Cataluña
«Separar a niños y a niñas en el colegio reduce el fracaso escolar»
La escuela Viaró acogerá en julio un congreso de la International Boys School Coalition (IBSC). Su director, David Armstrong, explica por qué crece este modelo educativo, cuando en España se castiga
El colegio Viaró acogerá en julio un congreso de la International Boys School Coalition (IBSC). Su director, David Armstrong, explica por qué crece este modelo educativo, cuando en España se castiga
A la arquitectura, la escultura, la pintura, la música, la danza, la literatura y el cine, el escritor John Steinbeck añadió como octavo arte la pericia de enseñar. Decía que «la enseñanza puede ser la más grande de las artes, pues trabaja con la mente y el espíritu humanos». Tampoco le faltaba razón a Nelson Mandela cuando afirmaba que la educación es el arma más poderosa para cambiar el mundo. David Armstrong, director ejecutivo de la International Boys School Coalition (IBSC), es uno de esos maestros que ha hecho suyas las palabras de Steinbeck y Mandela. Se doctoró en jurisprudencia, pero acabó dedicándose a su verdadera vocación, la educación. Durante once años, entre 2004 y 2015, dirigió la Escuela Landon de Washington. Y ahora, este hombre de trato amable prepara la conferencia anual de la IBSC, una coalición internacional que integra más de 260 escuelas de educación personalizada para chicos.
Por primera vez, este congreso, en el que los profesores actualizan e intercambian experiencias educativas, tendrá lugar en el continente europeo, en el colegio Viaró (Sant Cugat del Vallès). Y lo hará en pleno debate sobre si las escuelas que separan por sexo en España deben o no financiarse con dinero público.
El encuentro tendrá lugar del 8 al 11 de julio. Para entonces, la Generalitat habrá retirado los conciertos a los centros de primaria que separan por sexo y por razones socioeconómicas. La medida forma parte del decreto contra la segregación escolar, que ultima la conselleria de Educación y entrará en vigor el curso 2020-21. Por ahora, sólo afecta a la enseñanza primaria, cuyo concierto acaba este año. Los conciertos en institutos y centros de educación infantil se renovaron hace apenas un año y tienen cuatro de vigencia.
Hace tres días, las comisiones del Pacto contra la Segregación Escolar, que pretende combatir el fracaso escolar y la desigualdad de oportunidades, entregaron sus conclusiones a la comisión de seguimiento del pacto, que redactará el documento final antes de entregarlo a Educación. Con esta información, se redactará el nuevo decreto de admisión del alumnado que promete repartir a los estudiantes socialmente desfavorecidos entre la pública y concertada. El conseller de Educación, Josep Bargalló, ya avanzó que retirará conciertos a las escuelas que separen por sexo o que cobren cuotas exageradas.
Aunque Armstrong, como jurista que es, no quiere entrar a debatir las leyes de cada país, le sorprende que una de las medidas para evitar que la concertada y la pública segreguen por clase social sea castigar a los colegios que ofrecen una educación diferenciada por sexo. Porque se trata de un modelo que «tiene cada vez más demanda», en Estados Unido. Sin ir más lejos, bajo el mandato de Barack Obama, se promovieron estos colegios en barrios humildes para luchar contra el fracaso escolar. El argumento es que ayudaba a mejorar los resultados académicos.
La educación personalizada está muy arraigada en los países anglosajones. Aunque en España no hay colegios públicos que separen por sexo y de los 170 que hay, 50 son concertados y vinculados a las Iglesia Católica, «la IBSC no es una asociación de colegios elitistas, representa a escuelas públicas, privadas y concertadas», explica. En Cataluña, hay 16 centros de facto –12 sobre papel, porque escuelas como Mestral (niños) y Montclar (niñas), o Turó (niños) y Aura (niñas) se han unido a nivel administrativo–. El colegio Viaró, que se prepara para acoger la reunión de la IBSC, no estudia cambios.
Un cerebro diferente
Armstrong defiende con pasión las escuelas de niños. Y como argumentos, ofrece experiencia y estudios. La ciencia ha observado diferencias entre el cerebro masculino y femenino. «Las niñas se desarrollan antes física y socialmente, y tienen más habilidades para la escritura y la lectura. En cambio, los niños son más espaciales y visuales y aprenden más fácilmente a través de la acción que de las palabras», dice.
Partiendo de que niños y niñas tienen diferentes ritmos de aprendizaje, aboga por enseñar a los niños con más juego, movimiento, espacio, acción y descanso. Alega que «aprenden mejor cuando se les ofrece el contenido en pequeñas proporciones», por eso la IBSC le está sacando partido a la primavera pedagógica, porque «el aula mixta tradicional, que favorece el aprendizaje verbal y auditivo, podía poner en desventaja a un niño activo».
Armstrong defiende también que la educación personalizada ofrece a los alumnos más libertad para explorar su identidad y sus talentos porque tienen menos estereotipos provocados por la presión del grupo y se distraen menos. Además, aunque la Generalitat y la nueva Ley de Educación que prepara el PSOE quieren castigar a la «single sex education», la Unesco avala que las familias puedan elegir cómo educar a sus hijos.
De estudios a favor y en contra de la educación diferenciada hay para parar un tren. En 2011, la revista “Science” publicó un artículo llamado “la pseudociencia de la escolarización por sexos”, que aunque reconoce diferencias entre los cerebros masculino y femenino, afirma que los datos que señalan que los niños y niñas que estudian en colegios diferenciados sacan mejores resultados no son sólidos. Es más, denuncia que este modelo aumenta el sexismo y crea estereotipos.
Niños con valores en la era del #metoo
Cuando a David Armstrong se le pregunta si educar a los niños y niñas por separado incrementa el sexismo y los estereotipos, dice que «no», que, por encima de todo, educan a personas con valores, a ciudadanos que aprenden que el respeto es la base de toda relación.