Cine

Cine

David Trueba: «Me preocupa que ahora Madrid se esté barcelonizando»

«España no es un país que tenga problemas para acoger más habitantes porque los tiene constantemente. Ese miedo a la pérdida de la identidad, no es así», indica

Trueba se reconoce muy lector de antologías de artículos, como los de Azorín, Pla, Camba, Baroja y Umbral. Todo ello lo cuenta mientras prepara un nuevo rodaje para el próximo año.
Trueba se reconoce muy lector de antologías de artículos, como los de Azorín, Pla, Camba, Baroja y Umbral. Todo ello lo cuenta mientras prepara un nuevo rodaje para el próximo año.larazon

No suele ser habitual que por estas fechas navideñas se presenten libros. Pero ayer, como excepción, David Trueba se dejó caer por Barcelona para hablar de su nuevo trabajo, «El siglo XXI cumple 18» (Debate) donde reúne sus más recientes artículos periodísticos.

No suele ser habitual que por estas fechas navideñas se presenten libros. Pero ayer, como excepción, David Trueba se dejó caer por Barcelona para hablar de su nuevo trabajo, «El siglo XXI cumple 18» (Debate) donde reúne sus más recientes artículos periodísticos. Poder conversar con Trueba es aproximarse a una mirada inteligente de la realidad. En una terraza de la Barceloneta dialogamos y el primer tema que surge es el de la cultura vista como una aceituna.

¿Por qué la cultura es como una aceituna?

(Risas) Sin despreciar a la aceituna, es como aquello que te ponen para no tomar la bebida sola. Es como cuando los padres tienen a los hijos jugando catorce horas con la Playstation y hay alguien que afea eso. «Bueno, pero el futuro irá por ahí y eso es algo que les ayuda». Es como decir que si se tira alguien por un balcón eso le ayudará si alguna vez se cae. Es, por eso, como el complemento.

Estamos hablando de cultura no muy lejos de donde se instalará, o eso se dice, el Hermitage en Barcelona. En Málaga, por ejemplo, se ha optado por un modelo cultural basado en delegaciones de museos, como el Pompidou o el Ruso.

Sí y le ha dado un lavado de cara a la ciudad. Lo que pasa es que me preocupa un poco que en España nos pasemos de la raya, que no inventemos ninguna cosa más fuera del turismo. Cuando un país se hace muy dependiente de una sola industria viene la debacle. Es verdad que España lleva años con el asunto y le es muy rentable, pero lo ideal es no pasarse para que el país siga teniendo la personalidad que tiene. En el fondo los turistas vienen a España porque es un país turístico, pero que no deja estar de funcionando constantemente como país. Eso es importante.

Se puede convertir España en un parque temático.

Sí. Ese es el peligro. Por ejemplo, lo que más me preocupa en estos momentos de Madrid donde mucha gente ha protestado por la peatonalización y los coches, eso se ha visto que es un acierto. De lo que nadie habla es del gran peligro: que todo lo ganado al peatón se convierta en algo turístico y se de paso a franquicias, servicios al turista... En los últimos meses, Madrid se está barcelonizando, en el peor sentido de la palabra. Es lo que los barceloneses han llegado un poco a odiar su propia ciudad, como es el hecho que les hayan arrebatado las arterias que les eran vitales y que ahora no frecuentan por estar plagadas de turistas, como el Gótico o las Ramblas, incluso el círculo exterior la Barceloneta.

Este año ha habido un truco para eso como es la ausencia de luces navideñas por las principales calles de Barcelona.

Sí. No sé que se puede hacer porque cuando algo da dinero es muy difícil que alguien se corte la mano. Siempre me ha preocupado que un país sea dependiente únicamente de un sector. Porque, ¿qué tiene el turismo que ofrecer a los españoles? Sí, a los que se dedican al negocio en el alto empresariado mucho dinero, pero al resto de los españoles empleos poco satisfactorios a largo plazo. Eso es algo triste y tenemos que buscar que España tenga un equilibrio. Pero todo va por números y queremos más cantidad.

Eso en un país que está envejeciendo.

Sí. España es un país que no tiene problemas, con la excepción del empleo que es el gran problema. España está envejeciendo y realmente lo que pone en peligro el futuro de España es ese envejecimiento.

¿La emigración podría ayudar a frenar a parar ese envejecimiento?

Si no es masiva y es controlada puede ayudar mucho a eso. Por otro lado, España no es un país que tenga problemas para acoger más habitantes porque los tiene constantemente. Ese miedo a la pérdida de la identidad, no es así. Al final, como dicen los estudiosos del asunto, la mayor pérdida de identidad de la gente es la pérdida del bienestar. España debe pelear por no perder ese bienestar.

¿Los emigrantes han pasado a ser una pieza más del juego político?

