Sahel
Las tropas alemanas abandonan Níger y aumenta la brecha entre Europa y las juntas del Sahel
Las desavenencias entre Alemania y Níger han puesto fin a más de diez años de colaboración en la lucha antiterrorista
La postura de Europa frente a las juntas militares del Sahel se complica cada día un poco más. Por un lado, la colaboración entre ambos extremos es necesaria para combatir al yihadismo armado que prolifera en sus territorios y amenaza de forma indirecta la seguridad europea; por el otro, los crecientes flujos migratorios originados en Mali, Níger y Burkina Faso suponen un una preocupación añadida en Europa. Pero la distancia entre los extremos se extiende cada semana que transcurre. Hoy se dio por finalizada de forma oficial la misión de cooperación militar alemana en Níger, tras varios meses donde se ha desarrollado una retirada ordenada de los efectivos alemanes, y la brecha se ensanchó.
Alemania comenzó su andadura militar en Níger de la mano de la Misión de Capacitación de la Unión Europea en Níger (EUCAP Sahel Níger) en 2012, dentro del marco de la Política Común de Seguridad y Defensa. Entre las tareas que desarrolló Alemania, entraban el entrenamiento y la asesoría de diferentes cuerpos nigerinos de gendarmería, el ejército y la policía, mientras que la base aérea sostenida en Niamey sirvió a partir de 2013 como centro logístico para las tropas alemanas conformadas dentro de la misión de Naciones Unidas en Mali (MINUSMA), que igualmente tocó a su fin en junio de 2023 por las continuas desavenencias entre la ONU y la junta militar que gobierna Mali desde agosto de 2021. No debe olvidarse que, tras los sucesivos golpes de Estado sucedidos en Mali (2021) y Burkina Faso (2022), Níger se posicionó para Bruselas como el último punto de apoyo para la cooperación militar europea en el Sahel… hasta que tuvo lugar el golpe de Estado en Níger (2023).
La negativa de Alemania de continuar su colaboración con Níger se hizo pública en el pasado mes de julio, tras casi un año donde parecía que Berlín y Niamey conseguirían entenderse donde París, Washington y Bruselas no fueron capaces. El anuncio fue hecho el pasado seis de julio por el ministerio de Defensa alemán, en un comunicado donde se especificó que "el proyecto de acuerdo que nos transmitió Níger no puede servir de base a las negociaciones de un acuerdo ni respecto a su naturaleza ni a su contenido".
La ministra de Exteriores alemana, Annalena Baerbock dijo durante una visita a la vecina Costa de Marfil que la cooperación militar con Níger “no puede continuar porque la confianza que había antes ya no existe”. La ministra especificó que Alemania seguirá ofreciendo ayuda humanitaria a Níger porque “la población local no tiene la culpa”, pero fue tajante en cuanto al término de la cooperación militar. Este fin tan abrupto (los gobiernos alemán y nigerino alcanzaron en mayo un acuerdo provisional para mantener a las tropas alemanas en la base aérea de Niamey) se debería, en mayor medida, a que el nuevo acuerdo no contemplaba la inmunidad jurídica de los efectivos alemanes.
Níger optó por reafirmar su soberanía tras arrebatar la inmunidad jurídica de las tropas alemanas… y Alemania ha respondido haciendo el equipaje. Un triste desacuerdo que fortalece la soberanía nigerina mientras que debilita (más) la capacidad europea de asociarse con los gobiernos que combaten con ferocidad al yihadismo armado.
Igualmente, debe considerarse el amplio abanico de razones que ha llevado a las distintas naciones occidentales a cesar en su colaboración con la junta militar de Níger. Francia no tuvo elección y fue directamente expulsada del país por las nuevas autoridades. La Unión Europea ha optado por atenerse a sus valores democráticos y rechazar la colaboración con Níger mientras se mantenga en el gobierno una junta militar que lleva manteniendo preso durante más de un año al expresidente Mohammed Bazoum (una estrategia similar a la seguida en Mali). Estados Unidos pareció congeniar con el nuevo Gobierno, hasta que las presiones para socavar las relaciones de Níger con Irán y Rusia fueron tomadas como una amenaza para la soberanía nigerina y la relación se terminó. Ahora ha llegado el turno de Alemania.
Que las naciones occidentales abandonen el Sahel a cambio de una presencia creciente por parte de Rusia (con menciones honoríficas como Turquía o Emiratos Árabes Unidos), conlleva además una serie de repercusiones a nivel internacional. Por ejemplo, el posible proyecto de un gaseoducto que partiese de Nigeria en dirección a Argelia, y luego a Europa, se volvió inviable por tener que cruzar Níger, nación alineada con Rusia. Aunque más significativa sería la reciente condena a Ucrania por parte de las juntas militares del Sahel, reunidas desde septiembre de 2023 en la Alianza de Estados del Sahel (AES).
Tras la masacre de tropas rusas y malienses en la localidad maliense de Tinzaouaten, el portavoz del servicio de inteligencia ucraniano, Andrii Yusov, insinuó que Ucrania había colaborado con los independentistas de Azawad para organizar el ataque. Dos semanas después de estas declaraciones, los gobiernos de la AES emitieron un comunicado conjunto donde acusaban a Kiev de “apoyar el terrorismo en África” y pedían al Consejo de Seguridad de Naciones Unidas que tomara medidas al respecto. Los tres países han roto relaciones diplomáticas con Ucrania, lo que evidencia su postura en el conflicto que enfrenta al país europeo (y Europa en su conjunto) contra Rusia.
En este punto cabe una aclaración necesaria. Según la retórica de las juntas militares, los independentistas de Azawad entran en el paquete de “terroristas”, de una forma similar al yihadismo armado que prolifera en sus territorios. Así, se sirven de este juego de palabras para acusar a Ucrania de apoyar al terrorismo y, de forma implícita, según sus declaraciones, al yihadismo armado escenificado en distintas filiales de Al Qaeda y el Estado Islámico en la región. Pero debe reafirmarse que Ucrania no ha colaborado en ninguna ocasión, que se sepa, con el salafismo religioso, sino con el movimiento independentista (armado) de Azawad. Una colaboración más o menos condenable a ojos de Europa pero que ha finalmente sido desestimada por Naciones Unidas.