igualmente, varias publicaciones sirvieron como escaparate de su calidad como escritor, como «Revista de Occidente», «Gutiérrez», «El Sol» o «La Codorniz».

Fue en 1926 cuando apareció el primero de los libros de cuentos, el titulado «Eva y Adán», donde ya podemos encontrar las pautas que marcarán la narrativa de Edgar Neville. La «Revista de las Españas» , por ejemplo, apunta en una reseña que el volumen contiene una colección de cuentos «simpaticona, optimista, sencilla y desenfadada; vivo retrato del autor, el atlético y elegante y castizo conde de Berlanga de Duero [...], posesor de ese nombre que rima con vodevil: Edgar Neville».

A ello hay que sumar el convertir el humor en su seña de identidad, un humor que en ocasiones parece vivir del absurdo, del mismo que alimentaba el teatro y la novela de Jardiel Poncela. Pero tampoco faltan en estas historias el optimismo hacia la alegría de vivir, algo que ciertamente tiene mucho que ver con el espíritu de este extraordinario escritor.

Algunas de estas composiciones son auténticas joyas del humor. Es el caso, por ejemplo, del maravilloso cuento «El doctor Periquito» que nació cuando «el doctor consiguió traerlo al mundo tirándole del pelo». Otro personaje curioso es José María, el hermafrodita: «cuando el doctor le dijo a su madre que el niño era hermafrodita, esta se puso muy contenta, porque así lo iba a poder vestir unas veces de niño y otras de niña». También vemos la capacidad de Neville para reescribir, con su personal estilo, historias tan conocidas como la de la bella durmiente del bosque, donde el Príncipe Encantador se mete en un importante lío al despertar a la Bella Durmiente a las ocho de la mañana. Surrealista es, por ejemplo, la historia titulada «Un funcionario» con el peculiar fallecimiento de don Tomás en una pensión.

El hombre al que Francisco Umbral comparaba con Orson Welles, el obseo enamorado de Conchita Montes, al final de su vida se hace oscuro en sus relatos, como ocurre en «Dos cuentos crueles». Y todo ello porque se fascina con una mujer mucho más joven que no lo corresponde. Todo eso queda reflejado en ese último Neville alguien que, volviendo a las palabras de Luis Escobar, fue «un cínico sentimental, un egoísta abnegado, un epicúreo estoico. Un talento prolífico».