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Máría de los Ángeles López de Celis: «Todo el que ha vivido en La Moncloa ha salido de allí como gato escaldado»
Cuando se cierran las puertas del Palacio de la Moncloa, los nuevos moradores saben que su vida cambiará para siempre y que no hay marcha atrás. Los distintos presidentes de la Democracia han logrado, algunos mejor que otros, capear el temporal y salir indemnes de su paso por la primera responsabilidad del país. Sin embargo, sus mujeres han vivido esos años desde la distancia, disfrutando del cargo o sufriendo interiormente esa estancia en el escaparate nacional como «consorte». Tras «Los presidentes en zapatillas», María de los Ángeles López de Celis cuenta esa historia en «Las damas de la Moncloa», un retrato femenino del poder en España.
–¿Es más difícil entrar o salir del Palacio de la Moncloa?
–Entrar desde luego, hay una competencia tremenda. Luego salir es distinto, aunque no sea demasiado fácil porque hay que volver a una vida rutinaria y retomar unas actividades aparcadas durante años. Según parece, todo el que ha vivido en la Moncloa ha salido de allí como gato escaldado, lo que explica que todos se querían ir.
–Asegura en su libro que el matrimonio presidencial es la imagen de la «Marca España». Mariano y Elvira no son precisamente Brad y Angelina. ¿Tan mal estamos?
–Muchas veces me han preguntado por qué en España no hay una Carla Bruni como en Francia. Bueno, es que es lo que hay. Durante un tiempo, el matrimonio presidencial es la imagen del país, aunque muchas veces no nos gusta cómo son, pero creo que desde los González los españoles empezamos a perder los complejos a la hora de salir al extranjero.
–A Amparo Illana le tocó «abrir el melón». ¿Cuáles fueron los retos más duros a los que tuvo que enfrentarse entonces?
–Se encontró con un palacio destartalado y con una organización que no tenía nada que ver con un hogar. Ella era una persona con tendencias a la depresión y se quejaba constantemente de la falta de intimidad y de que tenía que compartir a su marido con toda España.
–Dígame la verdad. ¿Hubo lío entre Suárez y Carmen Díez de Rivera?
–(Silencio) La verdad es que no puedo certificar semejante cosa, es que..., ellos tenían una relación que, en fin, los que vivimos aquella época creemos sinceramente que trascendía lo profesional. (Silencio) No tiene nada de particular que un hombre y una mujer tan atractivos, tan seductores e inteligentes, como eran ellos, llegaran a enamorarse...
–El capítulo dedicado a Pilar Ibáñez acaba con una evocación de los jardines que los muestra como un lugar cargado de pasión y sensualidad con mayúsculas. No me diga que pilló al matrimonio Calvo-Sotelo «in fraganti» detrás de un seto.
–Aunque parezca mentira, una de las historias más bonitas de amor es la que cuenta cómo se conocieron los dos. Eran un matrimonio con una gran complicidad y no era difícil verlos en un acto protocolario tocándose la mano. Tenemos un estereotipo que no corresponde precisamente a la realidad.
–Se le ve más afinidad con Carmen Romero. ¿Es verdad que tenía más atractivo que Felipe González?
–Es cierto que para mí era un referente como modelo de una mujer española moderna. Llegó a la Moncloa joven, siempre riéndose y con una planta estupenda. A mí me gustaba mucho y entonces era una mujer muy moderna y feminista sin rechinar. Me gustaba mucho ella, pero mi jefe era Felipe González, que confiaba mucho en nosotros.
–¿Le decepcionó la segunda hornada socialista, el matrimonio Zapatero?
–Bueno, es que no tiene nada que ver, forman un matrimonio totalmente distinto aunque sean de la misma ideología. Entre Zapatero y González hay un abismo y entre Sonsoles y Carmen no hay nada que ver. Sonsoles Espinosa se blindó ante la opinión pública y no quiso figurar en nada.
–De Ana Botella asegura que puso la Moncloa como el Pardo. ¿ Quiere decir que quiso ser la nueva 'Carmen Collares'?
–No lo creo, es más una cuestión de gustos estéticos..., aunque sí es verdad que la etapa de Aznar acabó siendo como un palacio de Versalles y antes era todo lo contrario, más moderno y acorde con los tiempos. Ana Botella tenía un sentido estético de las cosas muy distinto.
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