Joyería
Las míticas joyas de Hollywood, a subasta
Marilyn Monroe, Elizabeth Taylor, Bette Davis y Judy Garland, entre otras, las lucieron en sus películas.
Marilyn Monroe, Elizabeth Taylor, Bette Davis y Judy Garland, entre otras, las lucieron en sus películas.
La mayor colección de joyas de la edad de oro de Hollywood saldrá a subasta en noviembre. Incluye alguna de las piezas más famosas lucidas por actrices como Marilyn Monroe en películas clásicas de los años 40 y 60, además del brazalete de oro con serpientes en relieve que llevó Taylor en la película «Cleopatra». También un elaborado collar que lució Ona Munsen en «El embrujo de Shanghai» y que ha sido calificado como «el más espectacular del mundo».
Su propietario y creador fue Eugene Joseff, considerado parte fundamental de Hollywood hasta el punto de ser apodado «el joyero de las divas». Según la casa de subastas Julien, con sede en Los Ángeles, estas piezas representan casi el 90 por ciento de las que aparecían en las grandes producciones de la época. Joseff fue, además, el creador del concepto actual de «préstamo de joyas» en el cine, al que actualmente recurren todas las actrices que acuden a alguna ceremonia de entrega de premios.
Caroline Galloway, portavoz de Julien, estima el valor de la colección entre 1,6 y 2,4 millones de libras (de 1,4 a 2 millones de euros, aproximadamente). La mayoría de las joyas fueron encontradas en la casa de la familia Joseff, en Burbank, California, cuando éste falleció en 1948. Entre las piezas que saldrán a subasta también figuran el collar utilizado por Vivian Leigh y la pitillera de Clark Gable en «Lo que el viento se llevó», los pendientes de oro de Monroe en «Los caballeros las prefieren rubias» y «Con faldas y a lo loco». Además, se encontraban el collar de perlas de Bette Davis en «La reina tirana», en la que daba vida a Isabel I; el broche lucido por Marlene Dietrich en «Shanghai Express» y la gargantilla de Judy Garland en «Ziegfeld Follies».
Imitaciones
Joseff nació en Chicago en 1905 y trabajó como aprendiz en un taller de metalurgia y como publicista antes de trasladarse a Hollywood en 1928, donde se convirtió en maestro de la bisutería y abrió su propia joyería. Tenía una especial habilidad para hacer trabajos de investigación sobre el periodo en el que los filmes iban a estar ambientados, la trama y la artista que las luciría. Asimismo, sus obras tenían una apariencia única gracias al acabado dorado mate conocido como «oro ruso», que creó él mismo, para que cuando sus piezas estuvieran bajo las luces de los estudios su brillo fuera similar al de las joyas auténticas. Trabajaba con metales no preciosos y las piedras eran imitaciones de zafiros, diamantes, rubíes, esmeraldas y topacios, pero detrás de cada diseño había una ardua tarea de investigación. El éxito de su negocio se materializó gracias a la idea de su esposa, Joan Castle, quien ofrecía directamente a los estudios sus trabajos bajo un contrato de alquiler. Además, al ser sus propietarios podían desmontarlas y volver a utilizarlas en otras películas. Tras la muerte de Joseff, su pareja manejó la compañía hasta su fallecimiento en 2010.