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Túnez
Túnez fía su futuro a un laico
Essebsi, de 88 años, gana las primeras elecciones presidenciales libres pese a su nexo con Ben Ali
Tal y como estaba previsto, Beyi Caid Essebsi será el nuevo presidente de Túnez, el primero elegido democráticamente desde la Revolución de los Jazmines de 2011. El candidato laico del partido Nida Tunis obtuvo el 55,6% de los votos en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales, que se celebró el domingo en Túnez, en la que compitió frente al candidato pro-islamista y presidente saliente Muncef Marzuki, que se hizo con el 44,3% de las papeletas.
La participación fue del 60%, unos diez puntos por debajo de la registrada en la primera ronda de los comicios, celebrada a finales de noviembre, en la que los dos adversarios se situaron a poca distancia. A pesar de que Essebsi partía como favorito en ambas ocasiones, Marzuki no quiso reconocer su derrota hasta que, ayer por la tarde, fueron anunciados los resultados oficiales, marcando el comienzo de una nueva era para Túnez. De esta forma, el país confirma su viraje político de 180 grados, apostando por una vieja estabilidad añorada frente a las aventuras democráticas experimentadas en los pasados cuatro años. Essebsi es un político veterano, que estuvo al servicio del régimen del ex presidente Zin Al Abidin Ben Ali, derrocado en enero de 2011, y posteriormente de la transición a la democracia, que concluye con estos comicios presidenciales de forma relativamente exitosa y poco sangrienta.
Túnez ha sido considerado el modelo a seguir o, al menos, el único país de la denominada Primavera Árabe donde la revuelta ha dado paso a un sistema democrático funcional. Túnez supo corregir el rumbo en momentos delicados y, tras haber probado un Gobierno islamista moderado, ha decidido volver al secularismo que siempre le ha distinguido entre sus vecinos del norte de África. Pero también hay quien teme que la llegada de un hombre de la vieja guardia a la Presidencia marque la vuelta a las políticas dictatoriales y corruptas de épocas pasadas, de las que el país aún no se ha liberado. Las brutales Fuerzas de Seguridad no han sido reformadas en todo este tiempo y la mayor parte de los integrantes del régimen de Ben Ali no han sido castigados. Las preocupaciones y dudas nacen precisamente de las credenciales democráticas de Essebsi, que estuvo bajo las órdenes del ex dictador tunecino, aunque él mismo se ha distanciado de la corrupción y la represión de su Gobierno.
Después de que se conocieran los resultados electorales, hubo disturbios en dos localidades situadas en el sur de Túnez, donde la Policía acabó dispersando con gases lacrimógenos a unos centenares de jóvenes que protestaban por la victoria del que consideran un hombre de Ben Ali. Essebsi tendrá que demostrar a sus adversarios que es el líder adecuado para liderar el «nuevo» Túnez y, sobre todo, satisfacer las demandas de una población agotada después de cuatro años de inestabilidad que han hundido la economía y especialmente el sector del turismo. Asimismo, tendrá que saber rebajar la tensión entre las fuerzas laicas y las islamistas que ha polarizado la vida política y la sociedad en los últimos dos años, y que se ha visto claramente reflejada en los resultados electorales de estos comicios, en los que Essebsi representaba a la tendencia liberal y Marzuki a la religiosa. El presidente elegido ha declarado que quiere trabajar con todas las facciones sin excluir a nadie, pero tendrá que mostrarse firme frente a la amenaza del islamismo radical, que también ha golpeado Túnez, aunque en menor medida que otros países de la Primavera Árabe y con menos virulencia.
Según la nueva Constitución tunecina –que fue redactada de forma lenta, pero consensuada desde la revolución–, el presidente tiene poderes limitados, para evitar que pueda convertirse en un nuevo dictador. El jefe del Estado es el comandante del Ejército, aunque sólo puede hacer cambios en sus altos mandos previa consulta con el Gobierno, con el que también tiene que consultar las bases de la política exterior del país y la firma de tratados internacionales. Aun así, Essebsi podría tener un papel más destacado y fuerte, porque contará con el respaldo de su partido, que también ganó las elecciones parlamentarias, celebradas a finales del mes de octubre. Nida Tunis no consiguió una mayoría absoluta en la Cámara y tendrá que pactar un Ejecutivo de coalición con otros pequeños partidos, probablemente izquierdistas y laicos, pero la victoria de Essebsi también le ofrece una base más sólida para consolidarse como la fuerza que lidere el país. El partido dijo que esperaría hasta después de las elecciones presidenciales para formar un Gobierno que sustituirá al Gabinete de unidad nacional que ha gobernado en el último año tras el estrepitoso fracaso del Ejecutivo islamista.
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