La Columna de Carla de La Lá
Mascarillosos Vs Negacionistas ¿quién está más loco?
Imaginen que dentro de un año todos los vacunados hemos desaparecido y sólo quedan los negacionistas, liderados por Miguel Bosé.
Yo, amigos, igual que ustedes, que son sensatos, me he plegado dócilmente ante las autoridades sanitarias en materia de Covid, y como mujer civilizada que soy me pongo la mascarilla cuando es obligatorio. Si alguna vez a lo largo de estos dos años, he dudado o me he rebelado contra algunas directrices, mi médico, que ha pasado la pandemia en el Gregorio Marañón (trabajando) me aclara que desgraciadamente el virus es y ha sido siempre real.
No obstante, la otra noche, justo después de vacunarme y antes de dormirnos me preguntó en la cama: ¿Carlita, te imaginas que sólo sobrevive Miguel Bosé?
_¿Cómo?_respondo divertidísima y atónita.
_Imagina por un momento que dentro de un año a todos los vacunados se nos ha derretido el cerebro y comenzamos a morir víctimas de extrañas patologías incurables, con la piel repleta de abscesos purulentos, y sólo permanecen sanos los negacionistas y los habitantes de los países del tercer mundo donde no se hayan hecho con las suficientes vacunas.
_jajjajajajjajajajajja ¡lo estoy viendo! Jajajjajajajjaaj ¡Miguel Bosé y Madonna gobernarían el mundo e instaurarían un nuevo régimen, ¿por qué me habré vacunado? Me gustaría tanto presenciar la hegemonía de los negacionistas…
Sin embargo nos hemos vacunado, toda mi familia se ha vacunado (casi todos son médicos) y mis amigos también han recibido sus dosis correspondientes, no somos conspiranoicos, está claro pero afortunadamente tampoco somos mascarillosos.
¿Qué quiénes son los mascarillosos? Pues ya saben, los que abusan de la mascarilla y de la híper normatividad, los hipocondriacos, los neuróticos del bozal, los que lo llevan dentro del coche con sus parejas hipermascarilladas aunque sean convivientes, los que se la ponen para dormir, para chapotear en la playa, los que desearían llevarla en la ducha y te hacen muecas por la calle si no compartes su delirio.
El otro día comiendo en una terraza, a la fresca, a unos metros de nosotros en otra mesa un matrimonio de unos cincuenta, vacunados, por supuesto, pues bien, se bajaban la mascarilla lo justo para dar un sorbito a su cerveza y engullir alguna aceituna para después subírsela con desesperación, como si el Covid fuera una especie de genio de la lámpara maravillosa pero en gamberro, jocoso y algo cabrón, que estuviera atentísimo a los que temen contagiarse para introducirse por su mascarilla a la menor oportunidad. ¡No los aguanto! Dan ganas de fingir un tropiezo y abalanzarse sobre ellos para abrazarlos tosiendo y esputando con los ojos llenos de lágrimas, las narices llenas de mocos y las manos llenas de babas. ¡Pesados!
Reconozco que me caen muchísimo mejor los negacionistas, como todos los insurgentes en esencia me gustan más que los sumisos. ¡Qué gran negacionista hubiera sido yo si no llego a estar tan cuerda! Eso sí, nunca he tenido miedo al Covid, como no tengo miedo a casi nada. Lo cierto es que, con o sin mascarillas, fumando, bebiendo o comiendo alfalfa, cantando, besando o aburriendo, todos vamos a morir sin pena ni gloria. Y esa idea es tan refrescante… ¡Acogeos a ella, lloricas!
Mi médico (que es psiquiatra) se ríe también… Dice que tanto en el grupo de los negacionistas como en el de mascarillosos puede haber paranoicos, tanto con un contenido más o menos lógico, como, por el contrario, los que permanecen en tales extremos atenazados por extravagantes delirios.
Las personas que no han sufrido los estragos del virus tienden a creer que la gravedad del asunto no es como lo pintan y consideran a los demás exagerados, hipocondríacos y por lo general creen que existe una psicosis colectiva a la que ellos no han sucumbido. Otros negacionistas desconfían de las instituciones por la falta de información veraz y datos por parte del gobierno, la gestión, las medidas contradictorias… Cuando ya no interviene ningún tipo de ideología política, ni crítica respecto a las medidas tomadas pero el individuo no considera necesario cuidarse porque cree que bajo la pandemia sólo existe una conspiración internacional marketiniana para esclavizar a las clases pensantes y trabajadoras… Entonces el diagnóstico psiquiátrico se agrava.
Con todo, el más loco de todos, en opinión de los expertos es el híper mascarilloso, el que se pone mascarilla a todas horas, el que la lleva de taparrabos y no piensa quitársela jamás, pase lo que pase, porque es un temeroso patológico. Los mascarillados son personas que viven en un terrorífico estado de vigilancia ante la amenaza, cualquier amenaza, no sólo las víricas. Muchas veces las personas aprovechan situaciones de crisis para desplazar sus problemas, frustraciones y miedos al exterior. En el caso que nos ocupa, el coronavirus puede ser utilizado para encubrir aprensiones y complejos.
Como decía Chaplin la vida solo es bella si se vive sin miedo.
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