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Natalie Portman, Jaqueline Kennedy es ella

Con «Jackie», en el papel de viuda de América, aspira con razón a su segundo Oscar. En el juego de Hollywood no hay actriz joven más respetada que ella. Está espléndida

Reina a su manera, la nueva película de Portman se estrena en EE UU
Reina a su manera, la nueva película de Portman se estrena en EE UUlarazon

Con «Jackie», en el papel de viuda de América, aspira con razón a su segundo Oscar. En el juego de Hollywood no hay actriz joven más respetada que ella. Está espléndida

Natalie Portman fue la niña que con 12 años cultivaba la geometría letal del asesinato por horas en una academia de cadáveres junto a Jean Reno. Sucedió en «El profesional», aquel improbable y estupefaciente thriller del a menudo estomagante Luc Besson. Al año siguiente, siendo todavía una cría, impugnó el corazón de Timothy Hutton, y el de los espectadores, con su retrato de una Lolita inteligente y sensible en la edulcorada pero estupenda «Beautiful Girls». Todavía recuerdo la ambivalente sensación que provocaba en pantalla. La certeza de encontrarte no tanto ante una estrella en ciernes como de algo más y algo menos. Más importante, menos predecible. Una intérprete que prometía trabajos magnéticos, pero también una chiquilla con toda la pinta de ser tan fascinante, locuaz, intensa y pizpireta en la vida real como en el cine. Irradiaba el magnetismo de la primera Jodie Foster y el frágil y oscuro encanto de Winona Ryder antes de que le diera por robar chaquetas y desaparecer durante años. No fuimos demasiados los que encontramos en «Beautiful Girls» una película que merecía retenerse, pero el tiempo fue amable y hoy la criatura de Ted Demme, el sobrino de Jonathan Demme («El silencio de los corderos»), que falleció con 38 años después de un pasote con la coca, brilla con relumbrón de clásico menor.

Portman, entre tanto, continuó a lo suyo. Estudió ballet y danza moderna, arte dramático, idiomas (habla seis) y psicología, graduándose en Harvard. Y coleccionó papeles. Pueden verla en «Heat», la soberbia película de Michael Mann, junto a Robert De Niro y Al Pacino; en «Mars Attacks!», de Tim Burton, y en la deliciosa, descacharrante y lírica «Everybody Says I Love You», aquel estupendo musical de Woody Allen con un reparto estelar (Alan Alda, Goldie Hawn, Edward Norton, Drew Barrymore, Julia Roberts y Tim Roth). ¿Y qué puede hacer una cría con su carrera después de trabajar con Mann, Allen o Burton? ¿Qué tal, digamos, protagonizar las tres nuevas entregas de «La guerra de las galaxias»? A pesar de George Lucas, empeñado en que la segunda trilogía apestara a videojuego e imagen computerizada, Portman se las arregló para inocular parte de la vieja magia en un relato que siempre vivió del encanto de sus actores. Llegó el estrellato, pero la cabeza de Natalie siguió en su sitio. Cuentan que no asistió al preestreno de «La amenaza fantasma» porque tenía exámenes.

Un sostenido crescendo

De «V de Vendetta» a «Cisne negro», por la que ganó el Oscar, su carrera ha sido un sostenido crescendo dentro de un orden, con parada y fonda en peliculitas billonarias, tipo «Thor», que le permitan luego dedicarse a lo que realmente le interesa, las producciones independientes, los cineastas con algo que contar al margen de los grandes estudios, los documentales con conciencia ecológica y las causas políticas.

Su nueva aparición, que llegó ayer al cine, es en la piel que Chanel le proporcionaba a Jacqueline Kennedy. «Jackie» ha sido dirigida por Pablo Larraín, el talentoso cineasta chileno que alcanzó renombre con su estupenda «No», la cinta sobre el referéndum de 1988 que despojó a Pinochet del poder contra pronóstico. Lujosa, dura, fría y cruda, Natalie Portman está esplendida, al mismo tiempo contenida y airada, en su papel de viuda de América. La señora de Kennedy, escrutada por millones, supo hacer del luto una forma de resistencia. Una empalizada contra el exceso de atención que comprendía el protocolo inevitable de mostrarse ante los ojos del país derruida y orgullosa, anegada por la marea del duelo, pero correosa y fuerte como la democracia. Larraín, que este mismo año también firmó «Neruda», sortea con nota alta el reto de aproximarse al mito fundacional de la América contemporánea y al más difícil todavía de avanzar por el laberinto mental de un personaje indescifrable. Portman, cada día mejor actriz, más segura, más dueña de sus recursos, más sutil y precisa, aprovecha esa capacidad suya para transmitir corrientes internas sin despeinar el moño ni descomponer el maquillaje.

Aspira con razón a su segundo Oscar. En el juego de Hollywood no hay actriz joven más respetada ni, desde luego, capaz de teorizar sobre cuestiones ajenas a su trabajo en las a menudo aburridas entrevistas promocionales. Es la reina a su aire. Una Audrey Hepburn con más lecturas que lo mismo rescata a la galaxia del poder del Imperio que defiende al Estado de Israel. La pequeña patinadora de «Beautiful Girls» sigue creciendo.