Sevilla
Nada de nada
Por más que a Susana Díaz se le preguntó durante cinco horas por la gestión de su partido, en el que lleva desde la adolescencia, parecía que había bajado de un ovni a San Telmo
Por más que a Susana Díaz se le preguntó durante cinco horas por la gestión de su partido, en el que lleva desde la adolescencia, parecía que había bajado de un ovni a San Telmo
Más calor y menos dinero, dicen los expertos que tendremos los andaluces en el futuro. Cuando se trata de mirar al mañana no hay nada mejor que una buena lista de porcentajes para helarle la sangre al campeón de los optimistas. Todos sus planes pasan del technicolor al blanco y negro como por arte de magia. Si los números no acompañan, suele ser lo habitual, se acabó la fiesta antes de empezar. Extraño efecto el que producen los porcentajes agoreros cuando se ponen encima de la mesa. Los más sesudos se mesan la barbilla mientras levantan y bajan la cabeza con aire severo exclamando: «Se veía venir». Según un reciente estudio presentado esta semana por la Consejería de Medio Ambiente, la temperatura subirá durante el siglo XXI una media de 6´5 grados y las lluvias descenderán un 17%. Por su parte, el Observatorio Económico de Andalucía también ha presentado sus variables, quizás éstas con un matiz más preocupante porque anuncian que la economía en la comunidad crecerá a un ritmo del 2,1% durante el próximo año. Es decir, cuatro puntos menos de lo previsto inicialmente. «Recesión», «intensificación de la desaceleración económica», «déficit», las palabritas cortan el aliento cuando aún se recuerdan los años en los que se negaba el desastre de la crisis de hace una década. Como pasa con los enfermos, lo malo es una recaída, un resfriado mal curado en noviembre que manda a más de uno al otro barrio en un santiamén.
Datos serios que afectan a la estabilidad de los andaluces, pero que se alejan de espectáculos como el que Susana Díaz ha protagonizado esta semana. Quizás sea uno de los grandes momentos de su carrera política el ir al Senado a dar cuenta de su vinculación en el caso de los ERE y salir de allí sin decir nada de nada. Una vez que se apagaron los micrófonos se volvió al punto inicial de salida. Es decir, todas las horas de careo entre la presidenta y Luis Aznar, el senador popular, no han servido para que los españoles tengan una mínima idea de para qué estuvieron tanto tiempo lanzándose reproches el uno y la otra, en algunos casos con verdadero mal gusto. Desde las filas del PP se pretendía hacer un juicio sumarísimo al PSOE andaluz para presentarlo, a pocas semanas de las elecciones, como una banda dedicada al reparto de dinero público como favor para permanecer en el poder durante décadas. Pensaban que sería fácil poner en pie un discurso frontal con el que colocar a Díaz en un callejón sin salida delante de la opinión pública. Un auto de fe, además en Madrid, fuera de su tierra, en el que ambos protagonizaron el papel que todo el mundo esperaba. Inquisidor y víctima. No hubo nada, porque desde el principio Aznar se dejó llevar por los ataques directos, en un tono a veces fuera de lugar, contra la presidenta andaluza para tratar de demostrar que estaba al tanto de cómo se repartía el dinero público y dejar ver que por ello debería estar también en el banquillo junto al resto de 21 altos cargos de la Junta. Error de parvulario, porque la respuesta ya la ha reiterado hasta decir basta. «Eso es anterior a mí», «Yo no estaba allí», «Yo no sabía, no tenía competencias».
Por más que se le preguntó durante cinco horas y media sobre la gestión de su partido, en el que lleva desde la adolescencia y desde donde accedió a responsabilidades públicas en el año 1999, parecía que había bajado desde un ovni al Palacio de San Telmo y que no conociera a nadie ni en el partido ni en los anteriores gobiernos de Chaves y Griñán. Ambos están siendo juzgados en la pieza principal de los ERE. Sin embargo, por mucho que el senador popular lo intentó no hubo manera, había que cambiar el armamento del ataque. Cuando el asedio no vale ante murallas inexpugnables, que comiencen las catapultas: «¿Aparte de su marido y los dos cuñados que trabajaron para UGT, tiene constancia de otros familiares suyos que hayan trabajado en empresas al calor de las subvenciones?». En este caso, la empresa era Biodiésel Andalucía 2004, donde según los populares fueron contratados una cuñada suya y el marido de la delegada de la Junta en Sevilla, Esther Gil. Con ese argumento, el de los familiares, el PP entró en el terreno preferido de la presidenta, porque si ya sabíamos que su marido fue despedido cuando ella entró en el Gobierno de Griñán y que era un tieso, ahora sabemos que su único pecado fue casarse con ella. «Mi marido es un trabajador de los que no comen con Villarejo, ni traen un Jaguar a casa», aseguró sin pestañear sabiendo que daba donde más dolía al senador popular. La fórmula perfecta: sentimiento de clase trabajadora, mileurismo, criaturas. El discurso que presentó se parece mucho a los argumentos de Francisco Javier Guerrero, ex director general de Empleo, cuando justificaba cómo y porqué repartía las ayudas. «Criaturitas». En ese terreno, Susana Díaz se muestra imbatible, gana siempre, porque se utiliza su propio argumento para justificar que no es corrupción contratar a familiares en empresas que reciben fondos públicos. «Estoy encantada de estar aquí con usted, no entiendo por qué le veo tan agrio», le espetó con una sonrisa a Aznar tras comentarle que tenía la impresión de comparecer como candidata a las elecciones y no como presidenta andaluza.
La comisión sólo ha servido para ver la torpeza con la que se ha afrontado la comparecencia de Susana Díaz y la negativa de ésta a asumir que tuviera alguna vinculación con el modo de funcionar de la Junta en materia de ayudas públicas. Una muestra más de la política espectáculo que consigue eclipsar realidades como que las luces rojas han comenzado a encenderse en la economía andaluza o las afirmaciones de la Fiscalía Anticorrupción, que ya ha dejado claro que había un sistema «opaco» y que no se «quiso hacer más» para frenar las ayudas fraudulentas. Malos datos económicos y corrupción política, dos aspectos clave a la hora de afrontar las elecciones.