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Ernesto Caballero: «Aunque suene demodé, me gusta trabajar por mi país»

Con la temporada lista para comenzar, el director del CDN se remanga la camisa: primero, ultimando «Tratos» y «Jardiel, un escritor de ida y vuelta» y, después, junto a Carmen Machi con su propuesta para 2017, donde plantea la salida del cuadro de Velázquez del Museo del Prado.

Ernesto Caballero larazon

Con la temporada lista para comenzar, el director del CDN se remanga la camisa: primero, ultimando «Tratos» y «Jardiel, un escritor de ida y vuelta» y, después, junto a Carmen Machi con su propuesta para 2017, donde plantea la salida del cuadro de Velázquez del Museo del Prado.

Ernesto Caballero es uno de esos tipos muy normales. Con una cabeza «top», capaz de imaginar mil mundos, pero muy normal. Se le puede marear durante media hora con las fotos, que no desespera. –Aquí, allá, así, o asá–. Y a la hora de hablar, lo hace con toda la calma del mundo y sin problemas para remangarse. Igual que defiende el repertorio teatral español, de la comedia al drama, reconoce que los lunes es su día friki. Deja descansar a los escenarios para darle paso al cine, donde tiene claras sus preferencias: «Cuanto mayor sea la marcianada, mejor». El último éxito del director del Centro Dramático Nacional (CDN) es «El laberinto mágico», que pidió prestado a Max Aub y que ha triunfado en el Valle-Inclán. ¿El próximo? Sólo el destino lo sabe, pero el, por si acaso, ya prepara «Tratos» –septiembre–, «Jardiel, un escritor de ida y vuelta» –diciembre–, «La autora de Las Meninas» –2017–. Hasta entonces, y con la temporada a días de empezar, busca el hueco para escaparse al norte, –Galicia y Asturias, principalmente–. Donde pocos problemas tendrá con la comida...

–Ufff (se relame), eso me pierde en las giras. Ahora estoy preparando un proyecto para 2017 con Machi y hacemos unas rutas...

–¿Sufre la fiebre del cachopo?

–Pues no soy muy «cachopista», que me gustan, pero es que allí tienes una fabes con almejas memorables. Da igual que sea 25 de agosto.

–¿Mejor eso que el chiringuito mediterráneo?

–También, pero no voy en temporada. Tengo la doble nacionalidad con la Malvarrosa de Valencia. Aunque, para perderme, Menorca es un punto de referencia.

–¿Ve teatro estos días?

–Nada, en absoluto, me volvería loco. Otro tipo de vida cultural sí. En Madrid no hago más que ver teatro, por eso cuando tengo un día libre me voy al cine a ver la mayor macarrada. Cuanto más se parezca a un videojuego mejor. Me relaja. Tengo muy reciente «Independance Day». Lo que sí hago siempre en verano es escribir, estoy más inspirado al lado de la playa o de una montaña con ese fresquillo al atardecer.

–¿Se lo pone como norma?

–Suelo. Me lo paso bomba. En la gestión y en la dirección hay saturación de relaciones públicas y negociaciones y cuando escribes eres tú contigo mismo, no das cuentas a nadie. No se si es una acción muy onanista, como el ajedrez, que me gusta mucho jugar contra la máquina. Deben de ser sucedáneos de la meditación.

–No es una película, pero, como videojuego, ahora tiene la invasión de Pokémon Go.

–Me interesan estos fenómenos virales, aunque hacen que la humanidad se parezca cada vez más a los Simpson. Como los guiñoles del Plus, que los políticos se terminaron pareciendo a ellos.

–Otra fiebre es la que ha habido por «El laberinto mágico», su último montaje. Ya le han pedido hasta gira, como Iñaki Gil escribía en «El Mundo».

–Como diría un ex presidente con acento texano: «Estamos trabajando en ello».

–¿Ampliando el aforo?

–Un poco, pero que no pierda la magia.

–Lo programó al final de temporada para apenas 150 espectadores y se ha quedado pequeño.

–Sí, hacía muchísimo que no se doblaba en esta casa. Es muy difícil hacer éxito porque éste se define por prorrogar y aquí es casi imposible. Son programaciones cerradas en las que ya estás comprometido. Es un sistema al que hay que darle la vuelta.

–Tiene una oportunidad de oro si le renuevan el 31 de diciembre, ¿confía en ello?

–Soy cauto.

–¿De quién depende?

–Supongo que del Ministerio. Aquí el proyecto está consolidado.

–¿Está en alza el teatro público?

–Se ha mantenido muy bien y me da rabia que las cosas que funcionan no son noticia. El despilfarro sí hubiera llenado titulares y aquí, como en otros lugares, se han corregido muchas cosas. Mira «El laberinto mágico», un éxito hecho con retales de otros espectáculos.

–¿Cuánto le ha desgastado la gestión?

