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José Mota: «El humor nos ayuda a digerir el monstruo que todos llevamos dentro»
Conduce el nuevo formato de TVE «El acabose», que combina entrevista y ficción sin olvidar el humor como ingrediente estrella
Conduce el nuevo formato de TVE «El acabose», que combina entrevista y ficción sin olvidar el humor como ingrediente estrella
José Mota es un Cáncer encantador, de esos del 30 de junio, como lo fue Eduardo Haro Tecglen o lo son Lola Herrera, Pedro Olea, Leonardo Sbaraglia y una servidora. Hay que presumir cuando se comparte fecha de nacimiento con tanto talentoso. El protagonista de esta entrevista es uno de los humoristas mejor valorados de nuestro país. Un actor, con infinidad de recursos, que lleva ya muchos años recibiendo el aplauso constante de sus seguidores, que ahora comparten con él una particular visión del fin del mundo en «El acabose» de TVE. Según mis hijos, es «el amo» y se lo digo: «Bueno –responde él humilde–, ahí estamos, porque, como sabes, las audiencias están cada vez más fragmentadas y la lucha es complicada. Pero bueno, los tiempos cambian, la televisión va evolucionando y la tarta cada vez se reparte más. Ya gente que lidere el prime time, como no sean grandes transatlánticos, lo tiene complicadito. Aunque lo importante es hacer un producto en el que creas y que siempre sea el mejor que puedes ofrecer al telespectador».
Lo que está claro es que Mota no se contenta con cualquier cosa. No le vale con repetir programa, por mucho que sepa que tiene a su público asegurado: «Me podía haber quedado perfectamente en mi programa de “sketches”, en mi formato, y, sin embargo, he preferido plantear una cosa distinta para llegar a ofrecer lo mejor posible». Y es que éste es cada vez más exigente y lo quiere todo de sus ídolos, que sean multifunción. O sea, que de Mota quieren que de un paso más y que se muestre como el gran actor que es: «La verdad es que me apasiona la ficción. Ahora acabo de terminar una película, cuyo estreno creo que será en Cannes, con Pablo Berger. Se llama “Abracadabra” y también están en el proyecto, que es muy bonito, Maribel Verdú y Antonio de la Torre».
Cartel con Salma Hayek
Según me lo cuenta voy a lo que todos, a preguntar si se trata de una película de humor. Y Mota precisa: «Es una comedia dentro de un drama ¿sabes? El cine de Pablo es tan de autor. “Blancanieves” y “Torremolinos 73” son dos obras maestras. La verdad es que he tenido una suerte bárbara empezando con Álex de la Iglesia con “La chispa de la vida” y compartiendo cartel junto a Salma Hayek, que fue un lujo para mí y para el resto del reparto. Y ahora, pues igual: estar con Pablo Berger ha sido un auténtico regalo».
Pienso que para ser actor, y más de las características de Mota, son necesarias cualidades muy específicas, pero más aún una vocación total. No sé si la suya posee antigüedad: «Sí. Recuerdo que tendría nueve años cuando llegaron a clase pidiendo voluntarios para una obra de teatro y el primero que levantó la mano fui yo. Siempre me ha apasionado todo lo que tenga que ver con la escena, bien sea en teatro, en cine o en televisión, pero, desde luego, lo que más es la fantasía. Por eso mi programa siempre es muy ficcionado. Siempre intentamos hacer un homenaje al cine. En la etapa anterior, en “La hora de José Mota” todo era grabación ficcionada. Y, sin duda, es lo que más me gusta del mundo». En el formato actual, «El acabose», la cosa anda a medio camino entre la entrevista y la fantasía, siempre con humor. En realidad, Mota lleva a sus invitados a compartir el fin del mundo: «Me planteé qué pasaría si le ofreciésemos al espectador un programa donde el universo se hubiera acabado y sólo quedaran unos pocos supervivientes a los que invitaríamos a ese decorado de revoltijo de chatarra. Eso me daría la posibilidad de mirar desde el año 2028 a 2017 y que el invitado me contara lo que estaba haciendo en ese momento desde la distancia. Además, hay elementos de “late night”, como la entrada de personajes míos que van hablando mientras yo sigo con ellos en ese momento, dibujándoles una caricatura, por ejemplo». Unos asistentes de nivel. Al paso que va, el que se quede sin ir no será nadie: «Han venido Pepe Rodríguez, Bisbal, Imanol Arias y Ana Duato, Monedero, Albert Rivera y Revilla, entre otros. La idea es que pasen por mi “show” y compartan un buen rato conmigo. Tiene que haber sitios donde se pueda charlar tranquilamente y disfrutar de lo que te cuentan».
Y, si se hace desde el humor, porque es el vehículo ideal para hablar de las cosas serias. Posiblemente el mejor lugar para hacer, sin meter el dedo en el ojo, crítica social: «Sí, porque si no, entras en una cosa de confrontación que no mola. El humor barniza todo con una pátina que nos recuerda que casi nada es tan importante como creemos y es una especie de bálsamo que ayuda a que los temas entren sin hacer rozadura. Nos ayuda a digerir el monstruito que todos llevamos dentro. Es necesario para vivir, sin duda. Sería terrible si no existiera. Alguien decía que el humor salva a la sociedad del suicidio y es verdad. Es una cura absoluta, mental, y más en estos tiempos de desorientación, de crisis de ideas. Es un arma de construcción masiva, como bien decía mi compañero Luis Piedrahita. Nos ayuda a reencontrarnos con nuestra mejor parte. Y si logramos, haciendo humor, que el mundo sea dos rayitas mejor, pues mira, algo hemos conseguido».
PERSONAL E INTRANSFERIBLE
Nació en 1965, está casado, tiene tres hijos y se siente orgulloso de ellos. Se arrepiente «de haberme preocupado en exceso de algún proyecto. Mola cuando las cosas salen bien, pero cuando no, hay que saber utilizarlas». Perdona, «aunque me dura el cabreo. No sé vivir con la mochila del odio», y olvida, «no podemos estar taladrándonos con mensajes negativos». Le hace reír «las ruindades propias y las miserias que tenemos», y llorar, «las criaturas sufriendo en los bombardeos. Cuando eres papá te haces infinitamente más sensible». A una isla desierta se llevaría «un libro que me recomendó Maribel Verdú que se llama “Cómo hacer cine”, de Michael Caine, pero en cuanto pasase una semana querría volver a mi Madrid». Le gusta la comida japonesa, «me he aficionado a ella», y beber «un buen vino». Su manía es «tender a la perfección» y su vicio «ir donde va la gente». Antes solía soñar «con casas grandes y con que me caía y no me hacía nada». De mayor le gustaría ser «niño» y, si volviera a nacer, sería «ése que dejé en Montiel y que me sigue esperando, con el pantalón corto cuando visito la casa de mis padres».
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