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Adiós a la ropa de temporada
El cambio climático está suponiendo un punto de inflexión en la industria de la moda, obligada a reinventar su modelo de venta
A la moda el cambio climático le revuelve las entrañas. Hasta ahora, estaba acostumbrada a reinventarse continuamente, creando nuevas prendas para que la gente las sustituya por las viejas.
A la moda el cambio climático le revuelve las entrañas. Hasta ahora, estaba acostumbrada a reinventarse continuamente, creando nuevas prendas para que la gente las sustituya por las viejas. Sin embargo, las alteraciones en las estaciones, que siempre han marcado el tempo de esta industria, suponen un verdadero punto de inflexión bastante más profundo que cualquier diseño rompedor o la aparición de accesorios que se conviertan en tendencia.
Este 2018 ha sido bastante caluroso. Hemos sufrido una importante sequía y fuertes olas de calor, y habrá que ver cuándo empieza a enfriar este años pues parece que cada vez el fresco se retrasa más. El verano, según un estudio de la Universidad de Tel Aviv, en 2100 durará seis meses, mientras que el invierno solo dos. Pero las consecuencias del cambio climático no son tan lejanas y hasta 2022 viviremos en una fase extremadamente cálida, sostienen el Laboratory for Ocean Physics and Remote Sensing de la Universidad de Brest y la Universidad de Southampton.
Estas nuevas condiciones climáticas obligan a repensar la industria de la moda, como reconocen los mismos profesionales del sector. La fundadora de la Escuela de Moda ESME y Directora Creativa de la marca de zapatos Patricios, Patricia Rosales, comenta que próximamente «cambiarán nuestros hábitos de compra y las empresas deberán adaptarse a los tiempos y las temperaturas». Para ello, explica, es necesario darle un giro al modelo actual: «Ahora las compañías tratan de reinventarse e innovar presentando tres o cuatro colecciones por temporada, y este es el primer error, porque a las marcas que hacen ‘‘prèt-á-porter’’ (que producen en serie dependiendo de la demanda del artículo en las tiendas) no les da tiempo a diseñar, elegir materiales y colores, fabricar, vender a mayoristas, y éstos al público final».
Este sistema acelerado de fabricación constante y rotación de prendas en los establecimientos de momento no está teniendo resultados muy positivos y no parece que los vaya a disfrutar a largo plazo. La causa es que se basa en la masificación de artículos pensados para una temperatura concreta y, debido a la inestabilidad climática, terminan quedándose en los almacenes al no venderse. «El problema es que se mantiene demasiado ‘‘stock’’ porque los hábitos de compra dependen del tiempo», destaca Rosales. Una posible solución sería ampliar el abanico de la oferta en todas las épocas del año, sin fijar una temporalidad exacta a la hora de poner la ropa en venta. «Hay que lanzar colecciones donde se proponga un poco de todo y que cuando llegue la temporada fuerte como invierno o verano, se refuercen las colecciones con productos puramente destinados a esas estaciones», añade la fundadora de ESME.
Pero el cambio climático que suframos en nuestro país de residencia no es el único motivo para romper con el sistema de la ropa de temporada. Los gustos de los consumidores jóvenes también tienen mucho que ver. Las generaciones de los Erasmus y de las aerolíneas «low-cost» han adquirido un placer especial por viajar y, por tanto, demandarán prendas que cubran sus necesidades en sus destinos, cuyos climas serán muy variados. «Esto es algo beneficioso para la industria, ya que si en sus tiendas la oferta es diversa, siempre que alguien visite un país donde el tiempo sea distinto al nuestro podrán comprar prendas acordes», subraya Rosales.
Entre tanta incertidumbre climática, ya sea por los cambios en la naturaleza o en los hábitos, ha surgido una tendencia hacia el diseño de prendas que se adaptan a distintas condiciones. Los productos atemporales, es decir, que no están dirigidos para una estación concreta, ocupan cada vez más espacio en los armarios de los consumidores. Así, se está acabando el guardar la ropa de verano cuando llega el otoño, y la de invierno cuando aparece la primavera. Para muchos, la atemporalidad es una forma de combatir el cambio climático y, además, de ahorrar en sus compras, pues en lugar de tener dos productos para distintas temperaturas, se cuenta con uno que se adapte a todas.
Este fenómeno de las prendas atemporales tiene un efectos positivo en la industria, explica Patricia Rosales. Para ella, ayuda a que las marcas asuman menores riesgos, pues no se llenarán de ‘‘stock’’ ni tendrán que recurrir a las rebajas para darles salida. En cualquier etapa del año, los artículos podrían encontrar un comprador.
Rebajas
Por ello, los periodos de descuentos, tan estacionales hasta ahora, están perdiendo sentido. Para Rosales, el cambio climático provoca que se deban establecer nuevos plazos de rebajas más puntuales y repartidos a lo largo del calendario, en lugar de centrarlos en determinados meses como enero o julio. La fundadora de ESME sostiene que la aplicación de descuentos de esta forma, más la creación de prendas atemporales «es la única opción para sobrevivir en un mercado tan cambiante como el de la moda actual».
La industria no solo tiene un reto en cuanto a su modelo de negocio. También se enfrenta a una modificación en su propio proceso creativo y de fabricación. El cambio climático y la conciencia social que existe en torno a él conlleva que el sector se comprometa en combatirlo con diseños más sostenibles y el uso de materiales que reduzcan el daño al medio ambiente.
El camino que se marca hoy en día la industria para lograr estos objetivos y adaptarse a la concepción «verde» del mundo que va calando en los consumidores está orientado hacia tres ejes. Rosales manifiesta que son la «maximización de la eficiencia energética, la implantación de la digitalización y el uso de materiales ecológicos, menos intensivos en energía y con fibras recicladas obtenidas gracias a nuevos procesos químicos».
En definitiva, el cambio climático está modificando la manera de entender muchos de los aspectos de nuestras vidas, entre ellos, el propio consumo. Y, evidentemente, pasa factura a las empresas, que deben ir adaptándose para no perder beneficio. H&M lo dejó bastante claro en mayo de 2016 cuando publicó un comunidado en el que exponía que «la primavera fría que se está desarrollando también en abril en muchos de los grandes mercados ha tenido un impacto desfavorable en la venta de vestuario de entretiempo». El otoño y la primavera están desaparenciendo a causa de la radicalización del clima y, por ello, finiquita Rosales, seguramente vayan ganando visibilidad a ropas de temperturas más extremas como la de baño o los abrigos. De este modo, las cuatro temporadas (estaciones) tal y como las conocíamos están diciendo adíós.
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