Son una zanahoria electoral y da algo de pena porque es jugar con una parte del humanismo. Preferiría que, por ejemplo, se convirtiera en tema electoral el envejecimiento de la población o la turisficación. Es fácil decir «nos están invadiendo» y la gente lo compra, no solamente en España sino también en Estados Unidos, Francia... Como funciona a nivel mundial se usa. En el único sitio donde electoralmente no funciona es en África y América Latina. Siempre hay que atender a los miedos de la gente, pero hay que intentar transmitir información válida, ver las dos o muchas caras.

Su libro parte de que este siglo ya ha cumplido la mayoría de edad. ¿Cómo ve el siglo XXI?

La razón del título era que cuando alguien cumple 18 años deja de ser un proyecto y empieza a ser algo. Eso pasa cuando tienes hijos porque uno siempre piensa que cambiarán el carácter para bien. Pero, en general, hay una edad donde dices que es que esto será así. En este siglo llevamos años diciéndos «uf, ¡qué año más tal!» o «fíjate lo que ha pasado no sé dónde», como si fueran accidentes. El accidente se ha convertido en la realidad, en el día a día. Así que hay que empezar a admitir que este siglo será así. Llevamos 18 años de unas cosas que están así para quedarse, como es la búsqueda de los límites de la democracia, los discursos populistas, la prisa, la distracción de la gente que no se fija en las cosas esenciales, la novedad tecnológica... El siglo es así. Por un lado da un poco de miedo, pero por el otro también da algo de esperanza porque un problema cuando se clonifica lo tratas mejor que cuando te sorprende. No sé si los médicos estarán de acuerdo con esto último que he dicho.

El siglo empezó de una manera acelerada y terrible, con los atentados del 11-S. Muchos llegamos a pensar que el XXI iba a ser el siglo que vivimos peligrosamente.

El terrorismo es como una fuente de altibajo emocional de la sociedad. El terrorismo está y está presente, pero cada atentado tiene mucho que ver con la situación que se está viviendo en ese momento en el país. Por ejemplo, el sucedido en Estrasburgo ha sido un buen ejemplo. Todo el país estaba distraído con los chalecos amarillos. Por otra parte, al finalizar la guerra de Siria se liberan 50.000 que estaban luchando en combate, formando una especie de ejército. En realidad estas personas salen de lo que llamamos el terrorismo internacional y es a donde van a volver. Estamos aquí en alerta roja por unas filtraciones de seguridad, pero tenemos que ser conscientes que eso está ahí y hay una vuelta a casa de ese contingente de gente que se fue a luchar.

Es verdad. Por ejemplo, estos días las Ramblas están muy vigiladas en todas sus entradas.

Ayer fui a pasear por las Ramblas. No puedes evitar pensar en la prevención. Estamos hablando de un terrorismo que es imprevisible. Lo que hay que intentar es que haga el menor daño posible e ir a la esencia del asunto, al origen. Todo tiene unas motivaciones y si tratamos de eliminar la raíz creo que favorecemos el asunto.

Otro rasgo apuntado en estos artículos de «El siglo XXI cumple 18» es que vivimos en una crisis democrática.

Una crisis de juventud. Los adolescentes suelen tener una cierta motivación de romper los límites o hasta donde pueden romperlos, ya sea por las limitaciones que les ponen los padres o los colegios. Así que, de alguna manera, veo a la democracia con ese mismo espíritu. Es decir, las personas saben que la democracia es inevitablemente el mejor régimen político posible. Al mismo tiempo ven con envidia ciertas autarquías capitalistas o la transformación que ha habido en China y Rusia. Eso genera una gran incomodidad porque, por un lado, la gente quiere un gobierno autoritario y, por el otro, las libertades. La otra cosa es, obviamente, cuando estás molesto con tu situación una de las reacciones naturales es romper por donde sea. La gente lo llama populismo, pero yo lo veo como una especie de rencor, de deseo de fastidiar si las cosas no te van bien. Hay un enfado en grandes capas de población y muchas veces ese enfado es pinchar el balón. Si yo no puedo jugar pues que no juegue este. Eso es muy de niños.

¿Como un juguete?

La democracia es como un juguete. La democracia vende una cosa que es muy interesante: puede reparar todos los agravios que se cometen contra ella. Es como los malos de mercurio de «Terminator» que los destruyen y su propia naturaleza los reconstruía. La mirada hacia la historia del pasado da miedo, como es el ascenso del nazismo, pero es que la democracia no tiene todas las soluciones. Lo que pasa es que es el sistema que evidencia todos los problemas por pequeños que sean.

¿No han hecho los deberes los políticos para que esto sea así?

Han vivido de espaldas y no han hecho los deberes. Es decir, el mundo ha cambiado sin que ellos hayan sido capaces de cambiar los grandes discursos y, sobre todo, las dinámicas económicas. Veo una falta de imaginación en la política de los últimos 25 años.