–Mucho.

–Cinco años ya...

–Que pasan volando.

–Y quiere seguir sí o sí.

–Hoy sí, mañana quien sabe. Aquí hay un proyecto cultural y cosas en marcha: relaciones internacionales, la nueva dramaturgia, el festival «Una mirada diferente» a punto de eclosionar... Irse a un sitio de más confort está bien, pero no. Aunque suene demodé, me gusta trabajar por mi país.

–Y sin que suene raro.

–Eso. Todos tenemos una responsabilidad tremenda de sacar esto adelante y hay dos opciones: pasar o arrimar el hombro. Por supuesto que es preferible que se cierre un teatro a un quirófano, pero las dos cosas son compatibles.

–¿Por qué cuesta decir que trabajas por tu país?

–No lo sé, pero yo tengo mucho sentido ciudadano. Tal vez por haber estudiado Historia he visto que los españoles somos capaces de cohesionarnos en los malos tiempos, aunque en el día a día no sea así. En lo cultural somos una potencia y teatralmente lo hemos sido. Hay cinco grandes: el teatro ático de Grecia, el Isabelino, el francés del XVIII, el ruso del XIX y el español del Barroco. No se puede tirar por la borda. Voy a estrenar un texto mío que se llama «La autora de Las Meninas», con Carmen Machi, en el que hablo de todo esto. Es la historia de si en un momento dado se aceptaría socialmente la venta del cuadro para salir de una situación de emergencia nacional. Una comedia en clave de humor.

–¿Sería posible?

–Depende de la deriva de los gobernantes. Iñaki Gil hablaba de las dos Españas...

–Le tocó la parte culta.

–Sí, eso puso. Ya no es sólo eso, sino con un poquitín de ilustración. La España de Pokémon vendería «Las Meninas».

–¡A ver si todo depende de que tenga un pokémon oculto!

–(Risas) Yo estoy muy alarmado con la desaparición en la universidad de las Humanidades y las enseñanzas artísticas. Lo vivo día a día: mi hija se acaba de licenciar en Humanidades y veo como orientadoras laborales le dicen: «¿Eso para qué sirve?». No digo que la gente sea más culta o no, pero que el 70% admita no haber ido a un museo... Creo que ahí los políticos tienen una responsabilidad cuando hablan de pacto de la educación, y lo que pasa es que son hijos de ese fracaso educativo y no son conscientes de que hay que meter mano ya. ¿Cuáles han sido las propuestas culturales en estas dos elecciones?

–No dará votos...

–Parece que no, pero la sociedad enseguida se pondría las pilas. Si una televisión pública pone toda la carne en el asador funcionaría, la gente está ávida. Se llenan los pases, los conciertos, la danza... Hay un buen caldo de cultivo.

–Hay que dárselo.

–Exactamente. La gente se queja del IVA al teatro, pero no he oído a nadie decir que eso es una putada porque le afecta directamente a él como usuario. Parece que son intereses.

–¿Qué tal maneja los naipes?

–En la mili jugué mucho (risas). Al tute y al póker.

–¿Por qué ponerlos de imagen de la nueva temporada del CDN?

–El de la magia es un mundo de ilusión, una manera original de presentar los espectáculos, que tienen algo de azar. El teatro tiene mucho de asombro, de no dejarse engañar sin motivo, sino a conciencia. Jugar.

–Con dos reyes se puede perder.

–Exacto. Sé que es un truco pero voy a pensar que es magia y entregarme. Eso es teatro. Muy saludable. Un viaje muy completo en el que te haces preguntas y te sorprende lo cotidiano.

–Conocer el pasado.

–Constatar las certezas ocultas. El teatro es un gran agitador y despertador.

Dentro de la temporada 16/17, le da mucho peso a la comedia.

–Es un género mayor por mucho que hayan querido tratarlo como lo contrario, requiere una precisión una técnica muy alta y además el CDN tiene que poner en valor el teatro de repertorio de los últimos cien años y si hay un fenómeno, a parte de Lorca, Valle-Inclán y Max Aub, es el de la comedia española, que ha pasado de puntillas por los teatros públicos.

–Hablaba antes de ajedrez, vuelve «Reikiavik», de Juan Mayorga.

–Un éxito. No siempre se pueden poner reposiciones, pero el elenco tenía fechas y poner a Juan de nuevo son palabras mayores.

–La misma partida que da pie a la obra, Fischer vs. Spassky, la tiene ahora mismo en el cine.

–Seguí de pequeño el Match del Siglo.

–Pues ya tiene cita para el próximo lunes...

–No me lo pienso perder. He hablado mucho del Match del Siglo con Juan. Tengo el libro que me regaló mi padre con las jugadas, las seguíamos y las reproducíamos.

–Hasta aquí.

–En tus manos encomiendo mi espíritu.