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Castilla y León
El resurgir de la vida contemplativa en los conventos de clausura de Castilla y León
A pesar de ello, siete monasterios de monjas, han cerrado sus puertas en los últimos 15 años
Vivimos momentos difíciles para las vocaciones religiosas. Las hermanas se van haciendo mayores y los conventos se van quedando vacíos. Sin embargo, hay comunidades en las que el goteo de jóvenes que toman el hábito es constante desde hace unos años.
Se trata de un resurgir de la vida monástica inesperado para muchos, pero muy presente en algunas provincias como Burgos, donde está el ejemplo del nuevo Instituto Religioso Iesu Communio, con más de 230 hermanas, que ya ha abierto dos sedes en la provincia y espera abrir una más en breve en Valencia.
Son quizá ellas, las llamadas por algunos «las monjas del vaquero», por el tejido de sus hábitos, las más conocidas, pero no las únicas. Surgieron en Lerma, donde las Dominicas también están viviendo este florecer, con un importante censo de novicias jóvenes nacionales.
Son ellas las impulsoras de El Reto, las «monjas del whatsapp», ya que cada mañana envían un mensaje mediante esta aplicación a las personas que lo han solicitado -unas 1.200- para «darles el desayuno espiritual», como ellas mismas aseguran.
No solo Burgos vive esta alegría, ya que desde la Diócesis de Salamanca aseguran a LA RAZÓN que las Clarisas de Cantalapiedra están recibiendo a muchas novicias menores de 30 años de Madrid y Galicia para formar parte de esa comunidad que ya cuenta con más de 50 hermanas.
El influjo teresiano en la provincia de Ávila sigue siendo también una llamada para muchas chicas que incluso llegan a estar en lista de espera para entrar en los conventos de La Encarnación o San José, donde vivió y el primero que fundó la Santa, que no admiten a más de 25 y 20 personas, para que no se pierda la esencia de vivir en comunidad, como dijo Santa Teresa en vida.
Las Clarisas de Soria son, asimismo, un vergel vocacional, donde chicas jóvenes, con estudios superiores, han dejado todo para dedicar su vida a la oración y contemplación.
Estos son solo algunos de los ejemplos que se dan por todo Castilla y León y que, sin embargo, no llegan a todas las comunidades, lo que ha llevado al cierre de siete monasterios en los últimos quince años en las provincias de León, Salamanca, Palencia, Zamora, Burgos y Ávila.
Uno de ellos, el de las Hermanas Agustinas abulenses, ha sido reabierto al público este verano por una congregación de vida activa para el culto.
En total, casi 2.200 religiosos de vida contemplativa habitan en los más de 230 monasterios abiertos, dedicados a la oración, pero también a la elaboración de mermerladas, dulces, confección textil y encuadernación para sufragar los gastos de las diferentes comunidades religiosas.
Desde la Diócesis de Soria afirman que «cada vocación es un tesoro» y desde la de Palencia destacan que «eso de que son monjas tristes es mentira, desprenden y son alegía».
Aunque pocos en número, también hay en la Comunidad monasterios masculinos de vida contemplativa.
Se trata de los benedictinos de Santo Domingo de Silos y los cistercienses de San Isidro de Dueñas, Santa María de la Huerta y San Pedro de Cardeña, todos ellos dedicados al rezo y al trabajo, bajo el santo y seña «Ora et labora» de la regla de San Benito.
Tal vez la orden más estricta de la cristiandad destinada a la vida eremítica sea la de la cartuja de Santa María de Miraflores, que, tan austera como el Yermo Camaldulense de Nuestra Señora de Herrera, está recibiendo vocaciones.
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